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El maestro García Ruiz durante el concierto. (Foto: UACJ)
C iudad Juárez, Chih., 16 de octubre de 2007. (Ricardo León García / Historias cotidianas).- Es una maravilla que en Ciudad Juárez haya cada vez más oportunidades de escuchar algo diferente. Desde hace poco más de un año, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez ha emprendido un magno proyecto de formación y difusión musical por medio de su orquesta sinfónica, dirigida por el maestro Carlos García Ruiz, recientemente reconocido por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes como el mejor director del país.
El Centro Cultural Paso del Norte, Ciudad Juárez y la frontera toda, se engalanan cada vez que el maestro García y todo el conjunto sinfónico se apropian del escenario y ejecutan con enorme maestría el programa de la jornada.
El más reciente de los conciertos estuvo aderezado por la presencia de El Paso Chorale y entre ambas organizaciones artísticas ejecutaron el Réquiem K. 626 de Wolfgang Amadeus Mozart. Una interpretación verdaderamente inolvidable y que bien valdría la pena repetir para todos aquellos que no pudieron asistir y para los que nos gustaría disfrutarla de nuevo… pero la temporada deberá seguir de acuerdo a lo establecido.
De nueva cuenta, el Paso del Norte se llenó y toda la gente allí tuvo la enorme oportunidad de saborear la última de las obras del insigne maestro Mozart. Realmente muy emotiva. No es lo mismo escucharla en la sala de conciertos con los ejecutantes a unos cuantos metros de allí que llegar a la sala de la casa, abrir una botella de vino y poner el disco a media luz. Confieso mi falta de conocimiento musical y escasa cultura sinfónica, pero mozartiano de corazón sí lo soy.
La primera mitad del Réquiem fue para mí de un sentimiento tal que las lágrimas comenzaron a rodar (o a escurrir, es más propio). Toda la ejecución fue magistral, un regalo invaluable para los sentidos de quienes allí estuvimos. Nuestra orquesta sinfónica, en cada presentación, se consolida como una agrupación musical de una entrega cercana a la perfección. Para fortuna nuestra, son músicos que muestran claras evidencias de su amor al arte, sienten todos y cada uno de los acordes que ejecutan, sus rostros muestran la alegría de estar allí y sus cuerpos no dejan de seguir el ritmo y la cadencia de lo que interpretan. Son músicos vivos, muy alejados de aquellos que luego parecieran máquinas ejecutantes cuya técnica es envidiable pero que no se alejan de sus expresiones de plástico o de molde convencional para un ejercicio sinfónico. Mis respetos para todos ellos.
Sobre el coro paseño, quisiera decir que les noté cara de sorpresa. Como que no se imaginaban estar acompañados de ejecutantes de tan alta calidad. Lógico es suponer que habrán ensayado juntos previo a la función, pero no dejé de admirar la sorpresa de muchos de sus integrantes. Aún así, estuvieron a la altura de la música. Voces excelentes tanto de los solistas como de la agrupación de casi sesenta personas. La soprano, Thea Chip, se llevó la noche con su participación, sin pretender minimizar la ejecución del resto de los solistas y del conjunto todo.
La OSUACJ en su segunda presentación. (Foto: UACJ)
Al final, supongo que les faltó ensayar la despedida, los ejecutantes titubearon para salir y el público no supo qué hacer. Para desgracia de este tipo de espectáculos, la gran mayoría del público tiene la molesta costumbre de comenzar a aplaudir y de inmediato ponerse de pie, para todo (así como aplaude a la mínima provocación y hasta sin provocación). Pues déjeme contarle que aplauden, se ponen de pie como si acabaran de ejecutar una obra festiva, mientras que otros andábamos todos sumidos en la reflexión o en el asumir esa fenomenal despedida que se hizo Mozart para decirle adiós al mundo, cuando irrumpen los aplausos, la gente de pie, aplaude y aplaude y se les acabó la pila cuando salen del escenario el maestro García y los solistas del coro. La gente guarda silencio y comienza a salir, sin reconocer la actividad de los integrantes del coro y de la orquesta. Coro y músicos se sintieron, al menos eso percibí, como si su trabajo no hubiese sido del agrado de los asistentes… Al menos no aplaudieron al final de cada una de las ocho partes en las que está dividido el Réquiem.
Por cierto, un día previo a la presentación de la OSUACJ, el museo del INBA tuvo un concierto y de primerísima calidad también. En una sala que parecía contar con calefacción (sabemos de los problemas presupuestales de tan espléndido sitio cultural) la coordinación Nacional de Música y Ópera del INBA se acordó de Ciudad Juárez y su museo y tuvo a bien deleitarnos con la presencia de Armando Merino (piano) y Silvia Rizo (soprano). Ambos ejecutaron melodías del compositor duranguense Ricardo Castro (1864-1907)… no puedo dejar de comentarle que fue excelente a pesar del calorón que hacía allí adentro. Con una audiencia más bien pequeña, pero muy disfrutadora de la maestría con la que Rizo y Merino interpretaron las canciones de Castro, casi todas en francés.
El Paso Chorale. (Foto: UACJ)
Los habitantes de Ciudad Juárez merecemos todo esto y más. Si usted no ha tenido oportunidad de presenciar este tipo de espectáculos, ponga mucha atención a los anuncios, a las carteleras en los medios de comunicación, que le informarán de esto, aunque sea en sitios de la no tan alta prioridad que se le da a la nota roja y a las tonterías de la clase política que padecemos día a día.
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