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miércoles, enero 02, 2008

Fotografía / España: Editorial Electa publica «Desnudo»

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Roy, Viena, 1995. (Foto: Andreas H. Bitesnich)

M adrid 17 de diciembre, 2007. (Ángel S. Harguindey/ EL País).- Si como dice el chiste «todo levantamiento es fascista», este libro, Desnudo (editorial Electa), es una apología al golpe de Estado íntimo y personal. Una amplia colección de fotógrafos y fotografías permite descubrir las muy diferentes miradas sobre lo que Walt Whitman definió como sagrado: el cuerpo humano. El seleccionador es Anthony LaSala y entre los titulares figuran nombres como los de Robert Mapplethorpe, Guy Bourdin, Andreas H. Bitesnich, Regina DeLuise, Grez Gorman, Mark Edgard Harris, Sam Haskins, Anne Leigniel, David Penprase o Christian Vogt.

El propio LaSala, redactor jefe de Photo District News, una de las biblias de la fotografía contemporánea, cita en su introducción dos nombres esenciales en esta larga marcha del desnudo fotográfico: Edward Weston y Alfred Stieglitz. Después de ellos y sus trabajos sobre sus amadas (Margrethe Mather, Tina Modotti, Sonya Noskowiak y Charis Wilson, en el caso de Weston, y de Georgia O'Keefe en el de Stieglitz), el desnudo del nuevo arte alcanzó indistinta y conjuntamente la cima del erotismo y la sima de la pornografía.


Tras ellos, los Man Ray, Hill Brandt, Helmut Newton, William Klein, Joel-Peter Witkin y tantos otros que se adentraron por la selva del cuerpo humano, un viaje laborioso, lleno de trampas y dificultades, de escándalos y denuncias que tiene en el cacereño cabo Piris, entre otros muchos, a uno de los adalides de la cruzada por el decoro, cualificación que alcanzó en 1975 al mandar retirar del escaparate de la Librería Figueroa una reproducción de La maja desnuda, de Goya.

Para el fotógrafo austriaco Andreas H. Bitesnich, el cuerpo desnudo todavía resulta fascinante y novedoso a los espectadores: «La curiosidad es un rasgo común a todos y, por tanto, nos encanta mirar. Todavía es, en cierto modo, un tabú». Nacido en Viena en 1964, tuvo lo que se llama «vocación tardía» para la fotografía. Tras vender durante 10 años electrodomésticos, se dedicó a su nuevo oficio con Irving Penn como guía espiritual. «Empecé haciendo desnudos gráficos, formales, escultóricos», algo evidente al contemplar su Roy.

La estadounidense Regina DeLuise (Nueva York, 1959), de la que se reproduce su Desnudo en sillón, no duda en confesar: «Provengo de una corriente fotográfica muy clásica donde la luz está en el centro de todas las imágenes. El desnudo idealizado y excesivamente romántico no me interesa», un clasicismo que tiene en Edward Weston a uno de sus grandes maestros.

«Los buenos desnudos no están demasiado iluminados. La interacción entre sombras y luces debe atraerte hacia el interior de la foto y hacerte desear saber más», explica el norteamericano Greg Gorman (Kansas City, 1949), al que le cambió la vida asistir cuando era estudiante, en compañía de un amigo fotógrafo, a un concierto de Jimi Hendrix. Cuando vio aparecer su rostro en el proceso de revelado, comprendió cuál era su mundo. Sobre su Mickey Hardt, sorprendentemente, comenta: «Me gusta la imperfección del desnudo masculino. Ofrece más variedad y dinamismo».

El neoyorquino Mark Edward Harris es la constatación visual de las diferencias entre la realidad y el deseo. Es uno de los fotógrafos esenciales de Playboy y parte de su tiempo lo dedicó a la búsqueda de las rotundas playmates, pero su deseo era fotografiar sin trucos ni artificios el ritual de los baños termales de Japón.

Doscientos carretes después publicó The way of Japanese bath, un excelente compendio de sutil sensibilidad y delicados contrastes muy lejos de la opulencia pectoral de las conejitas. Mark Harris no tiene ninguna duda sobre su oficio: «El fotógrafo que diga que no es voyeur es un estúpido o un mentiroso».

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