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El texto estuvo mucho tiempo en un cajón, con la duda de publicarlo. (Foto: AFP)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de abril, 2008.(RanchoNEWS).- Participa en el Encuentro Internacional de Escritores Oaxaca. La escritura, como el bisturí, cicatriza las heridas en el instante de abrirlas, dice. Una nota de Jesús Alejo para MILENIO:
Juan José Millás (Valencia, España, 1946) se siguió a sí mismo a todos lados, se puso atención, buscó conocer sus hábitos, su forma de trabajo: una manera de mirarse al espejo y, al mismo tiempo, de convertirse en su propia sombra: así nació su novela El mundo, con la cual obtuvo el Premio Planeta 2007.
Una obra que oscila entre la ficción y la realidad: en el periódico El País participaba en una serie de reportajes que llamaban «Proyecto sombra», que consistía en pasar un tiempo determinado con un personaje público para luego contar la experiencia, pero después de dos años recomendó terminar con esa etapa y, a fin de hacerlo, el encargo cambió.
«La obra me pilló por sorpresa, porque nunca había fantaseado con la posibilidad de escribir una autobiografía novelada o una novela autobiográfica. Durante los siguientes días, casi sin darme cuenta, me desdoblé. Me puse a tomar notas sobre mí mismo, que me hacían gracia o me causaban extrañeza, porque normalmente no nos observamos a nosotros mismos».
El «problema» surgió cuando al realizar el trabajo de investigación aplicó una de sus estrategias: preguntar al personaje si había un dato fundacional en sus vidas, entonces él mismo se preguntó cómo había llegado a ser el Juan José Millás adulto.
Y la historia comenzó a escribirse desde el lugar donde se construyen la mayor parte de las vidas: la infancia, gracias a una frase que se convirtió en la primera de la novela: Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina.
«Y al momento de escribir la frase, vino a mi memoria la casa donde habían vivido, la calle, el barrio. Volvió mediante una especie de estado alucinatorio, con lo que comprendí que aquello no era un reportaje».
De visita en la capital oaxaqueña para participar en el segundo Encuentro Internacional de Escritores, Juan José Millás recuerda que la novela se escribió en estado de trance, las palabras lo atravesaban, en un ejercicio de memoria que pretendía responder a una interrogante: qué pasó en aquellos años.
Volver para ser otro
Mirarse, encontrarse, acompañarse todo el tiempo. Después, gracias a la memoria, convertirse en su propia sombra y, en particular, propiciar las grietas que le permitieran introducirse a otros mundos. Al final, se muestra convencido de que se escribe para tratar de explicarse algo.
Un proceso que no resultó nada sencillo en el escritor español, aun cuando al pensar en sí mismo antes que en el entorno, se halló frente a la memoria y a un pasaje que protagoniza, de alguna manera, la novela.
Su padre trabajaba con un bisturí eléctrico sobre un filete de vaca, de pronto le comentó: «Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento mismo de producirla» y comprendió que la escritura, como el bisturí, cicatrizaba las heridas en el instante de abrirlas.
«Cuando uno comienza un proyecto de ese tipo es bajo el auspicio de una pregunta: qué ocurrió. Iniciar una autobiografía centrada en los años de la infancia y la adolescencia es meter el dedo en los cimientos de la identidad y de la subjetividad.
«Meterse ahí supone bajar al sótano, porque están los fantasmas, los defectos y aciertos de la construcción de uno mismo. Regresar a esas épocas es tener la oportunidad de reconstruirse, de desmontarse y volverse a montar de un modo más consciente, aceptando las carencias tanto como las virtudes».
En entrevista, Juan José Millás no sólo reconoce la existencia de fantasmas, sino una presencia que se vuelve fundamental en ese retorno a la infancia propiciada por El mundo: el reconocimiento de que el principal fantasma es uno mismo, porque ese personaje de carne y hueso ya no tiene existencia real.
Construir a ese niño irreal, porque está dentro de una novela, aunque también se llame Juan José Millás, fue la mejor oportunidad para reconstruirse, lo que el escritor español define como una experiencia conmovedora: ver cómo se modificó la mirada entre ese personaje irreal y el individuo real que es hoy día.
«Fue como abrir una herida que el mismo libro hubiera cerrado. La novela la tuve mucho tiempo en un cajón, con la duda de publicarla, y al final, en una acción característica mía, no sólo la publiqué sino la mandé al Premio Planeta, lo que implicaba —si ganaba— tener una difusión mucho mayor».
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