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Portada del libro. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 23 de julio, 2008. (RanchoNEWS).- Leer Brother Ray. La autobiografía de Ray Charles (Global Rhythm, 2007), escrita en colaboración con David Ritz, es asomarse a la historia de quien conquistó el mundo con talento y tesón. Una nota de Xavier Quirarte para Milenio:
En mi colección de fotografías destaca una impresión, en blanco y negro, donde se ven, en primer plano, cabezas y hombros, y al fondo, apenas perceptibles, Ray Charles y su orquesta. Fue tomada a principios de los setenta —supongo— con una cámara Instamatic, y aunque es muy deficiente representa la emoción de un concierto estremecedor, cuando el Hermano Ray hizo temblar el Teatro del Ferrocarrilero con su carga apasionante de música negra —soul, jazz, gospel—, sensación que revivo con la fotografía.
Años después lo vi en el Festival de Jazz de Cancún y en el Auditorio Nacional. Ya no era un derroche de energía, pero todavía sacudía con su voz los lugares más recónditos del alma, tocaba el piano con fortaleza y detrás de sus lentes oscuros mantenía el domino de su orquesta y sus cantantes, las infaltables Raelettes. Pasaba del júbilo contagioso a la tristeza más profunda y se lo hacía sentir a quienes irremediablemente nos entregábamos a él desde que pisaba el escenario y se deslizaba bailando hasta su piano.
Leer Brother Ray. La autobiografía de Ray Charles (Global Rhythm, 2007), escrita en colaboración con David Ritz, es asomarse a la historia de quien conquistó el mundo con talento y tesón. Habla de la gradual pérdida de la vista cuando era niño y de la salvación que encontró en la música. Descarnada, divertida, sórdida, ejemplar y honesta, la biografía es la confesión de una vida dura que siempre fue transitada con entereza. No oculta nada, ni su relación con las drogas ni su afición desmedida al sexo, pero sobre todo habla de música.
Si conquistó el mundo con canciones como What I’d Say, Georgia on My Mind, I Got a Woman y otras, fue por su entrega. Trabajó casi hasta el final de sus días, pues como escribió en las páginas de este libro: «La música no es un ente separado de mí. Ella y yo somos uno. Retirarme de la música me resultaría tan imposible como retirarme de mi hígado. Tendrían que extirparme la música quirúrgicamente como si fuera mi apéndice».
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