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La escritora mexicana de origen cubano. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. Lunes 2 de febrero de 2009. (RanchoNEWS).- Desde la Ciudad de México, Yanet Aguilar Sosa de El Universal informa de la edición del libro «Julieta Campos. Cuadernos de viaje»:
Mientras escribía La forza del destino, la novela más extensa y profunda que emprendió en su vida, Julieta Campos (Cuba, 1932) trabajaba sus cuadernos de viajes, esas bitácoras donde la escritora y traductora radicada en México desde 1954 guardaba anécdotas, ensayos y pasajes memorables de sus viajes por el mundo.
Un año después de su muerte, ocurrida en septiembre de 2007, su viudo, el político Enrique González Pedrero asegura que en su libro póstumo «Julieta Campos. Cuadernos de viaje» (Alfaguara, 2008) es una bitácora en la que coinciden «a veces ensayos, y otras tan sólo recuerdos, sugestiones, pero sobre todo la vida misma que reverbera en todo el libro».
Aunque se publicó antes, La forza del destino es producto de la reconciliación de Julieta Campos con Cuba, alentada por los varios viajes que hizo a su tierra, en especial uno, el de 1999, donde ya anuncia en sus notas de viajes: «La novela que estoy escribiendo es la única reparación que yo he sabido darle a la terrible soledad de mis muertos. Ese libro, que es una larga elegía, es mi manera de devolverles la vida y, para mí, la única manera posible de seguir viviendo».
González Pedrero, quien cuidó la última parte de «Cuadernos de viaje» e incluyó apenas «algunas notas añadidas», afirmó que para ella el viaje significaba una manera de encontrarse a uno mismo. «Pensaba que todo el contacto con los otros es para revelarnos a nosotros mismos; el contacto con los demás, el contacto con otros paisajes, con otras culturas, con otras historias, siempre nos ayudan a buscarnos y a encontrarnos a nosotros mismos, yo creo que en esa medida el viaje se vuelve un medio de comunicación con los demás y con uno mismo».
Las bitácoras de viajes de Julieta Campos abarcan de 1975 a 1999, un periodo que según González Pedrero fue en buena medida «una reflexión y un registro del último cuarto del siglo». En varias de las páginas «hay breves ensayos sobre la modernidad, la posmodernidad, la vida en las ciudades que lo van metiendo a uno mismos a reflexionar sobre la propia vida».
Sus viajes, casi todos realizados en pareja, los llevaron de México a París, de Delfos a La Habana, de Alemania a Madrid, de Praga a Tetecala, ese pueblito del estado de Guerrero que era para ellos su refugio y espacio de escritura.
Hay personajes, desde Elena Poniatowska y Juan Soriano a Mario Vargas Llosa y Anaïs Nin; hay trayectos de viajes, museos, atmósferas y personajes del lugar, pero hay sobre todo vida.
«Está la vida cultural, política y social de esos lugares que visitamos, están los pasajes históricos», señala González Pedrero.
«Lo hermoso del libro son estas reflexiones continuas, permanentes sobre todo lo que ocurre en el siglo que vivimos, en la velocidad con la que se está viviendo o dejando de vivir, todo eso forma parte de la esencia de la vida, es un lapso de tiempo recogido en la escritura, en el diario, en los cuadernos y no sólo una guía de turistas», explica.
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