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El arquitecto. (Foto: Sergio Enríquez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 20 de febrero, 2009. (RanchoNEWS).- El viernes 20 de febrero se abre al público el Teatro del Canal de la Comunidad de Madrid. Un gran espacio para las artes escénicas que lleva la firma de Navarro Baldeweg. Meses después de la polémica discusión entre el arquitecto y la Comunidad, Antón García-Abril nos descubre el edificio de la mano del propio autor. Una entrevista de Antón García-Abril para El Cultural:
Siempre es un placer visitar los edificios recién construidos de los grandes arquitectos. Se toman el tiempo de narrar sus propias experiencias, avatares y emociones que, todavía muy presentes, suceden al terminar un edificio y entregarlo a la sociedad. Recorrer de la mano de Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939) el flamante Teatro del Canal y descubrir sus rincones preferidos, sus visiones y evocadoras imágenes de los espacios, más aún. El Teatro del Canal se ha erigido en un periodo de tiempo relativamente corto, dada la envergadura de la obra, su enorme complejidad y las habituales dificultades que implica construir un edificio público de esta dimensión física, cultural y social. El arquitecto describe el proyecto como un espacio de ilusión, «un mundo de fantasía que hace referencia a lo imaginario como sustancia de la arquitectura».
Navarro Baldeweg nos cita en la rampa de acceso, donde la topografía y la geometría quebrada del edificio conducen al interior. La secuencia de vestíbulos que recibe al entrar, Navarro Baldeweg la define como umbral entre edificio y calle,«en donde se crea un animado juego de volúmenes que se percibe como un despliegue zigzagueante de formas en el aire que promueve experiencias de contrastes entre lo cóncavo y lo convexo, semejante al de unas banderas movidas por el viento». Y es que la imagen protuberante del exterior halla su homólogo en el interior, donde las geometrías sesgadas y oblicuas, los espacios cruzados y la continuidad perceptiva pueden producir desorientación al espectador no acostumbrado a tanta complejidad de estímulos que requieren una mirada tranquila, lenta.
Iniciamos el recorrido por el bloque occidental, la Escuela de Danza, y entramos en un circuito de rampas que nos desplazan a los distintos niveles. El itinerario que se propone como argumento del edificio no se revela completamente al exterior. La secuencia espacial, que a lo largo del paseo va enlazando por precisos mecanismos de continuidad visual los espacios, se reserva para descubrirse pausadamente. «El conjunto se experimenta en percepciones complementarias: vaciándose o hinchándose y mostrando u ocultando el interior a la vista desde la calle».
Navarro plantea todo un juego de compresiones y dilataciones espaciales que van dirigiendo los flujos, ya sean de personas, visuales o luminosos, y que dibujan la propia arquitectura. Y frente al dinamismo de estos espacios de circulación, las salas de danza o representación, los laboratorios de ensayo y las demás dependencias de trabajo convierten las tensiones del espacio común en solicitaciones más serenas, dirigidas a la visión de la actividad concreta.
Anfiteatro «a la americana»
De las salas de formación nos incorporamos de nuevo al continuo de las circulaciones para llegar al siguiente bloque funcional: el Teatro Principal, una sala clásica de trazado aaltiano como Navarro reconoce, con disposición de anfiteatro «a la americana» pero con la pequeña escala de las salas «a la italiana». Construida en madera teñida de color rojizo e iluminada con una gran lámpara de LEDs como única fuente de luz, tiene capacidad de tintar el espacio de la sala de diversos colores, «como una aurora boreal». El tercer bloque corresponde al pequeño Teatro Configurable, cuya disposición permite redistribuir los aforos escamoteando las butacas, reordenándolo acorde con las necesidades escénicas. Es una caja de suelo plano y perímetro en galería de dos niveles. Toda la complejidad tecnológica que implica la arquitectura escénica le gusta a Navarro: «Es más bonita la arquitectura de teatros que la de museos. Es más complicada pero da más juego espacial. El teatro en sí ya inspira, aquí te dan ganas de actuar… porque notas que el espacio está preparado para eso, cambia hasta el sonido, la voz… te oyes… y tienes que imaginártelo con gente por todas partes, rodeando las galerías».
Atravesando el Teatro Configurable nos adentramos en el corazón de la maquinaria, el área técnica, de camerinos, de carga y descarga, construída como una calle interior de ladrillo visto que conecta los distintos bloques funcionales y a la que acceden los remolques en enormes elevadores para abastecer a las salas directamente desde el escenario. Sorprende gratamente la dignidad y el cuidado con que Navarro trata todos los espacios, los más y menos visibles. Todo recibe su debida atención, con una calidad material impecable.
Abierto al parque
Y a pesar de la complejidad del lugar, del programa y de la propuesta arquitectónica, los distintos episodios se enlazan entre sí, y se resuelven con naturalidad; consiguiendo, por un lado, la independencia funcional necesaria de los tres bloques diferenciados: Escuela de Danza, Teatro Principal y Teatro Configurable, y, por otro, una fluida conexión física y visual a través de los «espacios vestibulares». Navarro insiste en la importancia de este intersticio y nos invita a mirar a través de él, a degustar sus espacios y lo que hay más allá de los mismos. Porque el principal atractivo del conjunto es el tratamiento de la transparencia: «El edificio tiene mucha más transparencia de lo que la gente cree. Es muy abierto y lo es donde tiene que ser, es decir, en su frente al parque. Allí donde te encuentres, tu horizonte siempre está despejado, gracias a un juego de filtros. De este modo, el campo óptico se modela, se abre y se cierra intencionadamente».
Fachada transparente
Es cierta esta apreciación de Navarro Baldeweg. Con la manipulación de las capas del edificio y sus estructuras, la transparencia se da en todos los espacios. De la visión lejana se pasa a entornos más dirigidos en los que los diafragmas impiden que entre el sol; pero no la luz, que incide sobre los espacios contenidos entre los bloques funcionales y la envoltura que tamiza y corrige las visiones al exterior. «Todas las fachadas son dobles… y son todo piel, una piel de vidrio que actúa como un telón de terciopelo hacia el interior… que envuelve los volúmenes flotantes captando la luz y reflejándola con brillos atenuados». Así, abrazadas por esta película las cajas escénicas de los teatros flotan y sirven de «hueso del fruto, de soporte principal que organiza la estructura física del edificio».
El juego de las formas que manifiesta al exterior responde a la vitalidad de la actividad espacial interior, de gran intensidad perceptiva, donde confluyen las escalas de lo público y lo doméstico, donde chocan los espacios que buscan el horizonte con los verticales «acantilados», y donde todo se construye con perversión material, porque el vidrio quiere ser terciopelo, el granito, cálido, y las maderas mutan su color. La variedad de escalas del espacio tiene respuesta en las escalas constructivas, en las que el arquitecto diseña las audaces estructuras de las que cuelgan las fachadas, o las barandillas, llegando a diferenciar las que sirven a la dinámica de las circulaciones o las que se idearon para posarse y contemplar . Y, lo más importante, la arquitectura se impone a las circunstancias y tenemos un edificio fascinante que los madrileños deben descubrir.
Así es el Teatro del Canal, vídeo de diariodealcala
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