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El novelista galardonado en el paraninfo de Alcalá. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de abril 2009. (RanchoNEWS).- El escritor catalán apela a la «memoria compartida» y se declara «narrador y no intelectual» al recoger el Premio Cervantes. Aboga por la importancia de las ideas y se distancia de las lenguas en que se expresan. Una nota de EL País:
Emocionado, con la voz temblorosa al principio, firme después, el flamante Premio Cervantes de Literatura 2008, Juan Marsé, ha desgranado en el paraninfo de la Universidad de Alcalá un discurso comprometido con la literatura que cuenta «buenas historias». En presencia de los Reyes de España, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde y otras autoridades políticas, culturales y académicas, Marsé ha arremetido contra la literatura «del ombligo» (la llamada metaliteratura): «Me deja frío». El novelista ha defendido el valor de la memoria compartida «que fue durante años sojuzgada, esquilmada y manipulada», así como su identidad de catalán que escribe en castellano. Ha afirmado que los pensamientos y las ideas «deberían merecer más atención y consideración que la lengua en que se expresan».
«Soy un catalán que escribe en lengua castellana. Yo nunca vi en ello nada anormal. Y aunque creo que la inmensa mayoría comparte mi opinión, hay sin embargo quién piensa que se trata de una anomalía, un desacuerdo entre lo que soy y represento, y lo que debería haber sido y haber quizá representado. Dicho sea de paso, desacuerdos entre lo que soy y lo que podría haber sido en esta vida, como escritor y como simple individuo, tengo para dar y tomar, o, como decimos en Cataluña, per donar i per vendre».
Sobre la coexistencia de las identidades castellana y catalana, Marsé ha afirmado: «La dualidad cultural y lingüística de Cataluña la he vivido desde que tengo uso de razón. Nos enriquece». El escritor ha abogado por «el realismo» para asumir el hecho consumado de esa doble esencia catalana y castellana, aunque –ha matizado– no desea instalarse «en la identidad cultural para dar lecciones a nadie». Y citando al cineasta estadounidense Woody Allen, ha dicho: «El realismo es el único lugar donde puedes adquirir un buen bistec».
Escritor 'obrero'
El autor de Últimas tardes con Teresa ha señalado que cuando comenzó a publicar en la editorial Seix Barral se crearon unas expectativas («ideológicas, no literarias») sobre lo que su obra iba a representar. Esas expectativas, piensa, no se han cumplido: «Nunca he querido representar a nadie, más que a mí mismo».
«Yo podía quizá haber sido, lo digo sin un ápice de sarcasmo, el escritor obrero que al parecer faltaba en el prestigioso catálogo de la editorial. Halagadora posibilidad que a su debido tiempo, la fábula de un joven charnego del Monte Carmelo, desarraigado y sin trabajo, soñador y sin medios de fortuna, pero también sin conciencia de clase, se encargaría de desbaratar».
La memoria compartida
La firmeza ha vuelto a la voz de Marsé para hablar de la memoria, en clara alusión a la Guerra Civil y a la dictadura franquista. «Hay una memoria compartida, que no debería arrogarse nadie, una memoria que fue durante años sojuzgada, esquilmada y manipulada. El lenguaje oficial había suplantado al lenguaje real. En la calle y en los papeles las palabras vivían bajo sospecha, muchas cosas parecían no tener nombre, porque nadie jamás se atrevía a nombrarlas, otras se habían vuelto decididamente equívocas y apenas podía uno reconocerlas».
En cuanto a la tarea del novelista, Marsé ha elaborado en dos plumazos su teoría literaria: «No me considero un intelectual, solamente un narrador. Los planteamientos peliagudos, la teoría asomando su hocico impertinente en medio de la fabulación, el relato mirándose el ombligo, la llamada metaliteratura, en fin, son vías abiertas a un tipo de especulación que me deja frío y me inhibe; bastante trabajo me da mantener en pie a los personajes, hacerlos creíbles, cercanos y veraces. Con respecto al trabajo mantengo algunos principios, pocos, que bien podrían resumirse en dos: procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad del tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo».
Con especial cariño se ha referido a la novela de novelas, al Quijote: «Es el guardián del laberinto, el valedor de lo más noble, bello y justo que alienta en el corazón humano, el que vela por el espíritu, la vigencia y el esplendor de los sueños».
Andanada contra los medios de comunicación
Con un punto de indignación, Marsé se ha denunciado la omnipresencia de los medios de comunicación: «Se siente uno tan asediado las 24 horas del día por una información tan apremiante, insidiosa y reiterativa, que casi no hay tiempo para la reflexión». En especial ha criticado el papel de la televisión: «La televisión debería contribuir a reconocer y asumir la variedad lingüística del país, y es de suponer que en cierta medida lo hace, pero no parece que nadie se pare a pensar en los contenidos de esa televisión ni en su nefasta influencia cultural y educativa. A riesgo de equivocarme, soy del parecer que más de la mitad de lo que hoy entendemos por cultura popular proviene y se nutre de lo que no merece ser visto ni oído en la televisión. En la lengua que sea».
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