.
El escritor obsequiando ejemplares. (Foto: Yazmín Ortega Cortés)
C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de abril 2009. (RanchoNEWS).- Un tumulto bajo el sol esperaba recibir ejemplares de Paco Ignacio Taibo I. «¿Quién dijo que en este país no se lee, chingao?», dijo Taibo II, hijo del fallecido escritor. Una nota de Arturo García Hernández para La Jornada:
Tumulto. Marabunta bajo el sol de mediodía. La Glorieta de Insurgentes es el hormiguero. Las hormigas están formadas en dos largas filas. En ellas se mezclan jóvenes y viejos, hombres y mujeres, niños y jóvenes, peinados y sin peinar, pintadas y sin pintar, estudiantes y amas de casa, darks y neojipis.
Todos quieren lo mismo: por lo menos uno de los libros de la biblioteca particular de Paco Ignacio Taibo I que la familia del escritor fallecido recientemente decidió regalar este Día Mundial del Libro. Al que quiera. Sólo hay que formarse y aguantar el calor.
Previsores, los primeros llegaron por ahí de las ocho de la mañana. Paloma Sáiz, responsable del programa Para leer en libertad del Gobierno del DF, les dice que no es para tanto, que regresen al rato, que habrá libros para todos. No imaginaba lo que sería aquello horas después, a las 11, cuando Paco Ignacio Taibo II llega y empieza a entregar los primeros ejemplares de la biblioteca de su padre.
Taibo II tiene manos de prestidigitador. Si se descuida le arrebatan los libros. No hay tiempo para escoger compañero: el que te tocó, te tocó. Si quieres, junto hay una mesa para el trueque, con su respectiva fila.
Además de los 4 mil ejemplares traídos de la biblioteca de Paco Ignacio Taibo I, otros miembros de la familia han hecho sus donaciones; también la Secretaría de Cultura del DF, y la poeta Thelma Nava mandó cajas con ejemplares de su biblioteca particular.
Va el golpe. Cajas y más cajas. Libros y más libros. Novelas, ensayos políticos y literarios, poesía, libros de historia y fotografía, de arte y hasta manuales de mecánica y electricidad. Van y vienen los nombres de Dostoievski, Daniel Cosío Villegas, Arthur Conan Doyle, María Luisa Mendoza, Edgar Allan Poe. Cual más.
Una caja viene llena de gruesos tomos con pastas azules. Es una colección encuadernada de la revista Vuelta. Algunos saben del valor de ese acervo y lamentan que se disperse.
Un inconseguible
Las filas no decrecen. Paco Ignacio Taibo II está emocionado. Si vuelve a parpadear se le ruedan las lágrimas: «¿Quién dice que en este país no se lee, chingao? Tú nada más mira».
¿Y todos esos son lectores? Cómo saberlo. Paloma Sáiz está segura de que la mayoría sí lo es: «Sólo un lector hace cola y espera tanto tiempo bajo el sol para que le den un libro».
De una de las cajas emerge un título: Por el gusto de estar con ustedes, publicado en 1987 por el Instituto Nacional de Bellas Artes. El autor se llama Paco Ignacio Taibo I y el texto de presentación es de Paco Ignacio Taibo II. El hijo pone aparte el libro del padre, lo presume al reportero y finalmente se lo regala: «Es inconseguible».
El volumen reúne una serie de semblanzas, retratos o viñetas que Taibo I hace de sus amigos, un canto a la amistad de quien hizo de ésta «una más de las artes.»
La presentación es una evocación vívida, emotiva, que Taibo II hace de su padre: «Pocas cosas están claras cuando uno tiene cuatro años y, sin embargo, sé que el hombre que teclea en la Remington sobre la mesa, bajo la cual estoy escondido, es mi padre; y sé que lo que hace es lo más importante que alguien puede hacer con su vida: está escribiendo una novela. Sé también que éstas son horas robadas al sueño, porque debería estar durmiendo después de haber pasado la noche en el periódico, haciendo la segunda cosa más importante que se puede hacer en el mundo: contar historias; pero está despierto aporreando la máquina, y pronto se pondrá en pie y encenderá el tocadiscos para oír a Louis Armstrong y me descubrirá agazapado bajo la mesa, desarmado (porque no tengo máquina de escribir, y porque no sé escribir todavía, y porque son las seis de la mañana)».
La celebración del Día Mundial del Libro en la Glorieta de Insurgentes es una fiesta popular. En un foro provisional erigido ex profeso, cuentacuentos profesionales y amateurs comparten lo que han atesorando en su memoria: cuentos, poemas, fragmentos de relatos, leyendas. Lectores profesionales hacen sonar las palabras que dormitan en el papel. La atención del público es absoluta.
A unos pasos, en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia que tiene su sede en la glorieta, como actividad paralela se efectúa un encuentro de coordinadores de Libroclubes de la Ciudad de México. Verdaderos y apasionados activistas de la lectura que comparten experiencias, logros y dificultades.
Historias que contagian esperanza al que escucha, como la de Igor Sánchez, que abrió en 2000 el libroclub El Rincón de las Maravillas. Lo mantuvo durante dos años y cerró. Pero un día, en el Metro, una mujer lo reconoció y lo abordó: quería agradecerle porque gracias al descubrimiento de la lectura, su hijo que era drogadicto «se había salvado» y le había encontrado sentido a su vida.
Eso fue suficiente para que Igor reabriera el libroclub. El hijo de la mujer ahora es ingeniero.
REGRESAR A LA REVISTA