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El termómetro de la feria lo marcará el feriado del 1º de mayo. (Foto: Jorge Larrosa)
C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de abril 2009. (RanchoNEWS).- Se vio mucha gente caminando por los pabellones, revolviendo y buscando ofertas. Volvieron las quejas por los altos precios. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
El primer fin de semana se tradujo en un tenso empate técnico. No hay números que puedan confirmar si hay más o menos ventas o si hubo más o menos visitas que el año pasado. Sólo impresiones, que varían de acuerdo con la óptica con que se mira esta 35ª edición de la Feria del Libro, cuyo lema propone «Pensar con libros». El paisaje, sobre todo después de las seis, parece el mismo de siempre. Mucha gente caminando por los pabellones, revolviendo y buscando ofertas. Los ánimos se empapan de optimismo y más de uno arriesga que al menos en estos primeros días la mentada crisis no se sintió. Pero durante las primeras horas de la tarde el bajón anímico impera: hay menos personas recorriendo los stands y bolsillos que se muestran más cautelosos. El verdadero termómetro, según plantean los actores más experimentados, lo marcará el histórico feriado del 1º de mayo, cuando los pabellones hierven de gente y las cajas no paran de facturar. Página/12 recorrió la Rural y encontró pequeños espacios de resistencia para los lectores dentro de este archipiélago un tanto caótico que es la Feria del Libro.
Por los pabellones camina Ruth, ama de casa de 49 años, que decidió venir a la Rural con su hija de 18, Karina, y una amiga. Tuvo que desembolsar 39 pesos por las tres entradas. «Para mí es todo un presupuesto», admite esta mujer que dice que la feria «tiene mucha variedad de libros, tanto para chicos como para grandes». Quiso comprarse un libro con recetas de cocina, la ahuyentaron los 50 pesos que cuesta el ejemplar. «Es mucho para mí, mi bolsillo puede hasta 25», aclara. Cristina, 38 años, lleva un termo y un mate. Nada parece alterar a esta joven mujer que se gana la vida como encargada de edificio. Es la primera vez que visita la feria. Su hija Lucía, de 6 años, sonríe por la tarde de sábado que le regaló su madre. Gastó unos 50 pesos. «Hace seis años que no leo nada para mí, todo lo que compro son cuentos para ella. Me gusta mucho leerle en voz alta», señala.
Cuesta encontrar un lugar para poder revisar qué ofrece el stand de Planeta. El culpable de tanto revuelo es Fernando Savater, que convoca multitudes. Ignacio Iraola, director editorial, confirma que las ventas arrancaron bien. «Acá está lleno de gente y estamos vendiendo todo el tiempo». Los que salen como pan caliente son El combustible espiritual, de Ari Paluch; los dos libros de Andahazi, Pecar como Dios manda y Argentina con pecado concebida, la saga del sueco Stieg Larsson, La logia de Cádiz, de Jorge Fernández Díaz, y Timote, de José Pablo Feinmann. Jorge Vanzulli, director comercial, arriesga una cifra: en estos primeros días se vendió un 7 a un 10 por ciento más que el año pasado. «Hasta ahora no sentimos la crisis porque tenemos libros de alta rotación que nos ayudan muchísimo», explica. A pesar del buen comienzo, aclara el director comercial, «es muy pronto para hacer un balance».
En el stand de Riverside, que distribuye a la editorial Anagrama, Leonardo dice que se nota que hay menos público circulando. «Además, la gente todavía no cobró». Pero los libros de Anagrama se venden: «Tenemos un buen material, un público muy específico, muy lector, que sabe lo que está buscando». Jonathan tiene 20 años, vive en Merlo y está cursando el tercer año de la carrera de Historia en la Universidad de Luján. Busca libros de historia y filosofía, sobre todo a Eric Hobsbawn. Lo acompañan en la excursión por los pabellones una amiga y un amigo. «Te quedaste en el siglo XIX», lo chicanea el amigo cuando escucha el nombre del historiador. Todos festejan el comentario. «Esta feria es un tanto comercial, hay muchos libros vacíos de contenido y otros que son caros e inaccesibles», señala Jonathan, antes de continuar en busca de Hobsbawn.
Como siempre, Librería de las Luces es un rinconcito amable a la hora de desplegar ofertas. Los libros de la colección Biblioteca clásica, del Centro Editor para América Latina (CEAL), se ofrecen a 8 pesos cada uno o tres por 20. Entre otros se consiguen Cabecita negra, de Germán Rozenmacher; La calle del agujero en la media, de Raúl González Tuñón; Ensayos escogidos, de José Ingenieros; La colonización pedagógica y otros ensayos, de Arturo Jauretche; Sin rumbo, de Eugenio Cambaceres, y Un dios cotidiano, de David Viñas. El buscador de perlas y rarezas tiene motivos para celebrar el regreso, después de cuatro años, del stand 2314, de ofertas del Fondo de Cultura Económica, en el Pabellón Amarillo. El espacio es pequeño pero acogedor. Un joven un tanto azorado, tratando de disimular la alegría, se acerca a la encargada del stand, María Ribeiro, para preguntarle si el precio de los Fastos, de Ovidio, una edición bilingüe, es el que figura en la primera página. «Sí», le confirma la encargada. El libro, de tapa dura para mayor detalle, cuesta 15 pesos. «Un cliente se llevó 16 bolsas y gastó 180 pesos», grafica Ribeiro lo que ocurre en esta especie de páramo. «Muchos nos dicen que este stand es lo mejor de la feria; estamos contentos por el regreso», subraya la encargada. En edición bilingüe se consiguen también las Sátiras, de Persio, y las Egoglas, de Sículo, a 12 pesos cada libro; las Comedias, de Meandro, a 15.
Otra isla es el stand 2321, gestionado en conjunto por Entropía, Bajo la Luna, Paradiso, Cactus, Caja Negra, Cebra y Mármol/Izquierdo. «Tenemos un perfil de libros que está más ligado a lo que buscan los lectores que frecuentan las librerías y que son justamente los que menos vienen a la Feria», explica Luis del Mármol, librero y editor que tiene un puñado de joyitas dentro de la filosofía y el ensayo: La poética como crítica del sentido, del lingüista y poeta francés Henri Meschonnic (49 pesos); Pulsión y ficción, de Françoise Samson (46 pesos) y Las fuentes de la vergüenza, editado por primera vez en la Argentina, de Vincent de Gaulejac (89 pesos). Caja Negra ofrece Ningún lugar adonde ir, de Jonas Mekas (60 pesos); El arte y la muerte/Otros escritos, de Antonin Artaud (33 pesos), y Nietzsche, filósofo dionisíaco, de Ezequiel Martínez Estrada (30 pesos), entre otros. Bajo la Luna acaba de publicar la obra completa de la poeta argentina Perla Rotzait, Ella ríe sin embargo, en dos tomos y con un bellísimo estuche (139 pesos), y en su fecundo catálogo hay libros imperdibles como Clínica del abandono, de la gran poeta italiana Alda Merini (44 pesos) y Lejos de tierra & otros poemas, edición bilingüe de Herman Melville (51 pesos).
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