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Elisa Carrillo Cabrera y Leonard Jakovina. (Foto: Gero Breloer)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de abril 2009. (RanchoNEWS).- La bailarina Elisa Carrillo, vestida por Gaultier, se presentó en la Deutsche Oper con una imagen muy sensual. Desde Berlín una nota de EFE:
La bailarina mexicana Elisa Carrillo Cabrera triunfó hoy en Berlín como sensual Blancanieves vestida por Jean Paul Gaultier, desde el escenario de la Deutsche Oper y como protagonista de una coreografía del francés Angelin Preijocal.
Más felina que dulce, con una cabellera azabache, como quiere el cuento y de tez menos blanca de lo que pensaron los hermanos Grimm, Carrillo se alzó como heroína de Schneewittchen –Blancanieves–, estrenado hoy como plato fuerte de la temporada berlinesa.
Se trata de una producción potente, tanto por el nombre de Gaultier, como por venir refrendada por las dos grandes óperas de Berlín –es producción de la Staatsoper Unter den Linden, en el antiguo lado oriental, y se estrenaba en la Deutsche, al otro lado de la ciudad–.
Gaultier no se lo puso fácil a algunos miembros del cuerpo de baile de la Staatsoper. A la madre de Blancanieves, Bettina Thiel, le corresponde alumbrar a su hija sobre talones de muchos centímetros. En circunstancias parecidas se desenvuelve la madrastra, Beatrice Knopp, convertida en una dómina con mucho látex, arriesgada capa y polisón y, encima, sobre calzado de vértigo.
Mientras Elisa Carrillo cimbrea, se envuelve y desenvuelve sobre su príncipe, Leonard Jakovina, sin el menor obstáculo por parte de su fina túnica y descalza, a su enamorado le corresponde contenerse en un ceñidísimo traje de torero.
Los cuentos son buena materia para el ballet y el cuerpo de baile de la Staatsoper allanó cualquier traba derivada de los diseños de Gaultier, en una producción que Preijocal había mostrado ya en el Festival de Lyon y que en Berlín tuvo su estreno internacional enriquecida con el sello de las dos óperas de la capital alemana.
Preijocal eligió para su composición la música de Gustav Mahler, con fragmentos de varias de sus sinfonías y algún que otro toque de música electrónica.
Los decorados –de Thierry Leproust– compartieron protagonismo con los diseños de Gaultier y los «cómplices» de Blancanieves, los enanitos, se erigieron en vencedores morales de la gala.
Puesto que no podían ser enanos –ni siquiera bajitos–, Prejocal los convirtió en ágiles alpinistas trepadores, tan asexuados frente a los encantos de Blancanieves como los personajes del cuento, pero mucho mejor dotados para el ballet.
Una creativa escena con los siete trepando por sus correas de escalador se llevó una de las ovaciones más cerradas de la gala, junto con la endiablada danza de la madrastra cuando, por fin, se despoja de los altísimos talones para mostrar todo su poderío.
En el cómputo final, los pas de deux de Carrillo y Jakovina se ganaron los bravos generalizados, desde que arranca su descubrimiento como enamorados –en una pieza muda, sin música– hasta el beso que devuelve a la vida el cuerpo inerme, pero con todo cimbreante, de Blancanieves.
La imagen de la Carrillo, a pecho descubierto, dormida entre un colchón de rojas manzanas, ocupa desde hace semanas las carteleras berlinesas, como un reclamo mediático para este plato fuerte de la temporada de ballet de la capital.
La escena es inexistente sobre el escenario, pero la Blancanieves mexicana no precisa más imán que ella misma para acaparar ovaciones.
Elisa Carrillo Cabrera y Leonard Jakovina. (Foto: Gero Breloer)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de abril 2009. (RanchoNEWS).- La bailarina Elisa Carrillo, vestida por Gaultier, se presentó en la Deutsche Oper con una imagen muy sensual. Desde Berlín una nota de EFE:
La bailarina mexicana Elisa Carrillo Cabrera triunfó hoy en Berlín como sensual Blancanieves vestida por Jean Paul Gaultier, desde el escenario de la Deutsche Oper y como protagonista de una coreografía del francés Angelin Preijocal.
Más felina que dulce, con una cabellera azabache, como quiere el cuento y de tez menos blanca de lo que pensaron los hermanos Grimm, Carrillo se alzó como heroína de Schneewittchen –Blancanieves–, estrenado hoy como plato fuerte de la temporada berlinesa.
Se trata de una producción potente, tanto por el nombre de Gaultier, como por venir refrendada por las dos grandes óperas de Berlín –es producción de la Staatsoper Unter den Linden, en el antiguo lado oriental, y se estrenaba en la Deutsche, al otro lado de la ciudad–.
Gaultier no se lo puso fácil a algunos miembros del cuerpo de baile de la Staatsoper. A la madre de Blancanieves, Bettina Thiel, le corresponde alumbrar a su hija sobre talones de muchos centímetros. En circunstancias parecidas se desenvuelve la madrastra, Beatrice Knopp, convertida en una dómina con mucho látex, arriesgada capa y polisón y, encima, sobre calzado de vértigo.
Mientras Elisa Carrillo cimbrea, se envuelve y desenvuelve sobre su príncipe, Leonard Jakovina, sin el menor obstáculo por parte de su fina túnica y descalza, a su enamorado le corresponde contenerse en un ceñidísimo traje de torero.
Los cuentos son buena materia para el ballet y el cuerpo de baile de la Staatsoper allanó cualquier traba derivada de los diseños de Gaultier, en una producción que Preijocal había mostrado ya en el Festival de Lyon y que en Berlín tuvo su estreno internacional enriquecida con el sello de las dos óperas de la capital alemana.
Preijocal eligió para su composición la música de Gustav Mahler, con fragmentos de varias de sus sinfonías y algún que otro toque de música electrónica.
Los decorados –de Thierry Leproust– compartieron protagonismo con los diseños de Gaultier y los «cómplices» de Blancanieves, los enanitos, se erigieron en vencedores morales de la gala.
Puesto que no podían ser enanos –ni siquiera bajitos–, Prejocal los convirtió en ágiles alpinistas trepadores, tan asexuados frente a los encantos de Blancanieves como los personajes del cuento, pero mucho mejor dotados para el ballet.
Una creativa escena con los siete trepando por sus correas de escalador se llevó una de las ovaciones más cerradas de la gala, junto con la endiablada danza de la madrastra cuando, por fin, se despoja de los altísimos talones para mostrar todo su poderío.
En el cómputo final, los pas de deux de Carrillo y Jakovina se ganaron los bravos generalizados, desde que arranca su descubrimiento como enamorados –en una pieza muda, sin música– hasta el beso que devuelve a la vida el cuerpo inerme, pero con todo cimbreante, de Blancanieves.
La imagen de la Carrillo, a pecho descubierto, dormida entre un colchón de rojas manzanas, ocupa desde hace semanas las carteleras berlinesas, como un reclamo mediático para este plato fuerte de la temporada de ballet de la capital.
La escena es inexistente sobre el escenario, pero la Blancanieves mexicana no precisa más imán que ella misma para acaparar ovaciones.
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(Foto: Gero Beloer)
(Foto: Gero Beloer)
(Foto: Deutsche Oper)
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