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martes, julio 21, 2009

Noticias / Colombia: Libros contra las armas

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Metrocable en la comuna Santo Domingo de Medellín y un grupo de niños en la biblioteca España. (Foto:A. I)

C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de julio 2009. (RanchoNEWS).- La comuna Santo Domingo es una de las más pobres de la ciudad colombiana de Medellín, en la que el 80% de la población vive en el umbral de la pobreza. El gobierno local dedica el 40% a la educación y alimentación de los niños. Una nota de Aurora Intxausti para El País:

Su mirada me impactó desde el primer segundo. Los ojos almendrados y negro azabache de un niño que desde hace diez años vive en la comuna Santo Domingo de Medellín (Colombia) me mostraron un barrio diferente, un lugar en el que después de decenas de muertos por el narcotráfico hoy no sólo es posible caminar por sus calles, sino incluso acercarse como turista y divisar una panorámica espectacular.

Una intensa luz atraviesa los espacios abiertos de la biblioteca España hasta chocar directamente con la mesa en la que se encontraba sentado el pequeño. ¿Qué buscas? «El año en el que el hombre llegó a la Luna». Su búsqueda se centraba en las portadas del periódico El tiempo. ¿No sería más rápido en Internet? «Me gusta el papel. ¿De dónde es usted?». Me preguntó mientras me escuchaba hablar. Cogí una bola del mundo que estaba sobre una de las estanterías y le señalé el lugar en el que vivo, España. Sus ojos se abrieron aún más si cabe. «Eso está lejísimos». Todos los días el pequeño acude a la biblioteca a jugar con los libros, a descubrir cosas diferentes y hacer los deberes. ¿Está lejos tu escuela? «Ahora no, con el metrocable estoy en tres minutos. Hasta que nos lo pusieron tenía que levantarme a las cinco de la mañana, coger la bicicleta y realizar un recorrido de hora y media para poder llegar a clase a las siete de la mañana. Cuando llegaba estaba agotado. Lo malo no era llegar, sino volver». El 40% del presupuesto municipal de Medellín se dedica a la educación y el objetivo del gobierno del alcalde Alonso Salazar es tratar de romper el ciclo de la pobreza a través de la cultura.

El metrocable no sólo le ha cambiado la vida a ese niño sino también a miles de vecinos que habitan en esa comuna de ladrillo, cemento y tejados de uralita. Donde la pobreza es más que visible y donde los años duros en los que los narcos tenían en esas laderas de la montaña el caldo de cultivo empiezan a estar en el recuerdo. La construcción de un puente en uno de los barrancos ha logrado unir a familias enfrentadas durante años en las que las navajas y pistolas campaban a sus anchas, en los que los muertos se apilaban en el fondo del barranco y en los que la vida tenía el precio marcado por el jefe de la zona. En el área metropolitana de Medellín habitan cerca de cuatro millones de personas y más del 80% viven en el umbral de la pobreza.

Mientras asciendo en la cabina del teleférico junto a cuatro vecinos del barrio, intentando no abrir mucho los ojos para que el pánico no se apodere de mí, charlo con un muchacho que viene de trabajar en el centro de la ciudad. «Hubo años en los que sabías que si te quedabas a vivir aquí terminabas metido en la droga y con una metralleta en la mano. Tenías dos opciones: ser un sicario o marcharte, y yo opté por alejarme. Hoy estoy vivo. Y la vida para todos es bastante diferente. Somos pobres, pero supervivientes».

Un niño-guía me lleva por las calles sin asfaltar del barrio cuando veo a un grupo de mujeres acercarse a un camión que exhibe cartones de huevos en su parte trasera. Junto a él se encuentra el Hospital de los Fogones, una caseta en la que se arreglan todo tipo de cacharros relacionados con la cocina. A pocos metros, unos espectaculares plátanos cuelgan de la legumbrería.

Las cabinas y los pasillos del metro están tan impolutos que cuando caminas tienes la sensación de estar en un museo, los uniformes de las limpiadoras se asemejan a los de una enfermera de hospital. Y en este cambio que va experimentado la ciudad, los basureros se transforman en fantásticos edificios como el del Parque Explora, destinados a que los niños vean algo más que la pobreza.

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