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El escultor francés. (Foto: Jesús Villaseca)
C iudad Juárez, Chihuahua, 3 de febrero 2010. (RanchoNEWS).- Aunque el museo es «un lugar interesante para producir algo y trabajar, o exponer, no abre nuevas posibilidades, pero la calle sí. Por eso el arte público me resulta extremadamente atractivo». Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
Así lo expresa el escultor francés Daniel Buren (1938), quien se encuentra en México para ver los detalles de su intervención el próximo junio en el Hospicio Cabañas, en Guadalajara, y de su exposición a finales de octubre en la Galería Hilario Galguera.
La posibilidad que desde hace dos décadas existe para hacer arte público dentro del mundo de la estética va a cambiar la producción del mismo, vaticina Buren en entrevista con La Jornada.
¿En el futuro, más artistas saldrán a la calle?
Sólo puedo hablar de mi experiencia. Siempre soñaba o pensaba, incluso trabajaba al aire libre, pero sin ningún tipo de permiso o posibilidades, excepto hacer lo que quería y terminar dos horas después.
«Ahora, cada vez más está en la mente de las personas pedir a los artistas hacer algo para un lugar, una calle, un monumento o lo que sea. Esto ha venido a reabrir los ojos a otra manera de producir obras de arte, porque no me es posible tomar una obra hecha para un museo o un espacio privado y colocarla en la calle. Eso, claro, existe, pero es la peor manera de ponerse a trabajar en el campo público. Unos cuantos artistas, si no es que la mayoría, ya saben que si van a trabajar al aire libre necesitan pensar en el lugar y en las cosas que pasan en el exterior. En un museo se puede hacer lo que quieras, como colocar un pedazo de lino en el piso y funciona. Todas esas posibilidades se desvanecen al aire libre. Hay que pensar de manera completamente diferente».
Con Orozco, interesante conexión
Daniel Buren todavía no decide qué hará exactamente en el Hospicio Cabañas, sede desde 1983 del Instituto Cultural Cabañas, porque desconoce el presupuesto disponible para concretar su proyecto, que cuenta con apoyo de la embajada de Francia en México. «Prefiero conocer el presupuesto y trabajar a partir de ello, que presentar algo y entonces las personas encargadas tienen que calcular cuánto va a costar y luego ver si pueden conseguir el dinero. Estamos justo antes de este proceso», explica. Tampoco sabe qué va a exhibir en la Galería Hilario Galguera.
Manifiesta no sentirse demasiado inquieto, porque «trabajo muy rápido». Además, «visitamos el lugar hace un año y poco a poco las ideas aumentan».
Ante la insistencia, agrega: «Brinco de las posibilidades tridimensionales a las bidimensionales, así que es muy vago. En primer término está el uso del patio, no todos, porque son como 18. Eso dependerá de los recursos disponibles. Me gusta la idea de intervenir varios de los patios».
¿Qué piensa al competir, de alguna manera, con los murales de José Clemente Orozco?
Es un buen desafío. Lo veo como una conexión fantástica en términos de espacio, pero sin ninguna idea de hacer comparaciones, competir o algo así. Es como cuando haces una exhibición en un museo y junto tienes una sala con cuadros fantásticos de Matisse o Mondrian. Sabes que el público pueda ver tu obra antes o después de visitar la sala de Matisse o Mondrian. Es un poco así.
«Tendré el desafío de crear obras que casi nada tienen que ver con la de Orozco, pero por lo menos serán decentes al compararse con la altísima calidad de esos murales. La conexión es interesante porque cuando tenía 18 años vine a México a estudiar sus murales. Para mí el movimiento muralista fue el mejor ejemplo en el siglo XX de cómo los artistas retomaron la idea de hacer obras públicas. Así que me da mucho gusto estar junto a uno de los mejores de ese periodo».
Obras in situ
Danil Buren mantiene relación con México. En 2002 presentó su exposición Selección 2: cabañas estalladas 2000 en el Laboratorio Arte Alameda. Una muestra de los trabajos de sus alumnos de Dusseldorf se montó en la galería Garash. El artista viajó a México para la inauguración y participó en el simposio paralelo en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
De niño, los padres de Buren vinieron a trabajar aquí y regresaron con «muchas imágenes fantásticas y pláticas acerca del país. Quise saber más de algo que desconocía»: sostiene que hace 50 años las actividades de los muralistas eran poco conocidas, inclusive, aun hoy día.
«Así que emprendí un viaje para conocer de primera mano el espíritu de lo que habían hecho. Me di cuenta de muy joven de que la famosa escuela de París no era el centro del mundo, que otra cosa al mismo tiempo luchaba en contra de ella, porque los muralistas de México eran unos hombres realmente enfadados. No eran artistas delicados o burgueses y, por lo menos, querían separarse de ese tipo de espíritu».
¿Esta experiencia muralista se reflejó en su obra?
A los 20 años fui invitado a trabajar a las islas Vírgenes durante un año e hice algunos murales sobre madera. Fue entonces cuando de repente deseché toda mi influencia. A partir de ese momento nunca volví a pensar en hacer arte de una manera tradicional. La idea de trabajar en una situación específica se volvió muy importante. Mi obra, que después llamé in situ, partió más o menos de esa premisa.
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