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Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina (tercera de la izquierda) y junto a ella Guido Westerwelle, ministro del Exterior de Alemania, ayer, durante la inauguración oficial en Frankfurt del encuentro editorial más relevante del mundo. (Foto: Reuters)
C iudad Juárez, Chihuahua, 6 de octubre 2010. (RanchoNEWS).- Frankfurt, 5 de octubre. Al inaugurar la Feria del Libro de Frankfurt 2010, que tiene como invitado de honor a Argentina, la presidenta de ese país, Cristina Fernández de Kirchner, rindió homenaje «a todos los escritores caídos en la dictadura, a los que perdieron a su familia, a los que tuvieron que pagar con el exilio o con su vida». Una nota de Pablo Espinosa para La Jornada:
De hecho, al llegar a la Harmonie Hall, recinto central del acto editorial más importante del mundo, Cristina Fernández lo primero que hizo, antes de ocupar su lugar de honor, fue dirigirse a la fila 8 para saludar de manera especial al poeta Juan Gelman, quien se convirtió así en la primera figura central de esta feria, tan preñada de personalidades de la literatura universal.
Gelman obtuvo el Premio Cervantes de Literatura hace dos años, luego de publicar su obra en México, en una editorial independiente, Ediciones Era, y apoyado por otros organismos mexicanos libres. Actualmente y desde hace muchos años radica en la colonia Condesa de la capital mexicana.
La memoria como eje
La alocución de la presidenta de Argentina fue la octava de una serie de oradores iniciada con Gottfried Honnefelder, presidente de la Asociación Alemana de Editores y Libreros.
Cristina Fernández estructuró un discurso a la manera clásica: a partir de una relatoría tangencial de lo dicho antes de ella, improvisó distintos temas, pero enfatizó en el de la dictadura y sus efectos sobre la cultura argentina.
De hecho, antes que ella Griselda Gambaro, escritora argentina, centró su intervención en el mismo asunto, coronando una argumentación a partir de la ecuación literatura y poder, y nombró precisamente a Juan Gelman como uno de los escritores que pagaron con el exilio, aunque muchos otros –recalcó la dramaturga– lo hicieron con su vida.
Los escritores sobrevivientes a la dictadura argentina, enarboló Griselda Gambaro, «somos la conciencia del mundo, tan avasallada hoy por los intereses económicos, porque la relación literatura y poder es mucho más estrecha de lo que se cree».
El director de la Feria del Libro de Frankfurt, Juergen Boos, abonó: «los lectores alemanes hemos sido testigos de los esfuerzos de los escritores argentinos de canalizar el pasado a través de la literatura».
Ese punto lo retomó la presidenta argentina: «alguien dijo aquí que los argentinos presentan su historia sin maquillaje, y eso es cierto. Argentina no se maquilla» y bromeó: «aquí la única que viene maquillada es la presidenta».
Dio entonces cifras: «en 2002, Argentina destinaba 5 por ciento de su PIB al pago de la deuda externa y 2 por ciento a la educación. Siete años después, dedica 2 por ciento al pago de la deuda y 6.47 por ciento a la educación».
Puso el foco: «el eje de la participación de Argentina como invitada de honor en esta que es la Feria del Libro más importante del planeta, es la memoria».
La memoria de la dictadura y sus efectos y también, subrayó, la memoria de los 200 años de la revolución de mayo. La presencia de 60 escritores argentinos, el montaje de exposiciones alusivas, los homenajes a Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Tomás Eloy Martínez y Homero Manzi, la construcción de un pabellón especial de 450 metros cuadrados, la representación cultural más importante que haya tenido un país en las anteriores ferias del Libro de Frankfurt, «constituyen nuestra celebración del bicentenario de nuestra independencia».
Martillazo de salida
Representantes de 113 países celebraron las bromas con las que salpimentó Cristina Fernández su discurso: «los argentinos nunca hemos sido neutrales, para neutrales los suizos, como decía mi abuelo», y ante las risas generalizadas acotó: «pero es una broma, no se vaya a ofender nadie por favor».
Formadas ya para el protocolo, las edecanes vestidas de rojo, dispuesto ya el notorio dispositivo de seguridad policiaca, listo todo para la inauguración del módulo de honor de los 172 mil metros cuadrados que ocupa la feria, Cristina Fernández obsequió una última broma:
«Aquí en el atril hay un martillo, ¿qué, hay que golpear a alguien?», a lo que el doctor Gottfried Honnefelder, presidente de los Libreros Alemanes, acudió al estrado y pronunció las palabras protocolarias de bienvenida, para que la invitada de honor diera, en lugar del banderazo de salida, el martillazo de inicio.
«No entiendo nada», le decía desde el foro a señas a su asistente en primera fila la presidenta argentina, pues la alocución de Honnefelder fue en alemán. Cuando llegó el auricular con el servicio de traducción, ya el breve discurso había concluido, y entonces resolvió Cristina Fernández con soltura:
«¿Qué, golpeo?»
Y golpeó el atril de los discursos con un martillito blanco.
Y así quedó inaugurada la edición 2010 del encuentro editorial más importante del planeta.
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