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Un aspecto de la zona arqueológica. (Foto: Cortesía del INAH)
C iudad Juárez, Chihuahua, 18 de noviembre 2011. (RanchoNEWS).- Repensar los programas económicos y políticos para el norte del país, con un perfil que permita abrir las economías regionales, así como las facilidades arancelarias para interesar a ese turismo «que trae los dólares, que construye hoteles, que da trabajo a la gente», es una de las propuestas para aumentar el número de visitantes a las zonas prehispánicas de esa parte de México, opina el arqueólogo Eduardo Gamboa Carrera, director del Centro Cultural Paquimé, en Chihuahua. Una nota de Mónica Mateos-Vega para La Jornada:
Considera además que todo el «show de la violencia» en el norte es sólo una «cortina de humo», y afirma que durante el presente sexenio el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) «ha hecho esfuerzos faraónicos para poner en valor sitios en esa entidad, por ejemplo en la región de Madera, entre ellos la zona llamada Cuarenta Casas, el conjunto Huapoca, la Cueva Grande y Sirupa. También desarrolla investigaciones en Cueva de la Olla, en el municipio de Casas Grandes, todos abiertos al público en ese periodo; lo que no hay es apoyo estatal».
Patrimonio de la humanidad
Paquimé, catalogada patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 1998, es la zona arqueológica norteña más popular debido, principalmente, a sus impresionantes y enigmáticas construcciones de adobe, muestra de la destreza de los arquitectos prehispánicos.
Las cifras del INAH, obtenidas por La Jornada por conducto del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (Ifai) indican que entre 2006 y 2009 las visitas al sitio, que eran de alrededor de 51 mil personas anuales, se redujeron 40 por ciento. En la zona de Cuarenta Casas la afluencia cayó 60 por ciento.
Para la conservación de las cinco zonas abiertas al público en ese estado, el instituto no tiene un presupuesto asignado. Los recursos necesarios se toman «del gasto básico» del Centro INAH Chihuahua. No obstante, el dinero ha fluido, por ejemplo a Paquimé, por medio de los proyectos de investigación que propone el arqueólogo Gamboa: al menos ha recibido para investigación y conservación 540 mil pesos en ese periodo, de acuerdo con la misma información del Ifai.
Durango
En Durango, la única zona arqueológica abierta al público, La Ferrería, ubicada a siete kilómetros de la capital, ha perdido casi 50 por ciento de sus visitantes, en su mayoría estudiantes, en los recientes cinco años.
La principal causa son los problemas de infraestructura, señala el arqueólogo José Luis Punzo Díaz: «en 2009, por más de seis meses se cerró el camino de acceso tradicional a la zona arqueológica debido a obras viales, se levantó la carpeta asfáltica lo cual ocasionó que los visitantes debieran hacer un gran rodeo, pero aprovechamos para construir un nuevo estacionamiento».
También afectaron a La Ferrería las intensas lluvias de 2010, al inhabilitar un puente de acceso a la zona que fue reabierto el pasado mayo. Este año, la escasa afluencia «pinta igual, derivado de estos dos eventos», añade Punzo.
El sitio incluye espacios rituales circulares, hallazgos como huesos de aves y anillos de piedra que emparentan a la cultura que floreció ahí con la de Paquimé y otras del suroeste de Estados Unidos.
Los primeros trabajos de investigación formales los realizaron arqueólogos estadunidenses en 1948, quienes extrajeron múltiples vestigios, de los cuales no se conoce su paradero, aunque muy probablemente se encuentren en colecciones privadas.
Después, al igual que en muchos sitios prehispánicos del norte del país, La Ferrería fue abandonado por las autoridades mexicanas durante 40 años, con la consecuente destrucción y saqueo por traficantes profesionales de piezas arqueológicas. Las investigaciones se retomaron en 1993.
El arqueólogo José Luis Punzo detalla que si bien en la zona arqueológica y en el museo de sitio no han tenido ningún incidente relacionado con la inseguridad que priva en el estado, «en los proyectos de investigación de campo, la situación es distinta, especialmente en la sierra. En ese lugar, al suroeste de Durango, la situación de violencia es muy fuerte y sí hemos tenido que suspender muchas de las actividades de trabajo de campo programadas, para redireccionarlas a trabajos de gabinete y de análisis hasta que las condiciones sean más favorables».
Punzo reconoce que en la entidad se padece «un rezago muy importante respecto de la investigación. Por ello, en ningún momento se ha buscado que los trabajos en los sitios estén enfocados a la apertura al público de zonas arqueológicas. Lo que hemos tratado de hacer es impulsar la formación de arqueólogos. Esta reactivación de la investigación nos permitirá abrir en un futuro zonas arqueológicas, pero a corto plazo no creo que eso suceda.
«En este sentido, solamente recomendaría la visita a la zona de La Ferrería (la cual recibió del INAH 433 mil pesos los pasados seis años para mantenimiento), que cuenta con todos los servicios. Aunque en Durango existe gran cantidad de bellos lugares con vestigios de arte rupestre, al no contar ninguno con infraestructura sería una irresponsabilidad fomentar su visita, los condenaríamos a la destrucción».
El investigador coincide con sus colegas de entidades aledañas en señalar: «hace falta una mayor atención a los sitios del norte en general, una de las debilidades principales está en la falta de difusión a escala nacional. Por supuesto, también hace falta apoyo en materia de presupuesto y, sobre todo, en el de personal adscrito a los centros INAH norteños; falta mucho por trabajar», concluye.
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