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Petrograbados en el sitio preshispánico de Boca de Potrerillos, Nuevo León. (Foto: Héctor Jaime Treviño Villarreal)
C iudad Juárez, Chihuahua, 15 de noviembre 2011. (RanchoNEWS).- Majestuosas, pero olvidadas. Sorprendentes, pero con graves problemas de deterioro. Las zonas arqueológicas del norte del país, desde hace un par de años, afrontan también la tristeza de una afluencia de visitantes que va en picada, debido al clima de violencia e inseguridad que se vive en la región, según confirman a La Jornada algunos de los arqueólogos que trabajan en esos sitios prehispánicos. Una nota de Mónica Mateos-Vega para La Jornada:
Tan sólo en Tamaulipas, la zona arqueológica de Las Flores, ubicada en pleno corazón de Tampico, que en 2006 recibió a más de 7 mil personas, el año pasado apenas tuvo 742 visitantes, y entre enero y junio de este año 320, indican las cifras proporcionadas a este diario por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) por conducto de una solicitud dirigida al Instituto Federal de Acceso a la Información y Prorección de Datos (Ifai).
Paquimé, baja de 40 por ciento
Los arqueólogos responsables del sitio tamaulipeco, Gustavo Ramírez Castilla y Sophie Marchegay, lamentan que en la entidad «la violencia nos está arrancando también una parte de nuestra historia», pues muchas personas han dejado de visitar Las Flores ante el temor de las balaceras y las detonaciones de granadas que suceden en Tampico a plena luz del día.
En Zacatecas, cuyas zonas de Altavista y La Quemada han registrado en 2009 y 2010 un descenso en el número de visitantes de 50 y 30 por ciento, respectivamente, en contraste con las cifras que se manejaban al principio del sexenio, la inseguridad ha afectado también proyectos de investigación.
«Es peligroso transitar por las carreteras de Zacatecas. La Quemada queda a 35 minutos de la capital del estado y Altavista a dos horas. En este último sitio, una investigadora tuvo que cerrar su proyecto y evalúa la conveniencia de continuarlo», señala el arqueólogo Marco Antonio Santos Ramírez, a cargo de La Quemada.
En Chihuahua, donde la zona de Paquimé registra una disminución de visitantes de 40 por ciento y el espectacular sitio conocido como Cuarenta Casas, de casi 60 por ciento, la inseguridad «es relativa», en opinión de Eduardo Gamboa Carrera.
El director del Centro Cultural Paquimé atribuye a diversas circunstancias la baja en la afluencia de público. El sitio es el más popular de todas las zonas norteñas, registró más de 51 mil visitas en 2006, pero el año pasado sólo acudieron 32 mil personas. En Cuarenta Casas bajó de 16 mil 594 visitantes, en 2006, a 6 mil 798 en 2010.
«Son diferentes factores los que afectan la expectativa de los destinos culturales, comenzando por la percepción del bien, su significado, su vocación, la infraestructura, por supuesto la difusión y las redes de intercambio turístico comercial», señala el arqueólogo Gamboa.
Y detalla: «con la inseguridad vivimos los arqueólogos: del presupuesto para la siguiente temporada, de quién estará ocupando el terreno, de los saqueadores que no ven bien a los metiches, del mercado negro de piezas de valor cultural, del dueño de las vacas, de los perros. Nuestras instalaciones son bastante seguras y bien coordinadas con protección civil y la comandancia municipal, así como con la Cruz Roja y los bomberos. La inseguridad es relativa, la región no vive un estado de inseguridad permanente, fluctúa y se distribuye en picos de tiempo y espacio, hoy aquí, pasado mañana allá, y en un descuido quedar entre un fuego cruzado o ser víctima de un secuestro, un robo, un car jacking, o una extorsión, por lo que si algo aumentó, no fue la inseguridad, fue la delincuencia».
Recesión económica, otro factor
El arqueólogo Antonio Porcayo Michelini, del Centro INAH Baja California, apunta que además de la ola de violencia e inseguridad que se vive en la frontera, es la recesión económica en la entidad la que también afectó durante los recientes cinco años la afluencia de visitantes a El Vallecito (que tuvo una disminución de 23 por ciento); «el estado es muy grande y definitivamente cuesta dinero llegar a esa zona», agrega.
En Durango, el arqueólogo José Luis Punzo Díaz explica que en el sitio La Ferrería, cuyo ingreso de visitantes ha caído 49 por ciento, son dos las razones. La primera, la infraestructura, pues en 2009 se cerró por más de seis meses el camino de acceso tradicional a la zona, además de que en 2010 la temporada de lluvias fue particularmente fuerte y una creciente afectó el puente de acceso a la comunidad de La Ferrería, así como a la carretera.
«Este año pinta igual, derivado de esos dos eventos. La segunda razón es, por supuesto, la violencia en la ciudad de Durango, aunque cabe mencionar que la parte más álgida en esa urbe fue en 2010 y los primeros meses de este año. Muchas escuelas han preferido no hacer visitas fuera de sus instalaciones», concluye el arqueólogo.
Según los datos entregados a La Jornada por el Ifai, en Nuevo León, la zona Boca de Potrerillos recibe hoy día 56 por ciento menos visitas que en 2007: de 6 mil 212 en ese año pasó a 2 mil 734 en 2010.
«La afluencia bajó debido a la espiral de violencia que hemos vivido en la región», comenta Héctor Jaime Treviño Villarreal, delegado del Centro INAH Nuevo León. Inclusive, continúa, «hubo un momento en que el alcalde de Mina (donde está la zona arqueológica), Dámaso Cárdenas, hizo declaraciones a un diario de Monterrey para que las personas se abstuvieran de ir al municipio por la inseguridad reinante».
Por fortuna, agrega Treviño, entre septiembre y octubre de este año ha repuntado la afluencia de visitantes, «debido a las fuertes medidas de seguridad implementadas por el Ejército, la Marina y la Policía Federal».
En Sinaloa y Sonora, si bien no existen zonas abiertas al público, hay un corredor arqueológico que va del municipio de El Fuerte (Sinaloa) a Álamos (Sonora), donde «hay lugares muy interesantes, pero tenemos miedo y no los visitamos, no podemos trabajar ahí, ni siquiera acercarnos y mucho menos de noche, por la inseguridad. Y nosotros somos de aquí, sabemos dónde no entrar ni movernos, así lo asumimos. Por ejemplo, ya no acudimos al sitio arqueológico ubicado en San José de Gracia, que está en la zona serrana sinaloense, debido a las gavillas, a los que siembran mariguana y amapola, a los gatilleros que ahí se esconden, ni por ocurrencia entramos, por la violencia», comentaron trabajadores del Centro INAH Sinaloa que pidieron se reservara su nombre.
Por su parte, el arqueólogo Júpiter Martínez, del Centro INAH Sonora, aclara que las características de las zonas arqueológicas en esta entidad presentan «mayor fragilidad al impacto del turismo en masa, especialmente sin control», pues algunas se caracterizan por sus accesos remotos y complicados, lo cual si bien resulta en beneficio de la conservación, requieren de una compleja infraestructura turística «que distamos mucho de tener; el estado es muy extenso y presenta muy baja densidad poblacional en la región de la sierra».
No obstante la situación, los trabajos de los arqueólogos no se detienen, ni las investigaciones que cada día revelan interesante información acerca de las magníficas zonas prehispánicas norteñas. De ello daremos cuenta en las siguientes entregas de este reportaje.
(Con información de Javier Valdez Cárdenas, corresponsal)
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