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La escritora comparte el reconocimiento que recibió con su esposo José Emilio Pacheco (Foto: Cristina Rodríguez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 14 de noviembre 2011. (RanchoNEWS).- Con el «temor» de que nadie llegara a su homenaje nacional ayer en el Palacio de Bellas Artes, la escritora, periodista, conductora y colaboradora de esta casa editorial Cristina Pacheco fue sorprendida por la asistencia de casi 700 admiradores que la recibieron con una ovación desde que apareció en el escenario de la Sala Manuel M. Ponce, donde se realizó el «encuentro» en el que recibió un reconocimiento por su labor profesional de manos de Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
Dado que la sala sólo tiene cabida para 238 personas, las restantes fueron canalizadas a la Adamo Boari, donde hubo circuito cerrado y se calcularon 280 asistentes, así como otros 150 congregados en el vestíbulo. Al término del acto y mientras firmaba libros y repartía autógrafos, se escuchó el grito «Cristina, Cristina».
Acto seguido, la homenajeada fue conducida al barandal frente al mural Nacimiento de la nacionalidad, de Rufino Tamayo, donde saludó a su público con un sencillo «muchas gracias a todos». Desde los diferentes pisos los visitantes al recinto no conforme con verla tan lejos, empezaron a pedir, «que baje, que baje», lo que hizo entre vitoreas de «Cristina, ra, ra, rá».
Minutos antes Cristina Pacheco había dicho que en caso de falta de quórum esperaba la llegada de sus personajes, que son «infinitos», así como de «personas a las que quiero y quise mucho: Carlos Monsiváis, Fernando Benítez, Juan Soriano, José Pagés Llergo, Pedro Campos Ramírez, Salvador Elizondo y Tomás Segovia».
Para la titular de los programas Aquí nos tocó vivir y Conversando de Canal Once, a lo largo de los años sus entrevistados le han dado la oportunidad de tener «escenarios»: «Si no hubiera hecho las entrevistas para la televisión, no habría entrado a todos esos lugares. No sabría cómo son las casas que no tienen ventanas, ni como son los patios de las personas que comparten el lugar de lavar, el chiquero y el lugar donde se cocina. No sabría cómo es una cantina por dentro, ni un hotel de paso, ni la casa de las mujeres que trabajan en la noche. No sabría muchas cosas».
Ahora, «debo decirles, soy una mentirosa contumaz», porque «ninguno de mis personajes existe. Claro, los creé por dos razones que les hablan en cierta forma de mi egoísmo. Si me preguntan por qué escribo, les voy a decir porque quiero, porque me gusta y porque me da un placer infinito. Pero también porque al hacer a mis personajes recupero a los seres que perdí. A otros simplemente los hago con los pedacitos, con los fragmentos, con los perfiles que voy encontrando por la calle. Soy una especie de pepenadora». Aunque sus personajes «no existen», Cristina Pacheco señala que tienen «la textura, el olor de la realidad. Y, por si fuera poco, proyectan siempre, siempre una sombra».
Al dar el reconocimiento recién recibido a su esposo, el polígrafo José Emilio Pacheco, agregó: «Es posible que no tenga muchos lectores, pero tengo siempre uno. Desde muy tempranito se levanta y va por La Jornada y me dice suavemente 'salió tu texto'. Para corresponderle ese acto inmenso de generosidad lleno la casa con el olor del café».
En la mesa moderada por el periodista José Luis Martínez, el escritor Rafael Pérez Gay dijo que Cristina Pacheco «formó parte de un cambio silencioso, primero, y más tarde de estruendo que transformó el rostro de la cultura mexicana y aun del país».
Sus cuentos «narran la historia de la ciudad perdida, las ilusiones perdidas, los amores y sueños perdidos. Esta pérdida rige sus letras, su tensión dramática y sus narraciones oscuras».
La homenajeada, agregó Pérez Gay, ha desarrollado una técnica que proviene del periodismo, la domina y es capaz de usarla de diversas formas. Así, la entrevista se convierte en sus libros en una ventana al mundo.
De acuerdo con el escritor y dramaturgo Ignacio Solares, «en cada crónica, entrevista, relato, programa de radio o televisión, Pacheco ha dado testimonio de lo mejor que tenemos, nuestra capacidad de asombro y reponernos antes las adversidades, desde las pequeñas desgracias cotidianas hasta las grandes catástrofes nacionales. La literatura ha estado con Pacheco desde el principio de su vida como espejo implacable de la realidad».
Pacheco, dijo el escritor Hernán Lara Zavala, «desde sus múltiples tribunas y estadios se proyecta dentro de la cultura mexicana como una de las grandes mujeres que desde hace décadas lucha por mejorar la situación del país, superar sus atavismos».
La escritora Mónica Lavín aseguró que lo que el público reconoce de Pacheco, «además de su figura menuda y su arreglo cuidadoso, es que es gente de palabra. Ha echado a la bolsa a millones de televidentes, porque desde hace 33 años se ha acercado a quienes se dedican con entusiasmo y entrega a algún oficio y lo ha hecho desde el profesionalismo que la asiste».
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