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La banda. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 15 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).- En su segundo disco en el año, el canadiense y sus laderos más eléctricos meditan sobre el paso del tiempo e invitan a una travesía sin rumbo cierto. Aunque no piensan bajarse del barco si nadie los acompaña, con una tozudez que también es riesgo. Una nota de Roque Casciero para Página/12:
El que avisa no es traidor, así que va la aclaración: «Driftin’ Back», el tema que abre el último disco de Neil Young & Crazy Horse, dura 27 minutos con 37 segundos. Y otras dos canciones, «Ramada Inn» y «Walk Like a Giant», sobrepasan holgadamente los 15. Por eso, si las dos frases anteriores le provocaron al lector un escozor imposible de superar, bien puede abandonar ya mismo la lectura de esta crítica. Es simple: nada de lo que aquí se diga podrá convencerlo de prestarle atención a este doble CD. Pero si todavía está leyendo, quizá se forme una opinión diferente sobre Psychedelic Pill y, en particular, sobre esas tres piezas de duración (en principio) alarmante. Nada que los fans de Young no conozcan, por otra parte: cuando el canadiense y sus laderos más eléctricos se juntan sobre un escenario, por lo general salen descargas de poder guitarrero durante larguísimos períodos, con ellos cuatro mirándose a los ojos, abstraídos tanto del público como del resto del universo. Esos momentos en que Young, el guitarrista Frank «Poncho» Sampedro, el bajista Billy Talbot y el baterista Ralph Molina se pierden en la música suelen tener el efecto de un mantra para quienes los miran extasiados –sucedió en Buenos Aires en 2000–, y el de una sentencia al aburrimiento para quienes se quedan afuera.
«Driftin’ Back» apenas tiene cambios de acordes –aunque arranca como una típica balada folkie de Young, hasta que la banda entra por prepotencia de electricidad– y una letra en la que el canadiense medita sobre la calidad de sonido de las grabaciones, el mp3 y hacerse «un corte de pelo hiphopero». En el medio, océanos de guitarras filosas cuyo oleaje tiene rumbo desconocido: Young y Crazy Horse invitan a compartir la travesía, pero por nada del mundo piensan bajarse de barco si nadie los acompaña. Esa tozudez de viejos lobos de mares musicales no sólo es admirable en tiempos en que la mayoría de sus colegas sólo apuestan a lo seguro, sino que además paga excelentes dividendos a quienes se embarcan con alegría.
Que Neil Young escriba sobre el paso del tiempo no debería sorprender a nadie que lo conozca mínimamente, ya que viene haciéndolo desde hace casi medio siglo. Pero en Psychedelic Pill –segundo álbum de NY&CH en el año, después de las versiones de Americana– es una temática central, que cruza la gran mayoría de las canciones, de modo más o menos ostensible. En «Ramada Inn», por ejemplo, Young relata la épica cotidiana de altibajos de una pareja con «tantos años juntos a esta altura». En «Twisted Road» le rinde homenaje a Bob Dylan recordando la primera vez que escuchó «Like a Rolling Stone» («sentí esa magia y me la llevé a casa», canta). «She’s Always Dancing» bien podría interpretarse como la mirada actualizada de la protagonista de «When You Dance I Can Really Love» (de After the Gold Rush (1970). Y la monumental «Walk Like a Giant» celebra el viejo espíritu hippie –no sin una mueca al pensar en cómo terminó–, con un encantador riff silbado por los cuatro. Pero ninguna de esas canciones está tan salpicada de la propia historia del cantante como «I Was Born in Ontario», un country rock en el que exhibe su origen con orgullo.
¿Tanta mirada al pasado será consecuencia de haber trabajado en Waging Heavy Peace, su flamante autobiografía, o habrá sido la música la que motivó la mirada al pasado? De cualquier modo, por los parlantes sale la contundente visión de un señor músico que el lunes pasado cumplió 67 años, junto a la banda que más lo ha acompañado a lo largo del trayecto (unas pocas veces sinuoso, por lo general iluminado). Y es para celebrar que, además de guitarras que bucean en las profundidades y escalan cualquier montaña, un puñado de recuerdos cercanos al corazón y la fluidez musical de siempre, Neil Young todavía se pregunte el porqué de las cosas («For the Love of Man») en lugar de ponerse a pontificar.
Otra vez, el que avisa no es traidor: no tragarse esta Psychedelic Pill es perderse un viaje hermoso, espiritual, único.
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