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El escritor publicará el próximo año el libro de cuentos Flores oscuras. (Foto: Arturo Campos Cedillo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).- Las crisis crean oportunidades, y aun cuando existe un reverdecimiento de géneros como la crónica, los diarios van a tener que cambiar su perspectiva de cómo están construidos por dentro. Los periódicos ya no pueden seguir pretendiendo que informan, porque uno ya no se da cuenta de lo que ocurre en el mundo a través de ellos, advierte el escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez, quien presentó en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara su libro Historias para ser contadas, el cual reúne sus artículos periodísticos. Una nota de Erica Montaño Garfias para La Jornada:
«Hay un florecimiento del periodismo creativo en América Latina. Hace poco estuve en la ciudad de México, en el segundo encuentro de Cronistas de Indias, que reunió a jóvenes que sobre todo escriben, esta crónica creativa, no el periodismo tradicional, sino de moda, deporte, pobreza, lo que sea, pero con esta garra del periodista que quiere presentar algo nuevo».
«Esta es la gran oportunidad; se han publicado antologías muy buenas, por ejemplo la de Darío Jaramillo; hay grandes, estupendos cronistas que a la vez son literatos, como Juan Villoro, quien es capaz de escribir sobre deportes, así como libros tan buenos como Arrecife; otro es Jon Lee Anderson, un verdadero literato cuando escribe».
Se vive un fenómeno de reverdecimiento del buen periodismo, pero que no se está publicando en los diarios, sino en las revistas, que quizá no tienen gran circulación, añade el narrador y colaborador de La Jornada, quien el próximo año publicará su libro de cuentos Flores oscuras (Alfaguara).
Internet ha cambiado las reglas del juego, mientras los periódicos siguen publicando en sus versiones impresas las cotizaciones de la bolsa o el estado del tiempo, que ya es información muerta cuando uno la lee.
Éste es el momento «de encontrar nuevos ángulos, de explorar la información, lo que está ocurriendo: si hay un golpe de Estado en África para mí ya no será noticia, pero qué hay detrás, qué se puede explorar más allá de esa noticia, cuáles son los antecedentes, el trasfondo. Ése me parece que es el verdadero periodismo y lo fue en el siglo XIX.
«El gran florecimiento de la crónica a finales de ese siglo fue con los escritores modernistas, quienes eran grandes cronistas: Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Rubén Darío, Leopoldo Lugones; esos eran poetas, pero además muy buenos periodistas, porque también escribían crónicas con estilo literario. Hay que relerlos y deberían ser leídos en las escuelas de periodismo, en las redacciones», subraya quien fue vicepresidente de Nicaragua y hoy uno de los principales invitados a la FIL, donde ya participó en el homenaje a Carlos Fuentes y estará este martes en la presentación del libro Gabo periodista, a las 19 horas en el salón 5 de la Expo Guadalajara.
Historias para ser contadas (Universidad de Nuevo León) incluye «artículos de reflexión de lo que veo, de lo que hay alrededor. Comencé a escribir artículos muy temprano en mi vida. Creo que el primero lo escribí a los 14 años, en 1956: se cumplía el centenario de la Batalla de San Jacinto, cuando los nicaragüenses derrotaron a la tropas invasoras de William Walker, y escribí un texto sobre eso. El periódico me lo publicó sin saber mi edad. Empecé a escribir ficción y artículos de prensa con la misma motivación: la necesidad de comunicar a los demás lo que uno piensa que es importante, que es singular y que los demás se están perdiendo de saber. Me parece que los principios de la escritura son los mismos, y siguen siendo válidos: lo que motiva a un periodista a indagar, a ir a fuentes y descubrir algo, es lo mismo que el escritor de ficción hace, sólo que bajo reglas diferentes, obviamente, la regla de la ficción es la mentira y la del periodismo la verdad».
¿Le tocó ser periodista de nota diaria?
Nunca. Es algo que añoro. No tuve esa formación. La tuve como abogado en Nicaragua no había escuelas de periodismo. Me habría gustado mucho entrenarme en las redacciones de los periódicos. Cuando estudiaba teníamos un radionoticiario, pero yo no reporteaba. Leía las noticias, las editaba, las escribía, pero no las reporteaba.
Trabajo de campo en Haití
«Cuando vino la Revolución no volví a escribir más artículos de prensa y tampoco libros de ficción, más que Castigo divino cuando me tocó escribirlo. Al salir de esta turbulencia de la política, a finales de los 90, retomé mis artículos. La única vez que me ha tocado hacer trabajo de campo fue cuando un diario español me pidió participar en un programa con Médicos sin Fronteras que se llamó La tierra del olvido. Me dieron a elegir entre varios países y escogí Haití, porque nunca había estado ahí. Fui por una semana, me asignaron un fotógrafo y nos fuimos a explorar; me metí en lugares donde no debía. Ese trabajo me fascinó y a la vez me deprimió: cuando el avión se fue de Puerto Príncipe veía aquel territorio como una especie de país maldito, porque había ocurrido el terremoto, había pasado un huracán, en estos días hay una peste de cólera. Es como un país que cayó a una zanja y no puede salir. Entonces escribí un reportaje que se llama La piedra bajo el sol, que se publicó en la revista de dicho diario español, y cuando vino el terremoto me preguntaron que si quería escribir otro sobre lo que Haití había sido cuando estuve y lo que ya no era. Escribí La piedra remecida. Me gustaría repetir la experiencia, me gusta ese trabajo».
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