Comprendiendo a la humanidad, 2010. Pieza de la exposición Las maravillas del mundo. (Foto: Revista Ñ)
C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).- Bienvenidos a Las maravillas del mundo , un universo perturbador y atrayente, mix de espanto, belleza y humor. Pionero del arte abstracto en nuestras pampas, Iommi demuestra una vez más esa capacidad tan suya para reinventarse. A los ochenta y seis años, condensa frescura y libertad. Lo suyo no es la corrección política: cada escultura es salto al vacío, juego, riesgo latente. Heterodoxo, en estas obras de los últimos dos años Iommi tensa el andamiaje estético y conceptual: con su trash pop criollo, irónico y áspero, pone el foco en la condición humana. Un tema que viene trabajando hace tiempo y que con la serie de obras que se exhiben en la Fundación Klemm llega a su máxima potencia. Iommi se mete con el amor, el sexo, las relaciones sociales, la maldad, el desprecio. Nada de medias tintas, escribe Marina Oybin de la Revista Ñ.
«Es mi testimonio de lo que he visto en mi vida», dice el artista en diálogo con Ñ . Con estas obras, cuenta, pone fin a una etapa para empezar a indagar en un nuevo problema estético.
Entremos, entonces, en el irresistible submundo Iommi. Delante de una pared rojo furioso como telón de fondo, uno se topa con una escena de sexo: la pareja está sobre un inodoro rebosante de mierda (no es real como la que usó en obras de los setenta). La pareja, o más bien los cuerpos –no son hombres ni mujeres, sino cuerpos intercambiables, deshumanizados– están sumergidos en ese magma fecal que arrasa y contamina todo. Salpica al espectador.
En ese universo maravilloso, Iommi no deja prodigio sin exhibir: desde la tecnología pasando por el consumismo, el mundillo del arte hasta el poder. Un desfile inagotable de maniquíes, muñecos, superhéroes, juguetes, platos, cubiertos, copas, que el artista encuentra en la calle o compra en ferias, y que ahora componen un sino trágico. Imposible escapar. Cada escultura de esta serie «podría ser leída como diferentes capítulos de lo abyecto», escribe Elena Oliveras en el texto del catálogo.
Dos bebas se miran. Están sentadas en sillas atadas con alambres a una mesa. Dulce, llena de baba, una de ellas inclina la cabeza tiernamente en señal de escucha. Un gesto de comprensión. Y ahí nomás, extiende un gran tenedor de asador hasta la cara de la otra beba, ya enceguecida y clavada de manos a la mesa. En la punta del tenedor incrustó una araña que da vértigo. Y aún queda una cuchilla afilada y lustrosa cerca del centro de mesa bordado. La escena es dulcemente hiriente: «La maldad», insondable, inesperada, empapada en baba, sigue mirando con ternura a «la ingenua».
Por allí está el «Chupa culo», a pasos de «Imagen de ARTE BA», dos obras que, cuenta Iommi, hizo pensando en «la decadencia del artista que se deja manosear en esas condiciones». «La gente se va a divertir porque hay champagne. En mi época había galerías muy en serio. Había comunicación entre el artista y el público. El marchante reunía a los coleccionistas con los artistas: había un hecho cultural. Hoy, se parece a una fábrica, como si el arte se fabricara como chorizo», dice el artista.
A unos pasos está el «Verdadero Doríforo» que Iommi, ahora devenido arqueólogo, encontró en Villa Tachito. Como base, tiene una chata y una olla. Lo sostienen unos alambres que recuerdan al Iommi de los años cuarenta. En «Sin salida», una serie de varillas atraviesa a un San Sebastián posmoderno y deforme. En esas dos esculturas habita, al tiempo, el Iommi figurativo y el geométrico. El joven Iommi que en 1946 firmó el Manifiesto Invencionista y gritó que la ficción representativa había llegado a su fin. Ese Iommi que ya en la década del setenta pasó del formalismo geométrico a los ensamblajes escultóricos y objetos representativos y expresivos. Más tarde hubo un giro: crítica irónica al consumismo, a la industrialización, al mercado del arte, a esa sociedad que el artista vio antropofágica.
Y hubo también fuerte amistad con Berni. «Tuvimos peleas estéticas, pero siempre con mucho respeto», dice Iommi y recuerda que cuando exhibió «Un rectángulo de acrílico y basura» en la galería del Retiro en 1977, Berni pasó a ver la muestra.
Le gustó ese gran prisma transparente con materiales encontrados y basura acompañado con un texto: «Año 2000, creo que será como siempre. La fachada humana muy brillante, como el acrílico. Pero por dentro seguiremos acumulando escombros».
«Berni se llevó la obra, yo creí que la iba a comprar, pero nunca la compró», « dice Iommi entre risas.
Hay mesas con clavos. Clavos y hormas de zapatos de glamour opacado que conservan tonos suaves de dorado y plateado. Cerca, uno se topa con cuerpos desproporcionados, heridos, amputados. Un superhéroe revuelve una gran olla amasijo de carmín luminoso con pelos, clavos, frutos y cientos de maravillas en torbellino.
«No es el gato de angora, sino el gato sarnoso el que mejor refleja el tiempo que nos toca vivir», escribió Iommi. Hay veintiún gramos de creación flotando en la sala, y uno siente que muchos de esos personajes se nos han pegado en la piel.
Ficha
Las maravillas del mundo
Lugar: Fundación Federico Jorge Klemm
Marcelo T. de Alvear 626
Fecha: hasta el 30 de noviembre
Horario: lunes a viernes 11 a 20.
Entrada: Gratis
Iommi básico
Rosario, 1926. Artista plástico. Protagonista de la vanguardia de los años 40. En 1945 funda la Asociación Arte Concreto Invención junto a Claudio Girola (su hermano), Tomás Maldonado, Alfredo Hlito, Raúl Lozza y Manuel Espinosa, entre otros. A través de la geometría como herramienta, construye estructuras lineales y direccionales. El vacío como un elemento más dentro de las composiciones ocupa un lugar central. Expuso sus obras en galerías, museos y bienales de Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, México, España, Bélgica, Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra, Suecia, Japón, Canadá y EE.UU.
ARTE BA, 2012. Pieza de la exposición Las maravillas del mundo. (Foto: Revista Ñ)
Cerebro actual, 2010. Pieza de la exposición Las maravillas del mundo. (Foto: Revista Ñ)
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