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El escrito español. (Foto: Gonzalo Arroyo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 29 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).- Reproducimos la entrevista que le hiciera Nuria Azancot publicada el 19 de enero de 2011 para El Cultural:
Ayer uno de nuestros más jóvenes poetas, José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926), intervino en el ciclo Maestros x Maestros organizado por la Residencia de Estudiantes para celebrar su centenario. Su maestro fue García Lorca, propuesto por los organizadores, aunque el propio Caballero Bonald lo hubiese elegido porque «fue un ejemplo esencial de penetración en la realidad». Hoy regresa a la Residencia para leer sus poemas.
¿De verdad le propusieron a Lorca como Maestro, no lo eligió usted?
No, pero yo también lo hubiera elegido, porque García Lorca ha supuesto para mí una enseñanza de adolescencia inolvidable. Yo empecé a leer a Lorca antes que a ningún otro poeta, en la antología inevitable de Gerardo Diego, en aquellos años oscuros y realmente la palabra de Lorca me llegó muy adentro, la tenía muy viva y siempre la he recordado como un ejemplo de penetración en la realidad y de dinamismo retórico y verbal.
Si dentro de unos años le propusieran el mismo juego, y participase en un ciclo como éste, ¿a qué poetas jóvenes elegiría como discípulos y amigos?
Hay dos o tres, pero yo elegiría a Antonio Lucas o a Pérez Azaústre, alguno de esos jóvenes a los que considero muy próximos, muy cercanos, aunque quizá, llegado a ese caso, titubearía mucho.
¿Cuál ha sido su relación con la Residencia de Estudiantes?
Siempre he estado bastante cerca, desde que empecé a compartir las experiencias que habían vivido allí Lorca, Alberti, Buñuel y Dalí. Sin embargo ha habido una parte de esa fama de la Residencia ligada a ese trío de Lorca-Dalí-Buñuel que me ha incomodado, sobre todo a través de lo que contaba Pepín Bello, que se había convertido en una especie de portavoz oficial de aquella juventud disparatada. Me molestaba un poco aquella especie de bromas de colegio mayor, pero poco a poco también fui penetrando más en el clima de la Residencia y en lo que supuso de regeneración cultural en aquellos años, sobre todo la figura de los directores de la Residencia, como Jiménez Fraud, y lo que representó también Giner de los Ríos en aquella Institución Libre de Enseñanza: todo aquello fue para mí un ejemplo y un ejemplo que he recordado siempre y sigo recordando como una especie de espacio cronológico en la cultura del siglo XIX y XX en España que no ha tenido parangón.
Ahora que está encendido el debate sobre la jubilación a los 67, resulta sorprendente que un poeta que hace tiempo sobrepasó esa edad esté más vital y creativo que nunca. ¿Cuál es el secreto?
No sé, a veces, cuando medito en mi edad y pienso que tengo 84 años, no entiendo muy bien por qué sigo teniendo entusiasmo como escritor, como poeta sobre todo. Pues esto me desconcierta. Creo que realmente soy muy viejo y sin embargo, me siento realmente pleno y muy lleno de vida para seguir escribiendo; estoy haciendo un nuevo poema, un libro nuevo que es un largo poema y lo tengo casi listo, y lo reviso y me siento muy animado y eso no parece concordar con mi edad. La última etapa de mi obra poética es la más intensa, donde he escrito más, he publicado tres libros o cuatro con bastante frecuecia, cuando antes tardaba una década de un libro a otro, prácticamente: Y no sé por qué me ha sobrevenido, así como he abandonado mucho la prosa, y sé que no voy a escribir ninguna novela más, ni otro libro de memorias. Me siento muy distanciado de la prosa novelística, de la narrativa, de las memorias, pero el verdadero ímpetu juvenil de la poesía me llena de vida.
¿Por qué parece que España es siempre mezquina con sus grandes poetas, y pienso, por ejemplo, en Muñoz Rojas o Carlos Edmundo de Ory?
Lo de Ory fue un gran ejemplo de eso, murió y apenas se le hizo caso. No lo entiendo, es un desdén que me irrita, me llena de iracundia contra la mentalidad general de un pueblo, de un país que desdeña a sus grandes figuras.
Este Fragmento de un libro inédito que a continuación reproducimos, está extraído del libro Ruido de muchas aguas, de José Manuel Caballero Bonald, con prólogo de Aurora Luque, publicado en la Colección Palabra de Honor, de la editorial Visor.
FRAGMENTO DE UN LIBRO INÉDITO
el lugar de las revelaciones ¿era aquel donde un día
abrí las cajas primordiales rompí el invicto sello el embozo perpetuo
hendí la piedra y sus fisuras me interné en la caverna estática del tiempo?
¿estaba acaso inserto en el no nunca el lugar de las revelaciones?
oh fronda oh fuego oh detrimento impuro de la invivida realidad
¿iba a poder testificarme allí en lo más intraducible
en lo más interino de los muchos lenguajes que la duda engendraba?
¿sabía yo ya entonces que toda realidad cincunvala el enigma
que estaba franqueando la luz propiciatoria que irradia de lo hermético?
y de esos lenguajes que el poder la codicia la sinrazón
fueron desmantelando ¿con qué triza qué gajo me quedé
qué estría de la malevolencia fragmentó el aparejo impuro del pasado
qué herramienta de humo qué espejismo usó entonces la vida
para reconstruir los desperfectos habidos en tamaña coyunda del idioma
mientras la percepción se desguazaba como un cadáver en su pudridero? [...]
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