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martes, noviembre 13, 2012

Fotografía / Alemania: Exponen «Dennis Hopper, el álbum perdido: fotos vintage de los 60»

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Andy Warhol, Henry Geldzahler, David Hockney y Jeff Goodman. 1963.  (Foto: Dennis Hopper)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 13 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).- «Jamás gané un centavo con estas fotos. De hecho, me costaron dinero, pero me mantuvieron vivo. Empecé a fotografiar con 18 años y paré a los 31. Estas fotos fueron la única válvula de escape creativa hasta que dirigí Easy Rider [1967]. Desde entonces, nunca volví a llevar encima una cámara». Palabra de Dennis Hopper, emblemático actor, director de escasa filmografía y, sobre todo, uno de los grandes nombres de la década dorada de la contracultura yanqui. Una nota de Igor López para El Mundo:

Unas declaraciones, fechadas en 1986, que bastan para presentar Dennis Hopper, el álbum perdido: fotos vintage de los 60, la exposición inaugurada recientemente en el Martin-Gropius-Bau berlinés y que, coincidiendo con la quinta edición del Mes Europeo de la Fotografía, se prolongará hasta el 17 de diciembre.

La muestra recoge más de 400 fotografías realizadas por Hopper entre 1961 y 1967, unas imágenes que ya formaron parte de su primera exposición individual celebrada en el Fort Worth Art Center Museum de Texas en 1970. A partir de ese momento, las copias originales desaparecieron misteriosamente de la circulación y nadie pareció acordarse de ellas hasta la muerte del actor, el 29 de mayo de 2010. Dos años después de su fallecimiento, las salas del Martin-Gropius-Bau acogen por primera vez en Europa este legado, ordenado tal y como estaba en aquella seminal exposición texana, para la cual el propio Hopper hizo la selección final.

«El rebelde definitivo»

«Dennis Hopper es una figura de culto», asegura Petra Giloy-Hirtz, la comisaria de la muestra. «Hay que darle muchas vueltas para encontrar a alguien que represente mejor las emociones de la era de la revolución cultural de los 60. Era una persona muy dotada, segura de sí misma y radical. El rebelde definitivo de Hollywood: un protagonista de la provocación, la excentricidad y el exceso». Giloy-Hirtz tampoco escatima elogios para la obra fotográfica del estadounidense. «Son imágenes legendarias, espontáneas, íntimas y poéticas, pero también decididamente políticas y agudamente observadoras».

Durante esos siete años en los que Hopper estuvo pegado a su cámara, tuvo tiempo para todo: para retratar a colegas de profesión como Paul Newman (en una instantánea mítica, con su cuerpo sombreado por una reja); para documentar la boda de Jane Fonda y Roger Vadim en Las Vegas; para visitar la factory de Andy Warhol, donde inmortalizó a Gerard Malanga, Taylor Mead o David Hockney, y para capturar la esencia de estrellas del rock y el soul como The Byrds, James Brown, Ike & Tina Turner o Buffalo Springfield.

«La necesidad de hacer estas fotos», afirmaba Hopper en 2007, «procedía de un sitio real, un lugar lleno de desesperación y soledad, con la esperanza de que algún día estos objetos pudieran llenar el vacío que estaba sintiendo».

Un vacío que durante un tiempo compartió con moteros y hippies, a los que también retrató en su salsa, en algunas de las mejores imágenes de la colección. Por un lado, unos Ángeles del Infierno sudorosos, desdentados y llenos de mugre y, por el otro, unos niños de las flores con los ojos como platos y extasiada expresión de candidez dibujada en el rostro. «Yo estaba muy involucrado en el movimiento hippie y en la lucha por la libertad de expresión», explicaba Hopper tres años antes de su muerte. «Nunca fui un motero, aunque las motos eran un símbolo de libertad para mí. Los moteros eran los cowboys modernos (...), así que eso era parte de mi sensibilidad: viajar, sentarse alrededor de un fuego y, de repente, ensillar de nuevo y marcharse. Pero yo era un hippie».

En esos turbulentos años, Hopper también acompañó a Martin Luther King Jr. en la histórica marcha de Selma a Montgomery, celebrada en marzo de 1965, uno de los momentos cruciales del movimiento por los derechos civiles, que tampoco escapó de su objetivo.

Para las salas finales de la muestra se deja su última etapa, con unas imágenes ya decantadas totalmente hacia el expresionismo abstracto, y un pase en bucle de Easy Rider, donde el Born To Be Wild de Steppenwolf (entre otras canciones) llena el silencio de las estancias adyacentes, bajo unas palabras de advertencia del propio Hopper estampadas en la pared: «La película, para mí, trata sobre la libertad y la responsabilidad que tienes de ser libre». Él, por lo visto, lo fue.

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