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El fotógrafo español ante una de sus obras, un retrato del cineasta Pedro Almodóvar. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).-. Las fotos de Pablo Pérez-Mínguez, fallecido esta noche en Madrid a los 65 años, retrataron en estridente tecnicolor (o brillante cutrelux, que diría él) la explosión cultural y festiva de la movida madrileña. En los lugares míticos de aquel tiempo (finales de los setenta y primeros ochenta) y aquel lugar (una ciudad desmelenada tras la muerte de Franco), siempre se podía contar con su tenaz presencia con una cámara al cuello. Una nota de Iker Seisdedos para El País:
Por eso, sus archivos, atesorados en la casa familiar de la calle Montesquinza (y en parte publicados por Lunwerg en 2006 en Mi Movida) sirven de fidedigno y asombroso recuento de quienes protagonizaron aquellos días con sus noches: de músicos como Bernardo Bonezzi, de los Zombies, o Antonio Vega a artistas (Guillermo Pérez-Villalta o Sigfrido Martín Begué), fotógrafos (Alberto García-Alix u Ouka-Leele), cineastas (Pedro Almodóvar), actores (Cecilia Roth o Antonio Banderas) diseñadores de moda (Antonio Alvarado o Manuel Piña) u otros personajes de la vida disparatada (Fabio McNamara).
Cuando no se juntaban en el piso señorial donde vivía Pérez-Mínguez (que siempre firmó como PPM), este desplazaba su torrencial entusiasmo y contagioso vitalismo a lugares clave, como el apartamento de los Costus en Malasaña, la sala de conciertos Rock-Ola, la galería de Fernando Vijande o el rastro madrileño. «Quería ser fotógrafo de estrellas, de Sylvie Vartan y Joan Baez», explicaba a este diario en una entrevista de 2006, año en el que recibió el Premio Nacional de Fotografía. «Mi padre sacaba la máquina cuando había celebraciones. Eso hacía de aquellos momentos algo especial. Entonces, pensé, si siempre tengo una cámara, siempre será maravilloso. ¡Y fue verdad!».
La puerta a aquel «mundo de modernas» (como le gustaba definirlo con socarronería de afable grandullón) se la abrió Javier Pérez-Grueso, artista multifacético y entonces miembro de Radio Futura. Pero antes, PPM había fundado en 1971 junto al diseñador, y gran amigo, Carlos Serrano, Nueva Lente, revolucionaria revista de fotografía que iluminó con un flash de experimentación y desparpajo la noche del tardofranquismo.
La revista cerró a finales de los 70, pero llegaron otras, y empezó una fiesta que deslumbró al mundo. Con el humo de las velas sobrevinieron a mediados de los ochenta los años en los que PPM repartía su tiempo entre su trabajo para la industria discográfica y el más transgresor o personal: desde su particular subversión del santoral, a los fototextos, para los que hacía sostener a sus retratados frases que rezaban en letras de molde máximas como «Todo vale» o «Anacrónico Total».
«A finales de los noventa me convertí en el 'incombustible' fotógrafo. Luego pasé a ser 'mítico'. ¡Y en 2001, morí!», dijo en aquella entrevista blandiendo un diccionario de fotografía en el que, efectivamente, se consignaba su fallecimiento en 2001. Once años después, cuando habría de cumplirse lo inevitable, y tras una «una fatal y rápida» enfermedad, según han explicado a Efe fuentes cercanas a su familia, esa aún era su forma de enfrentarse a la vida, sin darle (ni darse) demasiada importancia.
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