Miss Peggy II, Santiago, de la serie El circo, de 1984. (Foto: Paz Errázuriz)
C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de diciembre de 2015. (RanchoNEWS).- Las primeras imágenes que realizó Paz Errázuriz (Santiago de Chile, 1944) tienen que ver con los intensos y conflictivos años que a comienzos de los setenta se vivieron en Chile: el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende (1970-1973) y la dictadura fascista de Augusto Pinochet (1973-1990). Durante la primera semana del golpe, la casa familiar de Errázuriz fue allanada por los militares, lo que no impidió a la joven salir a la calle armada con su Nikon de 35 milímetros y retratar los amplios sectores de la población que participaron en huelgas, manifestaciones y protestas contra el régimen. Encaramada en lo más alto de un edificio del centro de Santiago, plasmó en 1985 uno de sus primeros y más celebrados trabajos: la celebración del Día de la Mujer, que paralizó la marcha de los automóviles y en el que las manifestantes fueron dispersadas con chorros de agua. Reporta Ángeles García desde Madrid para El País.
Muy poco después decidió que la mejor manera de defender los derechos humanos consistía en dirigir su objetivo hacia los excluidos por el régimen y por la sociedad, hacia aquellos que por su apariencia o circunstancias representaban a una sociedad recluida y encarcelada: los locos, las prostitutas, los transexuales, los viejos o los indígenas. El resultado de ese empeño al que Errázuriz lleva dedicada cuatro décadas son 170 impactantes fotografías que en forma de retrospectiva se pueden contemplar hasta el 28 de febrero en la Fundación Mapfre. Premiada en la última edición de PhotoEspaña junto a Colita, esta es la primera gran antológica que se le dedica en España a una artista que está representada en los grandes museos de arte contemporáneo y que logró que el pabellón de Chile fuera uno de los más visitados en la Bienal de Venecia que se acaba de clausurar.
La exposición arranca sin concesiones al espectador. De la primera a la última de las 10 series resulta difícil relajarse o dejarse llevar por la contemplación. Errázuriz retrata a sus excluidos con un mimo idéntico con el que Avedon, por ejemplo, retrató a sus glamourosas modelos, pero el resultado produce un profundo desasosiego.
La primera serie se titula Los dormidos y está protagonizada por indigentes, personas durmiendo a la intemperie, sobre bancos, sobre cartones o directamente sobre el asfalto. La artista quiso mostrar en estas fotos tomadas a comienzos de los setenta el panorama de un pueblo sumido en la indigencia. Como contrapunto, mezcla retratos de señoras de clases adineradas a las que denomina Las regias y cuyos rostros contorsionados por gestos resultan sobrecogedores en su desprecio.
Compadres, de la serie Personas, de 1987. / Paz Errázuriz
Cuatro años de su hijo
La reflexión sobre el paso del tiempo, sobre la vida y la muerte, uno de los temas a los que la autora ha dedicado más tiempo, ocupan más espacio. A mediados de los ochenta se dedicó a fotografiar a su hijo Tomás una vez al mes a lo largo de cuatro años. Como en la película Boyhood, de Richard Linklater, las transformaciones físicas en el chico son un cúmulo de sorpresas y de desgarro. Pero es frente a la vejez donde mejor recrea ese desgarro, mostrando una mirada muy crítica hacia la infantilización de los ancianos y el olvido hacia ellos de la sociedad y sus propias familias.
Las imágenes de desnudez de los mayores y cómo utilizan su tiempo de ocio con bailes o elecciones de reinas de belleza resultan tan tiernas como impactantes. El apartado se cierra con Momento mori, que incluye fotografías tomadas en las sepulturas de un cementerio de Santiago en las que, a modo de ornamento, se han colocado imágenes y recuerdos de la persona muerta.
En un país que soportó la dictadura 17 años, el confinamiento de las personas fue más allá de las cárceles. Los psiquiátricos permanecieron llenos de gente cuya razón para su internamiento era más que confusa. Errázuriz visitó en numerosas ocasiones el hospital psiquiátrico Philippe Pinel de Putaendo, a 200 kilómetros de Santiago, donde se encontró con personas desatendidas por sus seres más cercanos. Allí hizo dos conjuntos de fotografías, El infarto del alma (1992-1994) y Antesala de un desnudo (1999). En el primer conjunto se ven escenas de internos con inocentes gestos de afecto como pasear de la mano o acariciarse la mejilla. Mucho más perturbador es el segundo bloque: los internos posan desnudos en una nave donde van a limpiar su cuerpo bajo unos enormes chorros de agua. Los suelos y paredes desconchados o los boquetes en las paredes completan unas escenas de completa desolación.
En la exposición, boxeadores, indígenas y ciegos son también retratadas por la cámara de esta gran artista.
El sexo como forma de supervivencia
El sexo como forma de supervivencia es otro de los temas que más apasionan a Paz Errázuriz. Entre 1982 y 1987 frecuentó a un grupo de hombres que se travestían y prostituían en distintos burdeles de Santiago y Talca. Después, en 1990 se publicó un fotolibro en el que recoge esas fotos en blanco y negro en La manzana de Adán, así como textos y entrevistas a los integrantes de una familia que en nada encajaba con el modelo burgués. Una gran familia heterodoxa que rompía moldes y que se vio diezmada por el sida, la precariedad económica y la persecución policial.
Su última incursión en el tema de la prostitución fue el pasado año, cuando inmortalizó el deprimente local denominado Muñecas, situado en la frontera entre Chile y Perú. Retratadas en color, las mujeres posan sonrientes con gestos de camaradería entre ellas. Pese a ello, el espectador no puede dejar de preguntarse sobre sus terribles condiciones de vida.
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