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Salman Rushdie, durante un acto en Avilés (Asturias), el pasado mes de octubre. (Foto: Eloy Alonso)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de diciembre de 2015. (RanchoNEWS).- Este hombre, acosado durante más de 20 años por el fundamentalismo islámico, hoy aguarda paciente a que el equipo técnico de Milenio tenga todo listo para la entrevista en el stand de Grupo Planeta en la FIL. Sus dedos vuelan en el chat del smartphone. Se nota relajado, aun cuando asegura durante la conversación que no volvería a escribir Los versos satánicos... No por miedo. Sino porque ese libro ya lo escribió, dice. Y se ríe de buena gana.
Salman Rushdie (Bombay 1947) luce cómodo con una camisa a cuadros, manga corta, y un pantalón sport negro. De buen humor, se entusiasma con uno de sus temas favoritos, los cuentos de hadas y la realidad, a propósito del lanzamiento en español de su nueva novela, Dos años, ocho meses y veintiocho días, editada por Seix Barral. Y no deja pasar una oportunidad para lanzar algún dardo de ironía o responder con sarcasmo. Se divierte.
Parece cerrar un círculo con estos nuevos personajes desde aquellos de un viejo filme que, en sus palabras, lo motivó a ser escritor: El mago de Oz. Pero en la charla también se refiere a la época oscura y violenta que vive el mundo en conflicto, rememora encuentros con Carlos Fuentes y Ryszard Kapuscinski, enfatiza su devoción por Juan Rulfo y defiende el Premio Nobel a una periodista. En la entrevista que le hace Alfredo C. Villeda para El Mundo en Guadalajara.
¿Cuántas lenguas habla usted, cuya obra ha sido traducida a 40 idiomas?
Ahora está traducida a 41. Hablo bien el francés, mal italiano y algunas lenguas de la India.
Carlos Fuentes, Milan Kundera y usted parecen ser una generación, al menos eso se desprende del libro Geografía de la novela, del mexicano, y de Los testamentos traicionados del checo. ¿Existe esa generación? ¿Cree usted en ese concepto?
Creo que ellos son una generación anterior a la mía, admiro mucho a ambos, me siento cerca, pero diría que más bien son mis tíos. Yo creo ser parte de una generación talentosa de autores en lengua inglesa que florecieron a finales de los años 70 y principios de los 80, como Martin Amis, Ian McEwan, Angela Carter, Dan Delillo y Paul Auster, entre otros. Ésa es mi generación.
Usted ha dicho que quiso ser escritor después de ver la película El mago de Oz y ahora acaba de publicar Dos años, ocho meses y veintiocho noches, una bella historia que parece ir en la misma dirección de aquel viejo filme: mitos, amor, oscuridad, magia y personajes con habilidades fantásticas, pero pasiones muy humanas al mismo tiempo.
Ése es el secreto. Aquel filme lo entendió muy bien. No importa qué tan fantásticos puedan ser los personajes, pero su naturaleza es humana, el corazón de la historia son los seres humanos. La fantasía es sólo un medio hacia un fin. Los cuentos de hadas y Las mil y una noches tienen en común que no importa cuántos genios o cuántas alfombras voladoras aparezcan, pues todo se refiere a gente real a la que le pasan cosas mágicas e increíbles y cómo lidian con eso.
Como los dioses griegos, que padecen situaciones humanas...
Sí, es como en la mitología griega, que pasa muy seguido, que interfieren en la vida de los hombres. Como en la guerra de Troya. Los dioses toman parte, tienen favoritos, pero también hay personajes mortales que no les gustan.
Eso es literatura, pero han pasado más de 25 años desde la fatwa en su contra. Hoy, en este mundo caótico, con una realidad violenta por todos lados, ¿escribiría de nuevo Los versos satánicos?
No lo escribiría de nuevo, porque ya lo hice. Pero estoy muy orgulloso de ese libro. De hecho, creo que 27 años después de que se publicó, finalmente la gente lo aprecia como una obra literaria, no como una pieza de escándalo político. Se convirtió en una novela, mucha gente la ha disfrutado y comparto ese punto de vista. No creo que el libro deba ser juzgado porque a una cierta cantidad de personas no les gustó, cuando a muchas otras sí. Me siento feliz de que esté en ese sitio ahora. Ayer decía que los chicos malos ganan a menudo, pero hoy tengo el gusto de informar que no fue así en este caso particular.
Por cierto, su literatura ha sobrevivido a ese controvertido libro en muchas formas: más novelas y ensayos, muchos premios, reconocimiento y apoyo internacional más allá de la fama...
Lo mejor que uno puede hacer es ser el escritor que siempre ha querido ser y Los versos satánicos fue mi quinto libro publicado y cuarta novela. El siguiente fue sobre Nicaragua, un reportaje. Mi libro actual no sé si es el decimoséptimo o decimoctavo, así que mucha de mi vida como escritor ocurrió después de los ataques a Los versos satánicos y me alegra mucho de que siga presente y que aún le interese a la gente.
¿Qué piensa de que el Premio Nobel haya sido concedido al periodismo, a la bielorrusa Svletana Alexiévich, y no a un escritor de ficción? ¿Está de acuerdo?
De entrada quiero decir que yo soy un gran admirador de la prosa de Alexiévich. Lo que ella hace está entre el periodismo y la literatura. Ella recoge los testimonios y los escribe con la propia voz de esa gente, es una construcción muy literaria. El hecho de que no sea ficción no me molesta, es una escritora a considerar y su libro sobre Chernóbil es maravilloso.
¿Es el tiempo de la no ficción para el Premio Nobel?
No lo sé, pero sí sé que Alexiévich es una escritora excepcional y es una interesante elección. No creo que haya otros en el futuro cercano, pero por ahora estuvo bien. Por ejemplo, Ryszard Kapuscinski, que era un amigo muy cercano, usaba técnica literaria para afrontar asuntos reales. Tuvimos muchas discusiones sobre la naturaleza de la verdad, porque ése es el problema cuando ocupas técnicas literarias para escribir de la vida real y es ahí donde la pregunta de qué es la verdad se vuelve importante. Pero hay momentos en su obra, incluido el libro El emperador, obra maestra, donde él parte de la verdad de una forma que solíamos discutir, aunque no estoy tan seguro de que exista algo así como un «hecho ficticio».
En este Nuevo Mundo Feliz, ¿adónde vamos? En tiempos del Isis, Al Qaeda, miles de armas alrededor del mundo, voces de ira por doquier, ¿estamos ante el nacimiento de una tercera Guerra Mundial?
No lo sé. Sí es una mala época. Es un periodo muy oscuro y violento. Soy malo para adivinar el futuro. Uno de mis profesores cuando estudiaba Historia me dijo: «No te preocupes por el futuro, ya es bastante complicado saber qué y por qué pasó. Concéntrate en eso y en por qué estamos aquí, en cómo llegamos aquí desde allá». Esa es la pregunta y qué pasará mañana es una pregunta estúpida, porque nadie lo sabe. Una de las cosas que tiene la historia es que es muy inesperada. Si tuviera esta discusión contigo, digamos en enero de 1989, y te digo que la Unión Soviética no existirá para Navidad, creerías que estoy loco, pero eso fue lo que pasó. Lo que trato de decir es que no sólo porque son años lóbregos hay que asumir que siempre será así.
Francis Fukuyama hablaba del fin de la Historia y Samuel Huntington del choque de civilizaciones. ¿Qué opina?
Ambos estaban equivocados. Fukuyama incluso sabía que no era el final de la historia y la tesis de Huntington es muy simplista, porque sugiere que los mundos occidental e islámico son monolíticos, cuando sabemos sobre el primero, por ejemplo, que muchos conflictos son por discusiones y desacuerdos, igual que en el mundo islámico entre los sunníes y los chiíes. Así que no existe tal cosa como el conflicto monolítico entre civilizaciones. Lo que es cierto es que hay una rama muy radical del Islam que se cree a sí misma en guerra constante con algunas ideas de Occidente. Eso está pasando y la tesis de Huntington es muy general.
¿Qué hay de México, más allá de los escritores y el arte? En política y sociedad, por ejemplo.
Es un país fascinante que ahora está pasando por serios problemas. Usted es periodista y debe estar al tanto de los periodistas que accidentalmente han muerto. Eso tiene que parar.
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