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Kurt Masur en una imagen conduciendo la Orquesta Sinfónica de Boston en 2009. (Foto: Charles Krupa)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de diciembre de 2015. (RanchoNEWS).- A Kurt Masur muchos le recordarán por aquel emotivo Réquiem de Brahms que dirigió con la Filarmónica de Nueva York durante el funeral de los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero su nombre siempre resonará por su trascendental labor al frente de una orquesta, la neoyorquina, que elevó a lo más alto y a la que transformó por completo. Un trabajo que le valió el reconocimiento internacional y, a la postre, convertirse en director musical emérito de la Filarmónica de Nueva York, a la que dirigió con gran éxito durante 11 años, uno de los periodos más largos de un director al frente de esa filarmónica. Reporta Fernando Navarro desde Madrid para El País.
Masur murió ayer a los 88 años en Greenwich, en Connecticut (Estados Unidos), según informó en un comunicado el actual presidente de la orquesta, Matthew VanBesien. «Masur estableció un estándar y dejó un legado que perdura hasta hoy», señaló. El director alemán fallecido estaba enfermo de Parkinson.
Nacido en la localidad de Brieg en 1927, Masur estudió piano y violonchelo en Breslau y composición y dirección musical en el Conservatorio de Leipzig, aunque su inclinación hacia el piano se frustró por una fractura en un dedo. Su trayectoria profesional comenzó como director de orquesta del Teatro de Halle y como maestro de Capilla del Teatro de la Opera de Erfurt. En 1955 tomó su primera batuta al frente de la Orquesta Filarmónica de Dresde, que dirigió en dos periodos diferentes (1955-58 y 1967-72). Esta experiencia le permitió convertirse en director principal de la Komische Oper de Berlín Este.
Gran defensor del Gobierno de Erich Honecker, recibió en 1982 el Premio Nacional de Alemania del Este, pero se fue distanciando del régimen comunista de la RDA y acabó interviniendo en octubre de 1989 en las manifestaciones antiguberamentales en Leipzig, firmando un llamamiento de paz, junto con algunos dirigentes locales del Partido. Su papel fue muy activo en la revolución pacífica que propició la caída del muro de Berlín y del régimen comunista de la RDA.
En 1990 fue nombrado director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York en sustitución de Zubin Mehta y durante su gestión se emprendieron iniciativas como la vuelta de las emisiones radiofónicas en directo y la creación del sello de grabación New York Philharmonic Special Editions.
Experto en la música de los grandes compositores de Europa Central, como Brahms, Beethoven, Mahler, Mendelssohn y Bruckner, el director alemán no lo tuvo fácil al llegar a Nueva York. Su filosofía de trabajo chocó de lleno con la de la orquesta. En Alemania del Este, los dirigentes tenían todo el poder. Masur incluso supervisaba la contratación de los componentes y funcionarios. En Nueva York, la orquesta, compuesta por 107 músicos de gran talla, era indomable. Sus componentes tenían la última palabra en la ejecución del sonido y podían frenar las órdenes de los directores. Pero Masur impuso sus métodos, aun cuando muchos músicos le acusaron de tirano. Hizo contrataciones importantes, revolucionó el trabajo interno de la orquesta e incluso se trajo ingenieros europeos para mejorar las acústicas. El sonido de la Filarmónica mejoró en su brillantez. También fue director de la Orquesta Filarmónica de Londres y la Orquesta Nacional de Francia.
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