C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de octubre de 2016. (RanchoNEWS).- El Museo del Prado alberga desde este martes 25 de octubre por primera vez una exposición dedicada a una mujer pintora con El arte de Clara Peeters, que recoge los bodegones de una artista «diferente y a contracorriente» de su época, según ha señalado el comisario y jefe de conservación de pintura flamenca del Prado, Alejandro Vergara, informa la agencia Europa Press desde Madrid.
La exposición, en colaboración con el Museo Real de Bellas Artes de Amberes y con el patrocinio de la Fundación AXA, estará hasta el 19 de febrero. Un total de quince obras de Peeters –entre ellas, cuatro del Prado– suponen la primera vez que este museo cede un espacio exclusivo a las obras de una mujer.
«Cuando decidimos organizar esta exposición no era consciente de que se trataba de la primera vez que el museo la dedicaba a una mujer. Nos alegramos mucho por este hecho, pero no se trata de una perspectiva de género, sino de calidad», ha defendido el director del Prado, Miguel Zugaza.
La obra de Peeters que ahora se exhibe está compuesta por bodegones, fechados entre 1611 y 1621. Pionera de este género –poco valorado en el siglo XVII y que únicamente alcanzaría reconocimiento a finales del XIX-, sus cuadros están plagados de alimentos como aves y pescados u objetos puestos sobre la mesa y considerados de lujo para la época.
Poco se sabe de la vida de Peeters, tal y como ha recordado Vergara, quien no obstante defiende que su obra ya presta indicios tanto de su vida como de la cultura social predominante en el siglo XVII. «Lo que vemos en los cuadros refleja una realidad material y muestra un arte totalmente diferente a lo que hacían los pintores de la nobleza: eso la hace valiente y a contracorriente», ha señalado.
Por ejemplo, uno de sus cuadros supuso el primer bodegón de pescados que se hizo nunca –y que podría ser entendido como la muestra de una «cultura del ayuno»–. Otros objetos dan buena idea de cómo vivía la aristocracia: un salero ostentoso para albergar uno de los productos más preciados por escaso, un plato de porcelana azul hecho en China o conchas provenientes de África.
Autorretratos en jarras
La caza también tiene su protagonismo con varias aves de cetrería como el gavilán. «En 1612 se aprueban leyes con el objetivo de mantener los privilegios de la aristocracia frente al empuje de la alta burguesía. Las imágenes de estas aves recuerdan que solo los aristócratas tenían derecho a cazar y probablemente el pintor nos dice que pertenece a ese segmento», ha indicado Vergara.
Incluso la presencia de una alcachofa en uno de sus bodegones puede interpretarse como un signo de distinción. «Por esa época había una cultura culinaria muy potente y se publicaba mucho sobre gastronomía, tanto como ahora. Las alcachofas eran alimentos muy exóticos que venían de África», ha recordado el conservador.
Peeters dejó también otro tipo de pistas en sus obras, incluyendo a menudo autorretratos reflejados en las superficies de las jarras o de las copas –la muestra recoge seis en total. «Era una mujer que tenía ganas de mostrarse, pero siempre discretamente por la sociedad de su tiempo», ha destacado el comisario.
¿Familia de pintores o aristocráticos?
Preguntado sobre los orígenes de Peeters, Vergara ha insistido en la escasez de datos en torno a su figura –y, en ocasiones, «erróneos»–, aunque se ha mostrado confiado en que esta exposición animará a nuevas investigaciones. Nacida alrededor de 1588, las obras conocidas –cuarenta en total– comienzan a fecharse en el año 1607.
No era nada habitual que en este siglo una mujer decidiera lanzarse a la pintura, por lo que Vergara apuesta por una posible influencia familiar. «No lo sabemos a ciencia cierta, pero lo habitual si una mujer pintaba es que fuera de familia aristocrática o de pintores», ha matizado.
Diversos testimonios permiten suponer que desarrolló su trabajo en Amberes, ya que es citada en un documento como pintora de Amberes y en la hoja de tres de los cuchillos de plata de su obra en los que aparece escrito su nombre se puede ver una marca de la ciudad. Estos cuchillos, que los comensales llevaban a los banquetes, se empleaban como regalo de boda y, al contener su firma, podrían ser un recuerdo de su propio matrimonio.
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