Rancho Las Voces: Libros / España: «Los cuatro libros» de Yan Lianke
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

miércoles, octubre 12, 2016

Libros / España: «Los cuatro libros» de Yan Lianke

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Yan Lianke, entre la censura y los premios. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de octubre de 2016. (RanchoNEWS).- El autor chino publica en España Los cuatro libros, una novela con vuelo poético sobre los campos de trabajos forzados donde Mao confinó a los intelectuales disidentes. Una nota de Fernando Díaz Quijano para El Cultural.

Yan Lianke es uno de los escritores chinos más galardonados dentro y fuera de China, pero también uno de los más censurados en su país. Por escribir de temas incómodos para el régimen, concretamente a raíz de la publicación de Los besos de Lenin (una sátira sobre la actual combinación china de comunismo político y capitalismo feroz), se vio obligado a abandonar en 2004 el ejército, donde se había alistado con veinte años porque era la única forma de llegar a ser escritor viniendo de una familia humilde de campesinos. A pesar de su expulsión, ahora es profesor de literatura en la importante Universidad del Pueblo, sede de la Escuela del Partido Comunista Chino en Pekín, y ha ganado los prestigiosos premios Lu Xun y Lao She, así como el Premio Internacional Franz Kafka y el Premio Sueño en el Pabellón Rojo.

Sí, China es un país de contradicciones y de vaivenes imprevisibles en las políticas represivas del Estado. Lo muestra en toda su crudeza la última novela de Lianke, Los cuatro libros, que Galaxia Gutenberg acaba de publicar en España, con traducción y prólogo de la sinóloga Taciana Fisac. El libro transcurre en una de las épocas más duras de la dictadura de Mao. En 1956, el Gran Timonel invitó a los intelectuales de todo el país a criticar abiertamente lo que no les gustara de la Revolución para mejorarla. Un año después, cambió radicalmente de opinión y llevó a cabo la denominada Campaña Antiderechista, condenando a muchos de ellos a trabajos forzados en los llamados «campos de reeducación».

Justo después, en 1958, Mao anunció el Gran Salto Adelante, que implicó la conversión de millones de campesinos en obreros del metal. Esto hizo descender drásticamente las cosechas y provocó terribles hambrunas que, como indica Fisac en el prólogo, mataron a 30 millones de habitantes de las zonas rurales entre 1959 y 1962. «La memoria oficial sigue atribuyendo estas muertes a catástrofes naturales. De hecho, el inicio de la nueva década trajo consigo sequías e inundaciones. No obstante, en un país tan acostumbrado a los duros avatares de la climatología, la explicación resulta claramente insuficiente», explica la sinóloga.

Aunque el relato oficial trata de ocultar las verdaderas causas de la catástrofe y todo lo relacionado con los campos de trabajo, Lianke escuchó desde niño a sus padres contar muchas historias de lo que estaba pasando. Además, «algunos de los acontecimientos que sucedieron entonces continuaron después, durante la Revolución Cultural, y yo mismo fui testigo de ellos», explica Lianke a El Cultural. «Creo que en el desarrollo posterior de la cultura china aún está presente el espíritu del Gran Salto Adelante. Por eso para la gente de mi generación, aquellos acontecimientos no forman parte de la historia, sino de nuestra experiencia».

La novela toma el mismo título que se dio de manera conjunta a los libros fundamentales del confucianismo, venerados durante siglos por los intelectuales chinos. «Al igual que durante generaciones las élites intelectuales estudiaban e incluso memorizaban Los Cuatro Libros en los cuales se recogía el canon moral del periodo imperial, estos nuevos "Cuatro Libros" están llamados a sustituir o complementar los anteriores, convirtiéndose en referencia obligada para no olvidar la destrucción colectiva e individual en la cual desembocó la locura del totalitarismo», explica Fisac en el prólogo.

Aquella locura de la producción de hierro y acero fue como un juego de niños caprichoso y disparatado"

Lianke narra acontecimientos reales, aunque los envuelve con un estilo poético y simbólico que algunos califican de «realismo absurdo», pero él mismo prefiere emplear el término «realismo del espíritu». El primer libro narra, con una prosa inspirada en el Génesis, la vida en un campo de trabajo dirigido por un niño caprichoso e inseguro, a ratos cruel y a ratos benévolo, que trata de satisfacer a sus superiores prometiendo cifras de productividad inalcanzables. Entre los prisioneros, todos intelectuales represaliados, la narración se centra en un escritor, un erudito, un profesor de religión y una pianista. El niño es la personificación de «aquella época en la que las políticas del gobierno cambiaban de un extremo a otro de repente. Cuando vemos lo que pasó con toda aquella locura de la producción de hierro y acero, nos parece un juego de niños por cuanto tenía de caprichoso y disparatado».

El segundo texto de Los cuatro libros es el que tiene un estilo más poético, con influencias de la poesía escrita en tiempos de la dinastía Tang (618-907). Se titula El antiguo cauce y es el diario del escritor prisionero, un prestigioso autor confinado en el campo de reeducación con la misión de escribir un libro (el tercero, titulado Notas sobre los criminales) para delatar a los traidores de la revolución y que tiene ecos de la paradójica relación con el poder y la censura del propio Lianke.

Estos tres «libros» se entrelazan a lo largo de quince partes. En la decimosexta y última, se presenta un supuesto manuscrito incompleto que corresponde al prólogo de un ensayo filosófico que establece una comparación entre Occidente y Oriente sirviéndose del mito de Sísifo. Mientras que el Sísifo occidental está condenado a empujar una gran roca colina arriba inútilmente para verla caer de nuevo rodando ladera abajo, el Sísifo oriental debe empujar la piedra colina abajo y, al llegar a los pies de la montaña, la roca vuelve a rodar ladera arriba contraviniendo las leyes de la física. Yanke explica el significado de esta extraña parábola: «El Sísifo occidental, al empujar la piedra, mira hacia arriba, está pendiente de los dioses. Pero en el corazón de los chinos no hay lugar para los dioses. Por eso el Sísifo oriental empuja la piedra hacia abajo y al hacerlo ve a la gente, la vida común de las personas. Ser alguien importante para esas personas es lo máximo a lo que puede aspirar un escritor chino».

Lianke se declara incapaz de señalar un solo rasgo positivo de Mao Zedong. «Todo fue desastroso». Y entre las consecuencias más negativas de su gobierno, destaca «en primer lugar la gran pérdida de vidas humanas; en segundo lugar, destruyó gran parte de la tradición y de la cultura chinas, y de alguna manera también fue el momento de mayor concentración del poder en manos de unos pocos». ¿Acaso no era así en la época imperial? «Sí, pero la gente del pueblo vivía más ajena al poder de control de los emperadores, el culmen del control político en China es la Revolución Cultural de Mao. Las actos cometidos por Hitler fueron terroríficos, pero para mí también es terrorífico que haya gente que admire la obra de Mao».

En el libro hay un episodio en el que se hace una quema masiva de libros confiscados entre los prisioneros. «Al llegar la tarde -escribe Lianke-, el niño había terminado con la pila entera de libros. Se habían acabado las preguntas. Todos fueron a trabajar al campo, cargando al hombro con las semillas y las sembradoras». ¿Quiere decir con esto que la erradicación de la cultura imposibilita la disidencia? «Sí, es obvio. Si un intelectual tiene cierta capacidad de pensar por sí mismo, eliminar la cultura es eliminar el pensamiento independiente».

Como señala Fisac, «hoy en día la literatura en China, al igual que en otros muchos países, tiene un impacto social reducido. En consecuencia, los márgenes de la creación literaria se han ampliado hasta límites insospechados». Aun así, persiste una fuerte autocensura de escritores y editoriales, que quieren mantenerse en lo que Lianke llama «arte seguro», un complejo equilibrio entre independencia y prudencia para no meterse en líos con el régimen (el caso del artista Ai Weiwei es una muestra de que la libertad total aún queda lejos). Por eso ninguna editorial de la China continental se atrevió a publicar Los cuatro libros, que vio la luz en chino en sellos de Hong Kong y Taiwán en 2011, cinco años antes de su traducción al español.

El escritor, uno de los autores chinos candidatos al Nobel (en Ladbrokes las apuestas por él están a 66/1, igual que para Juan Goytisolo, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas, Margaret Atwood, Salman Rushdie o su compatriota Bei Dao), cree que quizá Los cuatro libros podría haber sido publicado en China si lo hubiese escrito otro autor menos conocido, porque habría pasado más desapercibido. Pero como ya tiene fama de autor incómodo, «se mira con lupa todo lo que escribo», asegura. Una fama que subió un peldaño más cuando publicó El sueño de la aldea Ding, basada en el caso real de la epidemia de SIDA desatada en la provincia natal del autor cuando en los años noventa se liberalizó la venta de sangre.

«Los intelectuales nunca han tenido mucha independencia de pensamiento en China. Tradicionalmente han estado unidos al poder y hoy sigue siendo así. De hecho, hay autores muy grandes que participan de la Asociación de Escritores Chinos, donde tienen puestos de responsabilidad. Podrían renunciar a mantener esa relación con el poder, pero prefieren seguir con ella, y eso no significa que no sean buenos escritores». Por otra parte, Lianke opina que esta dicotomía entre el «arte seguro» y el arte libre es «un dilema que se da en el mundo entero».

Dice Lianke que a todo el mundo, cuando viaja fuera de China, le sorprende que le echaran del ejército por el contenido de sus obras y que sin embargo le permitan ejercer como profesor en la Universidad del Pueblo. «En China hay mucha más tolerancia de lo que se piensa fuera. Hay margen para estar más cerca del poder o para tener tu propia independencia, hay gente que prefiere lo primero y yo opté por lo segundo».


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