C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de octubre de 2016. (RanchoNEWS).- «La vida es un cuento narrado por un idiota», repetía a menudo el narrador, ensayista y divulgador de la ciencia Luis González de Alba (1944-2016), uno de los líderes del Movimiento de 1968 que utilizó la literatura para explorar su mayor obsesión: la historia. Ayer, este ensayista que confesaba su deuda con la historia, fue encontrado sin vida al interior de su domicilio en la colonia Arcos Sur de Guadalajara, escribe Juan C. Talavera para Excélsior desde la Ciudad de México.
Horas después, Carlos Aguilar Camín confirmaría vía Twitter la muerte del autor de libros como Los días y los años y No hubo barco para mí y puntualizaría un dato: «Se ha quitado la vida Luis González de Alba, uno de los hombres más libres de México. El último acto de su salvaje libertad», con lo cual cerró un ciclo y una deuda con la historia, a 48 años de aquel 2 de octubre de 1968.
Poco antes de fallecer, González de Alba escribió su último tuit donde se lee: «Isla de Poros, Grecia, desde Villa Niki. Yo esperándote en Poros. No me abandones. Salmo de David».
Lector asiduo de Amos Oz, Orhan Pamuk y Mario Vargas Llosa y autodefinido como un provocador y conocido por el mote de El Lábaro, fue preso aquella funesta noche del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, como lo recordó a Excélsior Marcelino Perelló. «Él estuvo preso en Lecumberri dos años y medio».
En una entrevista con este diario, González de Alba reconoció que con sus libros y ensayos buscaba un cambio en sus posibles lectores, aunque éste no fuera tan inmediato: «Cada día trato de alcanzar un cambio, incluso en una sección de periódico con 4 mil 200 caracteres… trato de apuntar hacia una izquierda civilizada, y espero que eso llegue».
Sin embargo, la mitad de su memoria siempre estuvo más inclinada hacia la literatura, al punto en que reveló de dónde procedía aquella frase sobre que la vida es un cuento narrado por un idiota. «Proviene de una frase de Macbeth de William Shakespeare, aunque en realidad es peor todavía porque dice: ‘Podría ser la vida un cuento narrado por un idiota, un cuento sin sentido lleno de furia y ruido… justo como ahora vivimos’».
Pero también fue un preocupado por el mundo del libro: «Ése es un tema que no veo con optimismo y hay que verlo sencillamente en números», comentó a Excélsior. «Cuando yo empecé a publicar, las ediciones eran de tres mil ejemplares y entonces el país tenía 60 millones de habitantes; ahora se hacen ediciones de mil en espera de que se vendan. Por otra parte, encuentro en las ferias del libro una actitud que no me gusta entre los asistentes: esa idea de ver a los escritores como si fueran estrellas de rock».
Luis González de Alba escribió desde la prisión de Lecumberri su primera novela, Los días y los años, el relato de un responsable y testigo de los hechos completado 40 años después en Otros días, otros años.
También ensayos como Las mentiras de mis maestros, Maravillas y misterios de la física cuántica, La ciencia, la calle y otras mentiras, No hubo barco para mí, y novelas como Cielo de invierno y Olga. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo por su labor en la divulgación de la ciencia.
La polémica más explosiva que sostuvo González de Alba fue contra Elena Poniatowska (Premio Cervantes, 2013) a quien acusó legalmente, en 1997, por reproducir y modificar distintos párrafos de su libro Los días y los años en La noche de Tlatelolco. Tiempo después González de Alba ganó la demanda y Poniatowska debió corregir al menos 28 párrafos y la obra debió reeditarse. «Elena se negó a corregir y la demandé. No por plagio, pues le había permitido usar el manuscrito de mi crónica que ella sacó de Lecumberri, sino por alteración del contenido. Un tribunal me dio la razón. En 1998 apareció la versión corregida», explicó.
Activista y combativo
Rafael Pérez Gay, director editorial del sello Cal y Arena, dijo a Excélsior que González de Alba nos ha dejado una obra central ubicada en el terreno del ensayo mexicano, convirtiéndose en un ensayista notable y absolutamente libre, un ensayista de difusión cultural y científico, que al mismo tiempo ejercitó la narración para desentrañar el misterio que lo rodeó hasta el último momento de su vida: el amor y todas sus formas.
El escritor también apoyó abiertamente los derechos de los homosexuales y, junto con Carlos Monsiváis, redactó un manifiesto.
«Su muerte nos ha dejado un vacío muy importante. Desde luego, fue conocido por ser líder estudiantil de 1968 y uno de los más combativos activistas después del 68, un hombre inteligente y de buen humor, gourmet, gustoso de la buena música; un hombre a quien la vida siempre le pareció que se podía comer a puños. Y así se la comió: a puños», añadió.
Por su parte, Marcelino Perelló quien muchas veces fue su adversario intelectual, lo definió como un hombre valiente y fiel a sus convicciones, uno de los líderes del movimiento de 1968 que no ostentaron medalla alguna. «No fue como otros que aprovecharon el halo de presencia pública que el 68 nos brindó. Él no lo aprovechó para encaramarse en posiciones políticas o públicas, sino que optó por una vertiente más noble: la literatura y la divulgación de la ciencia».
Perelló también destacó su talento y frescura en su prosa. «Hay una gran frescura en sus textos, independientemente de la discusión que puedan levantar sus contenidos. Fue un soplo de aire fresco en medio de un panorama un poco desolador, cuando muchos de los dirigentes de aquel movimiento se ensuciaron en tareas burdas y oportunistas. González de Alba fue un hombre valiente, esencialmente honesto e íntegro, al margen de la mala relación que tuvimos, lo cual por cierto cambió en los últimos tiempos, donde hubo algunas formas de acercamiento», puntualizó.
Por la tarde, el historiador mexicano Enrique Krauze escribió en Twitter: «Luis González de Alba, elegiste morir justamente hoy, 2 de octubre, a las 6:10. Fuiste la conciencia histórica del 68. No te olvidaremos».
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