Luanna Lee trabajando en un mural. (Foto: Artrvl)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 29 de agosto de 2017. (RanchoNEWS).– Durante un largo viaje por África, la artista hongkonesa Luanna Lee se encontró en la estacada. Acababa de dejar un trabajo en Luanda (Angola) y debía esperar a que le concedieran los visados para seguir su travesía por otros países, pero carecía de recursos para alojarse por más tiempo en la ciudad más cara del mundo (según el último informe anual de la consultora Mercer). Así que tuvo una idea: «Un día, compartí un taxi con la propietaria de un hotel, le mostré mis obras y dije en broma, esperando un no por respuesta: ‘¿Me alojarías durante un mes mientras pinto el muro de tu hotel?'. Ella llamó inmediatamente a su familia y respondió: '¡Vamos a hacerlo!». Su experiencia fue el germen de Artrvl (acrónimo de art travel, «viaje artístico»), una especie de Airbnb para pintores, grafiteros, diseñadores, fotógrafos, tatuadores o videoartistas en el que no se paga con dinero, sino con creatividad, escribe Germán R. Páez desde Madrid para El País.
«Me alojaron, me alimentaron y me llevaron al aeropuerto, y yo pinté tres murales en su hotel», cuenta Lee, cuya firma artística es Hikki10, que no alumbró la idea de la app hasta su vuelta a casa, el pasado febrero, cuando escuchó experiencias similares de otros amigos artistas y se propuso cerrar una brecha: la que separa el mundo de aquellas personas que sueñan con utilizarlo como lienzo. «Esas historias y la hospitalidad de mi anfitriona me inspiraron para comenzar Artrvl, para que toda esa gente creativa que ama viajar y la que aprecia el arte puedan vivir esta maravillosa experiencia».
Un albergue juvenil de Bangkok busca a alguien para pintar un Godzilla en su muro. Un particular de Montreal quiere un grafiti en su salón. Y dos hoteles de Lisboa pretenden cambiar su decoración «para llevar la atmósfera a otro nivel». Son algunos de los anuncios de anfitriones de la web de Artrvl, que suelen ofrecer alojamiento, comida y materiales de trabajo, pero que también pueden retribuir económicamente si lo desean (en esos casos, la aplicación cobra una comisión por el servicio).
Lee, que lleva siendo una «viajera artística» desde mucho antes de lanzar Artrvl, ya ha sido tanto anfitriona en Hong Kong como artista invitada en proyectos en Angola, Italia, China y Tailandia. Viajó a la región del Piamonte italiano, por ejemplo, para decorar con estilo chinoiserie los interiores de un castillo del siglo X. «Queríamos añadir una detallada decoración china a una de las habitaciones, de acuerdo a la influencia oriental del siglo XVIII», cuenta su anfitirión, Federic, en un vídeo sobre el proyecto. Y, en los últimos meses, la creadora de la app coincidió en Tailandia con un tatuador, dos fotógrafos, cuatro grafiteros, un grupo de música, un documentalista y un pintor de diversas nacionalidades. Todos habían sido invitados por un albergue juvenil y un hotel en Bangkok y Chiang Mai para pintar murales, grabar vídeos y hacer tatuajes y fotografías para los propietarios.
«El dueño me ofreció alojamiento sin preguntarme hasta cuándo iba a quedarme. Pensé que iba a ser una semana pero al final estuve dos», recuerda David Jumpa, un fotógrafo peruano cuyas instantáneas del entorno ahora decoran el albergue juvenil de Bangkok que lo recibió. «Puede ayudar a muchos artistas que están empezando y tienen talento, pero quizá no muchos recursos para enseñar sus trabajos en otros lugares. Puedes viajar y ahorrar muchísimo, a la vez que ganar experiencia y hacer networking», opina el artista, un freelance que ve en la aplicación una oportunidad para consolidar su modo de vida nómada: «Desde hace un año no vivo o alquilo apartamento en ciudad alguna. Siempre estoy volando por todos lados, así que mientras espero que mi siguiente trabajo se confirme, esto me deja ir a ciudades que posiblemente no conozca y hacer colaboraciones mientras tengo hospedaje gratis».
Como explica el artista urbano Siu Tang, los creadores siempre están librando una batalla entre lo que hacen y el precio que fijan en el mercado. Un concepto distinto al de valor: «Creo que cuando la gente es testigo del trabajo artístico y de cuánto tiempo y esfuerzo supone, del mensaje o la historia que quieres contar, tiene definitivamente una mucho mejor apreciación de lo que haces», opina Joe Nafis, un videoartista estadounidense afincado en Shanghái para quien la convivencia entre anfitrión e invitado contribuye a romper esa lógica mercantilista en el arte. Ahora mismo, Artrvl tiene en marcha proyectos en Portugal, Canadá, Tailandia, China, Líbano o Turquía. Ninguno, por ahora, en España. «¡Nos encantaría ir!», afirma Luanna Lee.
La aplicación, que fue lanzada oficialmente el pasado 31 de julio, cuenta ya con unos 1.000 usuarios. Como Peter Yuill, un pintor y artista urbano canadiense que ha estado recientemente en Hong Kong. «Creo que si más gente empleara tiempo en viajar y aprender de otros países y culturas, eso podría prevenir muchos de los problemas sociales que tenemos», afirma. Su anfitrión, Rocky Yip, es un empresario y amante del arte que optó por alojar al mismo tiempo a Yuill y a una artista local, «para ver cómo interactuaban y cómo sus trabajos pueden influirse mutuamente». «Acoger a un extranjero que no sabe demasiado de nuestra cultura ni de la historia de la ciudad permite que lo interprete todo de cero».
Abrir otros caminos a la creación con viajes colaborativos
La iniciativa, similar a otras aplicaciones de economía colaborativa como Airbnb o Uber, suscita una pregunta: ¿No podría Artrvl llegar a precarizar la situación de los artistas que realmente necesitan que su trabajo se les pague con un salario? «Simplemente proveemos oportunidades transparentes para artistas locales que quieren salir de su espacio y sus modos de trabajo habitual y descubrir audiencias globales, pero también locales. Y eso mientras son remunerados con contrapartidas razonables, no solo dinero», afirma Lee, que subraya que el espíritu de su iniciativa es simbiótico y colaborativo: «Fomentamos la apreciación mutua, no la compra/venta. Cuanto mejor valorados estén los anfitriones, más cosas ofrecerán a los artistas. Y cuanto mejor lo estén estos, mejores obras de arte crearán». «Además, alojar a artistas no es barato», añade.
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