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El escritor en la biblioteca de su casa de Madrid. (Foto: Luis Sevillano)
C iudad Juárez, Chihuahua, 18 de diciembre, 2008. (RanchoNEWS).- La imaginación es mejor que la realidad. El filósofo y novelista, ahora jubilado, publica Misterio, emoción y riesgo, con el que se recupera como lector. Una entrevista de Juan Cruz para El País:
Fernando Savater es un hombre feliz y encima de su cabeza, en la biblioteca de su casa, en Madrid, tiene todos los libros que le han procurado esa felicidad. Los vas repasando y resulta que son el índice de su último libro, Misterio, emoción y riesgo, que acaba de publicar Ariel.
Como él, ésta es una estantería feliz. La recorres, y recorres su infancia, su juventud, su madurez; tiene fotos de años y años de coleccionista de felicidad, cinematográfica y literaria; Lezama combina con Borges, Dickens está al lado de Groucho Marx, Snoopy compite con Julio César o con Aristóteles y Octavio Paz se da la mano con Gary Cooper o con King Kong. Y en una repisa tiene un recuerdo muy reciente: un disco dedicado (a Sara, la mujer de Fernando) por Fher, el líder del grupo mexicano Maná, con quien Savater dialogó en la reciente Feria de Guadalajara.
Este libro, Misterio, emoción y riesgo, va más por el lado lúdico, como si en Savater se pudiera dar una dicotomía. Muchos textos fueron ya publicados, sobre películas y libros que le entusiasmaron en la juventud y luego («¡Ay, cuando descubrí Parque jurásico!»), y otros son nuevos. El orden es de su editor, Mauricio Bach, y lo ilustró («al modo de los carteles de las películas de los años 50») Fernando Vicente, «que acertó en el tono tanto que ahora este libro es un objeto precioso».
Poirot y Agatha Christie dialogan en las repisas con un Batman antiguo; el libro (su sustancia) está en todas partes. «Es un homenaje a la imaginación», la que le ha hecho compañía «desde que era un crío», y que apareció en su libro La infancia recuperada. Este Misterio, emoción y riesgo es algo así como «la adolescencia recuperada», o la madurez encontrada en un momento feliz. «Lo he disfrutado, como he disfrutado leyendo o viendo películas, descubriendo que la imaginación es mejor que la realidad. ¡La realidad ya me la sé!»
«Sin la realidad», dice Savater, «podría pasar. ¡Pero sin la imaginación no puedo estar ni un minuto!». Claro está, él no desdeña libros distintos a estos que le apasionan, y que van desde las novelas de Salgari a las historias de Dickens, pasando por las películas de los hermanos Marx. «Pero es que yo creo en una dieta diversificada». En el descansillo de la entrada de la casa está el menú próximo; está leyendo una novela de John Williams, Julio César, pero tiene en la lista «ensayos, novelas históricas, policiacas...», porque no puede leer sin variar, «pero nunca dejo un libro a la mitad; cuando no me interesa lo leo velozmente, y leo lentamente, ¡para saborearlo aún más!, cuando me gusta».
De la lectura (y del cine) le viene la energía, «y por tanto el entusiasmo, la alegría». Un día le contó a un periodista italiano «mis tribulaciones españolas, mis momentos de amargura», y el italiano le replicó: «¡Pero usted se salvará siempre gracias a las carreras de caballos!». Aquí, en este Misterio, emoción y riesgo, no hay tanta carrera de caballos, «que están, sin duda, en la novela con la que acabo de ganar el Planeta», pero está el nacimiento de la energía. «La experiencia de leer y de ver cine es la que me da el coraje para seguir riendo, y viviendo. Se decía que Hércules estaba en el aire pero tenía que tocar la tierra para sentirse fuerte; mi tierra es esto, los sueños de la infancia... Esto es lo que me da fuerza. ¡Necesito estos libros como necesita Popeye las espinacas!».
El libro contiene un canon de lo que le entusiasmó «en esos años en que todo se me quedaba en la memoria. ¡Me acordaba de trozos enteros de Salgari...! Como todos los cánones, este nace de la libérrima voluntad de la memoria de uno; a mí me pidieron una serie de novelas policiacas canónicas para un suplemento cultural, y yo hice la lista. Luego me acordé de otras, y están aquí. Como están las películas que prefiero, y que son casi todas de los años en que descubrí el cine y la literatura».
No es, ni mucho menos, una selección para irse a una isla desierta; «decía Bernard Shaw que a una isla desierta habría que llevarse un libro que te enseñe a hacer una barca... ¡Yo vivo encerrado en estos libros y con estos libros! Si un día me arrancaran de mi casa me lo tendría que llevar todo, objetos incluidos, como los que se llevó a su casa Forrest J. Ackerman, que tenía allí hasta la capa que usó Bela Lugosi en Drácula».
«Casa rarita», le dijo Fernando a Sara cuando la fueron a ver. De esta casa madrileña de Savater no se puede decir que sea una casa rarita; es la casa de un ser que hizo de la lectura (y del cine) una profesión de fe: «Es mi vida; no me puedo imaginar ni la vida ni la energía sin mis libros...». Ahora hay libros en los que no se mete, «aquellos, por ejemplo los de 600 páginas, que yo sé que no son para mí». No es que puedan esperar, es que no los aborda. Releer es, desde su jubilación en septiembre, su nueva pasión. «¡Toda mi vida esperando a releer!», para volver a ponerse las pilas de lector, como si estuviera reinventándose en la madurez una nueva juventud «en los libros que leí antes de tiempo, a los catorce años». Por ejemplo, Madame Bovary. «¡Seguro que ahora tiene más cosas que decirme!».
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El escritor en la biblioteca de su casa de Madrid. (Foto: Luis Sevillano)
C iudad Juárez, Chihuahua, 18 de diciembre, 2008. (RanchoNEWS).- La imaginación es mejor que la realidad. El filósofo y novelista, ahora jubilado, publica Misterio, emoción y riesgo, con el que se recupera como lector. Una entrevista de Juan Cruz para El País:
Fernando Savater es un hombre feliz y encima de su cabeza, en la biblioteca de su casa, en Madrid, tiene todos los libros que le han procurado esa felicidad. Los vas repasando y resulta que son el índice de su último libro, Misterio, emoción y riesgo, que acaba de publicar Ariel.
Como él, ésta es una estantería feliz. La recorres, y recorres su infancia, su juventud, su madurez; tiene fotos de años y años de coleccionista de felicidad, cinematográfica y literaria; Lezama combina con Borges, Dickens está al lado de Groucho Marx, Snoopy compite con Julio César o con Aristóteles y Octavio Paz se da la mano con Gary Cooper o con King Kong. Y en una repisa tiene un recuerdo muy reciente: un disco dedicado (a Sara, la mujer de Fernando) por Fher, el líder del grupo mexicano Maná, con quien Savater dialogó en la reciente Feria de Guadalajara.
Este libro, Misterio, emoción y riesgo, va más por el lado lúdico, como si en Savater se pudiera dar una dicotomía. Muchos textos fueron ya publicados, sobre películas y libros que le entusiasmaron en la juventud y luego («¡Ay, cuando descubrí Parque jurásico!»), y otros son nuevos. El orden es de su editor, Mauricio Bach, y lo ilustró («al modo de los carteles de las películas de los años 50») Fernando Vicente, «que acertó en el tono tanto que ahora este libro es un objeto precioso».
Poirot y Agatha Christie dialogan en las repisas con un Batman antiguo; el libro (su sustancia) está en todas partes. «Es un homenaje a la imaginación», la que le ha hecho compañía «desde que era un crío», y que apareció en su libro La infancia recuperada. Este Misterio, emoción y riesgo es algo así como «la adolescencia recuperada», o la madurez encontrada en un momento feliz. «Lo he disfrutado, como he disfrutado leyendo o viendo películas, descubriendo que la imaginación es mejor que la realidad. ¡La realidad ya me la sé!»
«Sin la realidad», dice Savater, «podría pasar. ¡Pero sin la imaginación no puedo estar ni un minuto!». Claro está, él no desdeña libros distintos a estos que le apasionan, y que van desde las novelas de Salgari a las historias de Dickens, pasando por las películas de los hermanos Marx. «Pero es que yo creo en una dieta diversificada». En el descansillo de la entrada de la casa está el menú próximo; está leyendo una novela de John Williams, Julio César, pero tiene en la lista «ensayos, novelas históricas, policiacas...», porque no puede leer sin variar, «pero nunca dejo un libro a la mitad; cuando no me interesa lo leo velozmente, y leo lentamente, ¡para saborearlo aún más!, cuando me gusta».
De la lectura (y del cine) le viene la energía, «y por tanto el entusiasmo, la alegría». Un día le contó a un periodista italiano «mis tribulaciones españolas, mis momentos de amargura», y el italiano le replicó: «¡Pero usted se salvará siempre gracias a las carreras de caballos!». Aquí, en este Misterio, emoción y riesgo, no hay tanta carrera de caballos, «que están, sin duda, en la novela con la que acabo de ganar el Planeta», pero está el nacimiento de la energía. «La experiencia de leer y de ver cine es la que me da el coraje para seguir riendo, y viviendo. Se decía que Hércules estaba en el aire pero tenía que tocar la tierra para sentirse fuerte; mi tierra es esto, los sueños de la infancia... Esto es lo que me da fuerza. ¡Necesito estos libros como necesita Popeye las espinacas!».
El libro contiene un canon de lo que le entusiasmó «en esos años en que todo se me quedaba en la memoria. ¡Me acordaba de trozos enteros de Salgari...! Como todos los cánones, este nace de la libérrima voluntad de la memoria de uno; a mí me pidieron una serie de novelas policiacas canónicas para un suplemento cultural, y yo hice la lista. Luego me acordé de otras, y están aquí. Como están las películas que prefiero, y que son casi todas de los años en que descubrí el cine y la literatura».
No es, ni mucho menos, una selección para irse a una isla desierta; «decía Bernard Shaw que a una isla desierta habría que llevarse un libro que te enseñe a hacer una barca... ¡Yo vivo encerrado en estos libros y con estos libros! Si un día me arrancaran de mi casa me lo tendría que llevar todo, objetos incluidos, como los que se llevó a su casa Forrest J. Ackerman, que tenía allí hasta la capa que usó Bela Lugosi en Drácula».
«Casa rarita», le dijo Fernando a Sara cuando la fueron a ver. De esta casa madrileña de Savater no se puede decir que sea una casa rarita; es la casa de un ser que hizo de la lectura (y del cine) una profesión de fe: «Es mi vida; no me puedo imaginar ni la vida ni la energía sin mis libros...». Ahora hay libros en los que no se mete, «aquellos, por ejemplo los de 600 páginas, que yo sé que no son para mí». No es que puedan esperar, es que no los aborda. Releer es, desde su jubilación en septiembre, su nueva pasión. «¡Toda mi vida esperando a releer!», para volver a ponerse las pilas de lector, como si estuviera reinventándose en la madurez una nueva juventud «en los libros que leí antes de tiempo, a los catorce años». Por ejemplo, Madame Bovary. «¡Seguro que ahora tiene más cosas que decirme!».
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