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viernes, enero 30, 2009

Artes Plásticas / España: Bacon regresa al Museo del Prado en el centenario de su nacimiento

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La obra Triptych, del artista Francis Bacon, forma parte de la retrospectiva que el Museo del Prado de Madrid organiza sobre el artista británico. (Foto: Reuters )

C iudad Juárez, Chihuahua, 30 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Inaugurarpan el próximo martes 3 de febrero la muestra sobre uno de los artistas más importantes del siglo XX; la exhibición estará integrada por 78 obras procedentes de Londres y Nueva York. Una nota de EFE:

En el Museo del Prado están colgadas ya las pinturas que conforman la primera exposición en España en treinta años de la obra del británico Francis Bacon, uno de los artistas más importantes del siglo XX, que murió en Madrid en 1992.

Entre el próximo martes, 3 de febrero, y el 19 de abril, en el año del centenario de su nacimiento, se podrán ver en la pinacoteca madrileña (www.museodelprado.es) 78 obras de Bacon (1909-1992) procedentes de la galería Tate Britain, de Londres, y con el Metropolitan de Nueva York como próximo destino.

Admirador del Prado y de los grandes maestros españoles, especialmente Velázquez y Goya, Bacon entra por la puerta grande del Museo con esta colección, en la cual hay dieciséis de sus trípticos más importantes, uno de ellos realizado en 1984 que no ha estado en la Tate ni irá a la exposición de Nueva York.

«Grandiosa, magnífica y posiblemente única», dijo hoy de la exposición Manuela Mena, comisaria de la muestra en Madrid y conservadora del Museo del Prado, por cuyas salas acompañó a Francis Bacon en sus visitas a los grandes maestros españoles.

Emocionada con el resultado, Mena ha querido que en el montaje unas obras hablen con otras y a la vez se pueden apreciar en la cercanía «en un combate directo. Además de la sorpresa y las relaciones entre unos cuadros y otros, el visitante se puede acercar para contemplar sus pinceladas, los recursos de uno de los grandes artistas», como ocurre en Sangre en el suelo.

Junto a la violencia y el sexo, sus obras descubren un pintor que reflejó la fragilidad de la naturaleza humana en su aspecto corporal, el paso del tiempo, la muerte, la nostalgia y todo ello con una calidad pictórica y una maestría de la técnica que hacen que sea uno de los grandes.

El recorrido por este descubrimiento de Bacon se inicia con la exhibición de sus obras más tempranas y llega hasta las de finales de su vida, como el último tríptico que pintó en el que, junto a él, retrató al malogrado automovilista brasileño Ayrton Sena.

Las obsesiones sucesivas del artista se ordenan en capítulos denominados Animalidad, Aprensiones, Crucifixión, Crisis, Retrato o Épica, mientras que las imágenes, fotografías y reproducciones de todo tipo que veía en revistas y libros y que recortaba y amontonaba en su caótico estudio se muestran en Archivo.

En el intenso recorrido, lleno de descubrimientos, el visitante se encuentra con obras fundamentales, ya iconos artísticos, como sus interpretaciones del retrato del papa Inocencio X, de Velázquez, que distorsionó hasta convertirlo en la imagen del aislamiento y la desesperación más radicales, o el tríptico inspirado en un poema del estadounidense Thomas Stearns Eliot (1888-1965).

Desnudos, como los de su amiga Henrietta Moraes; retratos, como los de su amante George Dyer, que se suicidó, al que pintó casi obsesivamente y que es protagonista de uno de sus trípticos en el que aparece solo en una habitación de hotel, vomitando en el lavabo, sentado en la taza del váter o junto a una gran mancha negra.

La pintura excepcional de Bacon «se somete en el Museo del Prado a un nivel de exigencia inédito hasta ahora. Su pintura reclama su calidad, su verdadero valor, como ocurrió con Manet o Picasso cuando visitaron el Prado», según el director del Museo, Miguel Zugaza.

«Día dublinés», según Zugaza, para recibir una exposición que contiene «una carga emotiva extraordinaria» debido a la intensa relación de Bacon con España y con el Prado.

Chris Stephens, de la Tate y uno de los comisarios de la exposición, considera muy emocionante la posibilidad de ver a Bacon en el Museo que tanto amaba y al que dedicó tantas horas en los últimos años de vida.

«Bacon –añade Stephens– pertenece a una gran tradición y tenía la ambición de no ser sólo un pintor de su generación. Tenía un nivel de exigencia enorme y aspiraba a una gran tradición artística».

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