C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- Todo mundo sabe que Ramón Mercader fue el asesino de León Trotsky, el intelectual que rompió la izquierda de su tiempo y encontró refugio en México, escribe Juan Carlos Talavera para Excélsior desde la Ciudad de México.
Lo que pocos saben es que Mercader tenía una gran capacidad para abrir cajas fuertes, que fue un mal boxeador y se convirtió en espía por accidente, que peleó en el frente de batalla a favor de Francisco Franco, y que cuando los sicólogos lo examinaron, lo definieron como un homosexual latente que se veía a sí mismo en la imagen de su madre.
Así lo cuenta el estadunidense John P. Davidson, autor de El asesino obediente, la novela que recrea los pasos de Ramón Mercader, desde el instante en que su madre lo convenció de sumarse a la causa contra Trotsky, la personalidad que asumió como Jacques Mornard, el extraño amor que sintió por Sylvia y la mujer judía a la que debió enamorar para acercarse a su objetivo, hasta consumar el asesinato.
Todo dentro de una trama de amor, intriga y novela policiaca que recrea la historia completa del asesino, hasta sus últimas consecuencias, a cinco días de que se cumpla el aniversario 76 de la muerte de Trotsky.
Para Davidson, Mercader fue un espía por accidente y su personalidad nunca correspondió al James Bond moderno, sino a esos espías literarios, un tanto absurdos que pecan de ser ordinarios. «No he leído muchas novelas de espías, pero tal vez se parece un poco a los espías que perfila el británico John le Carré o el propio Graham Greene. Lo cierto es que Mercader cayó en la trampa y él mismo nunca estuvo convencido de que pudiera asesinar a Trotsky».
Y asegura que, aunque existe mucha literatura sobre este episodio histórico, lo que predomina son escritos que datan de los años 40 o 50, escritos por partidistas que tenían su propia perspectiva, los cuales no funcionan para el lector de nuestros días.
«Por eso escribí este libro, que no había pensado como novela negra, hasta que el editor la leyó; no se me había ocurrido… así que también fue un accidente», afirma en tono de broma.
«Lo cierto es que los relatos eran trotskistas o estalinistas y, de alguna manera, no funcionan para el lector de hoy porque suponen el entendimiento del ambiente político de esa época, detalles que el lector actual no necesariamente comprende por completo».
Lo que sí fue muy útil de toda esa literatura son los documentos resguardados en el Instituto Hoover de California, producto de los informes escritos por el círculo cercano de Trotsky, que pertenecían a la Cuarta Internacional, es decir, los testigos que conocían a Ramón y a Sylvia, así como a los guardias y secretarios que atestiguaron los hechos, lo cual le permitió contar con la voz de las personas que le hubiera gustado entrevistar.
¿Qué tan aproximado a la realidad es narrado el primer encuentro de Frida Kahlo con Ramón Mercader?, se le inquiere a John P. Davidson.
Sabemos que Frida Kahlo estuvo en París cuando fue delegada al Congreso de la Cuarta Internacional, que se quedó en casa de André Breton y su mujer; sabemos que se enojó y se dirigió a la casa de una mujer. También se sabe que Ramón fue a la inauguración de su exhibición y que le llevó rosas. Si tuvieron sexo nadie sabe, pero conociendo a ese par… es muy probable o lógico, pero no se sabe.
Sin embargo, el autor reconoce que la idea de construir esta novela no nació para justificar a Mercader o buscar algo nuevo, sino de una necesidad.
«Al inicio la historia no era sobre Ramón, pero nació hace 15 años, cuando visité el Museo Casa de León Trotsky de México. Ahí me invadió una atmósfera y un entorno muy fuerte a partir de esa historia trágica: Entonces quise leer todo acerca de eso y saber cómo había ocurrido el momento del asesinato. Así nació todo y entonces lo escribí».
¿Qué descubrió de esta indagación que ha llevado a la literatura?
Que Ramón Mercader fue víctima de la propaganda y de lo que creía, al igual que Trotsky también. Y algo muy interesante: las dos versiones opuestas que han existido sobre el asesino. Por un lado, los trotskistas lo definían como un hombre superficial y exageradamente sencillo, mientras que los estalinistas lo mostraban como un héroe y un hombre dotado de memoria fotográfica, un hombre cortés, educado y de una gran fortaleza mental y física. Así que tomé ambas perspectivas.
¿Qué tantas licencias se tomó para la creación de los diálogos?
¡El cien por ciento! Hay que decir que las reuniones y los personajes corresponden con la realidad, pero los diálogos los he fabricado con imaginación. Así que éstos se gestaron en la imaginación para avanzar en la trama, demostrando que él nunca fue un político, a diferencia de su madre.
¿Qué significado tiene ese momento para usted?
Muchos pensaban que si Trotsky hubiera sobrevivido, o hubiera dirigido la Unión Soviética en vez de Stalin, todo habría sido distinto. Recuerda que Trotsky era el rostro humano del comunismo, alguien mucho más razonable, a diferencia de Stalin. Sin embargo, estos dos personajes tuvieron un punto de coincidencia: ambos eran hombres sin patria ni pasaporte, eran individuos desplazados e influenciados al límite por el tema de la propaganda.
Por último, John P. Davidson comparte tres elementos poco conocidos de Mercader. Se sabe que tenía una sensibilidad táctil muy desarrollada y que tenía la capacidad de abrir chapas de cajas fuertes en pocos minutos.
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