Rancho Las Voces: Libros / Entrevista a Sandra Ollo
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miércoles, agosto 24, 2016

Libros / Entrevista a Sandra Ollo

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Cuando se cumplen dos años del fallecimiento de Jaume Vallcorba, fundador de Quaderns Crema y Acantilado, su viuda y heredera de su legado profesional, Sandra Ollo, recuerda la figura del maestro editor y asegura la continuidad de sus valores culturales y personales. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- La muerte de Jaume Vallcorba en agosto de 2014 a causa de un tumor cerebral dejó un enorme hueco en el panorama editorial español. La fundación de Acantilado en 1999 supuso un auténtico hito (un salto al vacío como refleja su logo) por el atrevimiento de publicar una parte de la cultura europea completamente desconocida en España. Además, Acantilado carga con una potente identidad, donde el cuidado de la traducción y la hechura del libro son fundamentales. Desde allí, Vallcorba generó un faro de luz cultural con la edición de clásicos en español como Chateaubriand, James Boswell, y Montaigne; autores europeos, que van desde Pessoa a Imre Kertész, Arthur Schnitzler, Stefan Zweig o Joseph Roth hasta gran parte de la obra de Georges Simenon.

Pero el ingente legado editorial de Vallcorba y su visión del oficio no han caído en saco roto. De ello se ocupa su viuda, Sandra Ollo (Pamplona, 1977), joven veterana en el mundo de la edición que ya lleva ocho años en la editorial, donde empezó como lectora y correctora, hasta que en enero de 2012 asumió la gerencia, un reto que le ha permitido ponerse al frente de un negocio del que destaca el ideal cultural por encima de otras consideraciones, porque «la edición no es un trabajo de ocho horas, sino una manera de entender la propia trayectoria». Andrés Seoane la entrevista para El Cultural.

 Con la distancia que da el tiempo, ¿cuál es el legado que pervive de Jaume Vallcorba?

Creo que el legado que perdura de Jaume es su catálogo, tan personal y trabajado, que es lo más importante que puede dejar un editor. Y después, por supuesto, una manera de entender la edición y la cultura muy comprometida, con una intención de intervención cultural clarísima, y una manera de entender el trabajo de edición propiamente dicho, llevado más al terreno del día a día y de la artesanía, de la fabricación del libro. Esos tres puntos son los que articulan básicamente el legado de Jaume Vallcorba.

¿Qué es lo que más echa de menos de él a nivel profesional?

El consejo del maestro, la voz de la experiencia, algo que cualquier editor joven que haya tenido la suerte de trabajar con un editor veterano, además con la presencia intelectual y el saber hacer que tenía Jaume Vallcorba, echaría de menos. El día a día del editor está lleno de decisiones pequeñas, grandes y medianas. Las pequeñas y medianas las llevo adelante sin demasiado quebradero de cabeza, ya lo hacía antes, pero para las grandes siempre se añora la experiencia, e incluso esa reflexión compartida, el pensar en voz alta con otra persona, que te hace, si no tomar la mejor decisión, que eso nunca lo sabes hasta el final, sí hacerlo con mayor ligereza de espíritu.

 A pesar de que llevaba tiempo en la casa, ¿cómo fue hacerse cargo de todo, cómo lo recuerda ahora, dos años después?

El momento de tomar las riendas lo tengo como un recuerdo ligeramente enmarañado, porque venía teñido de otras circunstancias. No solo me quedé al cargo de un proyecto intelectual apasionante sino que también perdí a mi compañero, por lo que fue un momento complicado. Sin embargo el hecho de tener algo tan valioso en las manos fue muy ilusionante, una manera de hacer palanca para tirar hacia delante. Así que fue a la vez doloroso y sanador para mí. En 2014 lo que intenté fue acabar el año, que ya me parecía una hazaña. 2015 fue una época de asentamiento, de que no se moviesen los muebles de su sitio. Y ahora, durante este año, estamos en un momento de despegue total, con proyectos, con ganas, haciendo cosas que están saliendo bien. Adoro mi trabajo y creo que soy la mujer más afortunada del mundo.

Siempre se ha asociado el catálogo de Acantilado con el gusto de su fundador, ¿cómo se ha guiado para proseguir con la selección de títulos?

Sí es verdad que el catálogo refleja el gusto del editor, pero además añado que también refleja su trayectoria intelectual. El catálogo de Acantilado es fundamentalmente un catálogo del lector. Y esto parece una obviedad pero creo, y Jaume también lo creía, que el editor es primero y fundamentalmente un lector. Entonces el catálogo va reflejando tu trayectoria lectora, tus inquietudes intelectuales y tu recorrido, es decir, ofreces aquello que a ti te ha interesado. Yo tuve una primera etapa de educación intelectual que se ha completado obviamente al lado de Jaume. Con él compartía muchísimos intereses, si no no hubiésemos convivido desde un punto de vista personal y profesional durante ocho años. Pero no soy Jaume Vallcorba. Sí que tengo muy claro qué sentido tiene Acantilado y qué queremos hacer. Lo que rima en consonante con el catálogo y lo que desafina totalmente. Planteamos la edición como un diálogo a tres bandas entre el editor, el libro y el lector, una conversación fluida entre estos tres puntos que tienen que converger. Independientemente del gusto personal, aprendí de Jaume el sentido del catálogo y de la editorial, el sentido final de nuestro trabajo. Pero también cuento con mi propio gusto y mi propio criterio, y ésta es la voz que me guía. No pretendo usurpar el gusto de otra persona porque es imposible.


El desaparecido editor Jaume Vallcorba

La idea de editor de Vallcorba destacaba por su estilo de prescriptor, de editor que va educando, ¿usted como se plantea ese papel de editora?

Desde luego como un sentido de prescripción total y absoluta, pero yo enmascaro un poco el término prescripción y prefiero hablar de conversación. Me parece que la conversación es uno de los rasgos de civilización más extraordinarios que tenemos y lo que pretendo es conversar con los lectores de Acantilado a través de nuestros libros. ¿Esto es prescripción? Sin duda alguna, lo es, pero pretendo que exista una invitación a la conversación, porque en el fondo, cuando ofreces un libro, lo que haces es invitar al lector a que te siga. En Acantilado tenemos la enorme fortuna de que nuestros lectores se fían casi a ciegas de lo que les ofrecemos, y probablemente se encuentran leyendo libros que nunca hubieran pensado en comprar, pero se fían de nuestro criterio. Por tanto, volviendo al principio, sí, es prescripción, entendida como invitación a la conversación, lo que es más interesante.

Un rasgo destacado de su editorial es mantener una política de autor, ¿cómo elige a los nuevos autores?

No es tanto el propio autor como lo que dice. Veo si el texto que me llega tiene sentido en Acantilado. Es la parte más complicada, porque te tienes que enamorar un poco de aquello que te proponen y entender, en función del tipo de libro y del tipo de escritor, si ahí hay una persona que vamos a poder acompañar en su viaje. Es un momento delicado, porque actualmente se escribe muchísimo, hay una grafomanía por ahí que a veces asusta un poco, y muchísimos de los libros que nos llegan están entre el aprobado y el bien alto, lo cual te hace muy difícil descalificarlos de entrada. ¿Pero un libro entre el aprobado y el bien alto realmente tiene que estar en el mercado? Buscamos algo especial y siempre es complicado encontrarlo, pero también es verdad que siempre es un encuentro delicioso, poder seguir la trayectoria de un escritor y acompañarlo, en lo bueno y en lo malo, que es realmente el papel del editor. Si además se establece una sintonía personal con el autor pues miel sobre hojuelas.

Hace poco publicaron la novela La última hermana de Jorge Edwards, ¿se plantea así un giro hacia la literatura latinoamericana, terreno poco explorado por la editorial?

La verdad es que no está hecho con esa intención. Literatura hispanoamericana hemos hecho poquísima, por ejemplo, los libros de poesía de Bolaño, y no nos planteamos explorar la literatura latinoamericana. El libro de Jorge Edwards está escrito por un señor casualmente latinoamericano, pero es profundamente europeo. A nosotros nos atrae la literatura de corte europeísta, entendiendo que Europa no es un territorio, sino una entidad que está más allá de las fronteras. Y el libro de Jorge encaja en ese marco, no porque esté situado en el París ocupado, sino porque su manera de escribir, de entender la literatura, tiene un enfoque europeísta. No estamos ni interesados ni desinteresados en el terreno de la literatura latinoamericana, sino que nos interesan los buenos libros, más allá de que estén escritos a un lado del océano o al otro.

Hablábamos hace un mes con los traductores Adan Kovacsics y Miguel Sáenz sobre la situación de la cultura europea, sobre el difícil trasvase entre naciones. ¿Qué opinión tiene usted siendo Acantilado la principal impulsora en España de la literatura centroeuropea y de Europa del este?

El problema va quizá un poco más allá. Creo que hay un cierto «colonialismo» de la cultura y la literatura angloamericana, que ha penetrado muchísimo en la manera de entender la novela de muchos autores que escriben en Francia, España o Italia. Hasta cierto punto no me parece tan malo, porque hay grandísimos autores angloamericanos que son una influencia clara, pero tenemos que reivindicar la cultura europea y la manera de hacer europea. No con un sentido nacionalista ni chovinista, lo que iría precisamente en contra de este concepto, sino con una aspiración más universalista. La cultura europea está sufriendo un complejo de hermana fea que no debería tener, porque la base casi fundacional de la civilización está en Europa. Hoy en día sí que es cierto que el mundo es mucho más amplio y se conocen poco a poco los países y sus literaturas. Acantilado contribuyó, por ejemplo, a dar a conocer a todos los países que quedaron en el bloque del este y que eran una masa desconocida. Pero es verdad que todavía queda mucho por hacer, hay muchos autores que tienen muchísimo que decir todavía y son los que nos van a ayudar a entender realmente de qué estamos hechos y hacia donde tenemos que ir.

¿Cómo cree que la cultura puede ayudar a eso, porque ahora tenemos una Europa en teoría unida pero que sigue estando muy fragmentada especialmente a nivel cultural, en amplio contraste con la Europa anterior a las guerras mundiales?

Es una cuestión puramente educativa, de planteamiento educacional. La Unión Europea es hoy en día un artefacto económico y político en el que el espíritu europeo está muy diluido y efectivamente necesitamos una europeización que tiene que venir por el lado de la cultura. Esto tiene que empezar por unos programas educativos que tengan la suficiente generosidad y amplitud de miras para entender que hay que salir de lo estrictamente nacional o regional para ir un poco más allá. Desde luego el periodo previo a la Primera Guerra Mundial, aun siendo muy convulso y complicado, era una Europa deliciosa en muchos aspectos: un parisino podía escribir en Alemania y era leído y entendido en Rusia. Había un lazo, una sociedad cultural, que empapaba un poco todos los ámbitos, y la Europa que estamos fabricando ahora no va en este sentido, al contrario, promulga la unión pero reivindica la individualización de cada país, lo que para mí es un absoluto error.

Siendo una editora independiente, ¿cómo ve este momento de concentración editorial que provoca que los sellos pierdan ese sentido artesano y personal?

Siendo sincera es algo que me interesa muy poco. Yo me ocupo de cómo lo hago yo, los demás allá ellos. Sí que es cierto que creo que se pierde el sentido del sello y el buen hacer, dicho con enorme respeto porque hay grandísimos editores en muchos sellos reunidos en grandes grupos. Pero mi manera de entender la edición exige la libertad absoluta, con lo bueno y lo malo que eso conlleva. En casa se hace o no se hace un libro si nos gusta o no nos gusta, más allá de criterios de mercado o económicos. Por supuesto una vez que se hace un libro intentamos promocionarlo y que se venda, una editorial tiene una parte empresarial que hay que cuidar, pero nuestra manera de trabajar es desde una absoluta libertad y eso en un grupo es inviable.

Ahora que ya está plenamente al mando, qué novedades hay para esta nueva temporada literaria, cuál es el futuro de Acantilado?

Por supuesto seguir ofreciendo buenos libros y teniendo este encuentro tan delicioso con nuestros lectores, y seguir sorprendiéndolos con todo lo que tenemos entre manos. No va a haber ningún cambio estridente, aunque sí que tenemos pequeñas cositas y guiños que me reservo si me lo permite. En la editorial hemos variado ligeramente las maneras de trabajar, pero no hay cambios radicales. La idea es seguir trabajando con este sentido de responsabilidad intelectual que es el sello que fomenta la editorial y con el enorme respeto que tenemos por el lector y que intentamos demostrar con cada libro que ofrecemos.


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