Rancho Las Voces: Textos / Alfonso Martín Martínez de Compañón: «Cervantes y El Quijote (Semblanza del cuatrocientos aniversario - 1605-2005)»
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domingo, agosto 28, 2016

Textos / Alfonso Martín Martínez de Compañón: «Cervantes y El Quijote (Semblanza del cuatrocientos aniversario - 1605-2005)»

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Quijote doliente, obra del artista plástico chihuahuense Alberto Carlos, 1969. (Foto: RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- Miguel de Cervantes Saavedra es el autor de la inmortal novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. La primera publicación de esta obra tuvo lugar en Madrid en enero del año 1605, y nos ha llegado después de cuatrocientos años con toda la fuerza y vigencia que Cervantes supo imprimirle. El escritor español  está considerado desde entonces, como el creador de la novela europea moderna, y su obra, El Quijote, es después de la Biblia, el libro más vendido del mundo. Para los que hablamos el castellano, el idioma cervantino, debe ser un orgullo leerlo, ya que su narrativa es viva y sabia, y en su lectura siempre encontraremos una enseñanza, un ejemplo para aprender, o una satisfacción por las divertidas historias que en él se encuentran. Cervantes nos muestra en la perennidad de su novela un detallado resumen analítico de la condición humana con su grandeza, su complejidad y sus miserias.

Cervantes nace en Alcalá de Henares en el año 1547, ciudad castellana, distante de Madrid a unos 30 kilómetros, y que actualmente pertenece a la Comunidad de Madrid. Alcalá de Henares era la joven ciudad intelectual gracias a una pujante Universidad humanista, en dónde se formaron muchos de los escritores del Siglo de Oro (finales del XVI y principios del XVII), tales como Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Quevedo, Góngora y Lope de Vega, coetáneos de Cervantes y con los que tuvo una relación a veces antagónica, en el terreno literario, como la que protagonizó con Lope de Vega, como luego se verá. También tuvieron sus diferencias Tirso de Molina y Quevedo, que aunque amigos de muchos años, rompieron esta relación por cuestiones de criterio. Esta competencia favoreció al teatro y a la literatura de la época, hasta el punto de ser una de las mejores y más fértiles de la historia de nuestras letras, llegándose a llamar el «Siglo de Oro», donde también los textos religiosos y místicos perfumaron de espiritualidad los conventos y las iglesias con el incienso literario de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. La competencia aviva el ingenio e incita al esfuerzo.

Descendiente de judíos llamados «nuevos cristianos», conversos, que tuvieron .que abdicar de su religión durante los siglos XIV y XV, si querían permanecer en España, Cervantes siempre se mostró como un cristiano convencido.

A pesar de que su padre era cirujano, Cervantes tuvo que sufrir el ambiente de necesidad y pobreza que mayoritariamente padecían las clases medias y bajas. Su juventud transcurrió en Alcalá y pueblos cercanos de la Mancha, en un ambiente propicio para el estudio, adquiriendo la base de una buena formación humanista, preferida entonces entre los estudiantes. Los continuos cambios de domicilio a que se vio obligado su padre, le sirvió para ir conociendo muchos lugares de La Mancha (actualmente la Comunidad Autonómica de Castilla-La Mancha comprende las Provincias de Guadalajara, Ciudad Real, Cuenca, Toledo y Albacete). Aparte de los conocimientos topográficos, Cervantes asimiló todo lo que sería la materia prima de su obra: costumbres, personajes, historia, gastronomía, leyendas y cuentos lugareños. Todo un caudal de vivencias incluidos algún que otro lance amoroso que le predisponen para que su caballero naciese con esa determinación y carácter pendenciero que en numerosos pasajes de la novela demuestra para defender el honor de la Dama de sus pensamientos, o bien para obligar a los bellacos y rufianes que fueran a rendir pleitesía a la Emperatriz de La Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.

De la vida diaria

Los personajes y lugares del Quijote, Cervantes los calcó de la vida diaria, dando a su narración un extraordinario realismo. Así tenemos Argamasilla de Alba, (Ciudad Real), de donde se dice que fue don Quijote, el mismo que en la novela es Alonso Quijano el Bueno, y en la vida real, por el año 1570, Cervantes conoció con el nombre de Don Rodrigo Pacheco y que le sirvió de inspiración para su personaje. Sin embargo, y más recientemente, Villanueva de los Infantes de la misma Provincia, también reclama su cuna, ya que los académicos actuales, así lo están considerando, a pesar de que Cervantes nunca quiso acordarse de señalar (vete a saber porqué), ni a uno ni a otro. Otros lugares manchegos citados son El Toboso (Toledo), donde Aldonza Lorenzo Zarco de Morales, moza labradora, se convertiría, en la idealización quijotesca, en la Emperatriz de la Mancha, la simpar Dulcinea del Toboso. Campo de Montiel, lugar donde los molinos de viento mueven en sus aspas moliendas de trigo candeal. Tomelloso, Cueva encantada de Montesinos, Lagunas de Ruidera, Puerto Lápice, que le cupo el honor de que en su venta fuera armado Caballero el más valeroso hidalgo Castellano de todos los tiempos, espejo de la Caballería Andante.

Cervantes captó sobre todo los caracteres y tipos basados en personajes reales, tanto de la nobleza , como del pueblo llano, los que luego recreó magistralmente, dando a cada uno su papel exclusivo sacándolos de su vulgar realidad y mitificándolos hasta lograr darles categorías de Caballeros, Princesas, Gigantes y Escuderos, haciéndoles protagonistas de ésta gran gesta. Todo lo que vio y experimentó el joven Miguel, en sus viajes por la Mancha, se le fue quedando prendido en su retina, contagiándose de la magia de esa tierra ancha, de horizontes lejanos, donde la soledad se convierte en misticismo y la dureza de sus ocres campos nos evocan remembranzas de su antigua estirpe guerrera. A poco que te dejes llevar de la ensoñación, los gráciles molinos de viento se te convertirán en desaforados Gigantes, y las ventas, en refulgentes castillos con sus cuatro torres y chapiteles.

Cervantes es hijo de su tiempo y bebe de esas corrientes literarias, artísticas y aperturistas, en todos los ambientes humanistas. Marcha a Italia, donde sirve al Cardenal Acquaviva y donde descubre los clásicos, que luego veremos reflejados en tantos pasajes de su novela, tanto en boca de don Quijote , como del mismo Sancho Panza, que a pesar de ser villano rebosa sabiduría y conocimiento popular. Miguel entra en la marina, y según nos cuenta él mismo, luchó en la batalla de Lepanto contra los turcos, cuando contaba con veinticuatro años, esto es, en 1571. Dicha contienda la dirigió don Juan de Austria, hijo bastardo del Emperador Carlos V, y que supuso la pérdida de la hegemonía marítima del Mediterráneo por parte otomana, a favor de la marina imperial hispana. En dicha refriega, Cervantes pierde su mano izquierda de un arcabuzazo, en la galera Marquesa. Durante el viaje de vuelta a España, Miguel fue hecho prisionero por piratas argelinos. Lo convierten en cautivo en Argel durante cinco años y medio, una estancia que le marcaría profundamente, y que le serviría para descubrir su vena literaria y ampliaría sus conocimientos sobre la cultura y religión musulmanas. Esta nueva experiencia la expresaría de forma autobiográfica en muchos comentarios del Quijote, y más concretamente, en la «aventura del cautivo».

El regreso a España

Después de varios intentos de fuga frustrados, y gracias a los esfuerzos económicos de su familia y de un fraile trinitario, Juan Gil, pudo volver a España, cuyo suelo no había pisado desde hacía diez años. Intentó conseguir un puesto administrativo en las Indias, dado su estado de invalidez. No lo consiguió, pero sí se empleó como procurador de la Armada y recaudador de impuestos atrasados en el reino de Granada. Estos trabajos le permitieron gozar de una seguridad económica y tranquilizar su vida. Gracias a estos empleos aumenta sus conocimientos, viaja por toda Andalucía y edita la primera parte de su Galatea en 1585, novela pastoril de cierto éxito. Por esta época le nace su hija Isabel, de la relación extramatrimonial que mantuvo con Ana Franca de Rojas. Su matrimonio con Catalina de Palacios queda en la penumbra de su vida, máxime al no tener descendencia con ella.

Su trabajo le permite ir recalando de pueblo en pueblo, y pernoctar en viejas ventas y pensiones, como luego haría su aventurado caballero. Disfruta de su «santa libertad». Conecta con el pueblo que tiene ocasión de ver y tratar a diario. Bebe con él, en los viejos mesones y tabernas, juega a los naipes, cuenta sus batallas y aventuras y ve que todo lo que dice impresiona y admira a sus amigos. Y piensa que bien podría revestirlo con un estilo adecuado y lanzarlo al mundo en forma de libro. Pero otro percance le pone en prisión en Sevilla, por unos oscuros manejos de dineros, hecho al que alude en el prólogo a la primera parte de su novela.

Cuando a principios del siglo XVII, la Corte se traslada a Valladolid, Cervantes se establece allí también, acompañado de su hermana. Fue entonces cuando acabó y publicó la primera parte de su Quijote. Le empieza a llover la fama y el dinero suficiente para poderse dedicar de lleno a su verdadera vocación: la literatura y el teatro. Acaba «Novelas Ejemplares» en 1613, y varias obras de teatro. Frecuenta un grupo de amigos literatos, como Pedro Laínez, los poetas Cristóbal de Mesa, Luis Barahonda de Soto, Francisco de Figueroa, Vicente Espinel entre otros, y sobre todo le dan el espaldarazo literario, con sus buenas críticas, los consagrados de la época, Tirso de Molina y Góngora. Pero ocurre otra vez un incidente más grave para Cervantes que todos los sufridos en su ajetreada vida, y que le amarga sus últimos años. Se trata de la publicación de una «Segunda parte del Quijote» en Tarragona en 1614, por un supuesto Alonso Fernández de Avellaneda, seudónimo que encubre a Baltasar de Navarrete, clérigo de la Santa Hermandad y amigo de Lope de Vega, quien también intervino en la ejecución de este escandaloso plagio. La edición de esta espuria «segunda parte», se hizo un año antes que Cervantes sacara la suya, y cuando Don Quijote de la Mancha era ya un personaje muy popular desde que en 1605 se editó la primera y original. Cervantes, en la dedicatoria que le hace al Conde de Lemos, su mecenas, en el prólogo de la segunda parte de su Quijote, dice echándole en cara al plagiario que: «no osa aparecer a campo abierto y al cielo raso, encubriendo su nombre y fingiendo su patria». Es como darle con el guante en la cara, retándole a duelo. Duras palabras, con las que quiere limpiar la afrenta, y pone en su lugar al apócrifo autor llámese como se llame. Y termina diciendo que le «castigue su pecado y que con su pan se lo coma».

En este tiempo publica «Viaje del Parnaso», y acaba «Los Trabajos de Persiles y Sigismunda», obra póstuma, que su viuda se encargaría de publicar después de su muerte, que ocurrió en Madrid en 1616.

Miguel de Cervantes muere, y en la segunda parte de su novela también muere su caballero don Quijote, pero su obra es inmortal. Cervantes nos deja este singular escrito para que todos podamos leerlo y disfrutarlo. Y su don Quijote nos invita a que «dejemos las ociosas plumas» de la comodidad y pongamos en práctica en nosotros y en los demás, dos de sus más defendidos derechos del hombre: LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA. Estas dos razones fueron las que le impulsaron «y sin que nadie lo viese», a «armarse con todas sus armas», a subirse sobre Rocinante y «emprender su buen deseo». Y así continúa después de cuatrocientos años, con la misma determinación, cabalgando en pos de este loco o cuerdo ideal.

VALE

Alfonso Martín Martínez de Compañón

En El Paso TX.
A 13 de febrero del 2005

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