C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- Lotte Jacobi siempre tuvo pocas opciones de escapatoria. Las pocas que le quedaban desaparecieron súbitamente al abrir su regalo de cumpleaños, cuando todavía era una niña, y se encontró entre las manos con una cámara estenopéica que había fabricado su padre para ella. El padre, Sigismund, el mayor de tres hermanos, era fotógrafo. Alexander, el padre de Sigismund, también era fotógrafo, y había heredado el negocio familiar de su padre, Samuel, que era –¡adivinen!– fotógrafo, y que le había comprado una cámara al mismísimo Louis Daguerre, el inventor del daguerrotipo, en un viaje a París. En su viaje de vuelta a Torún –entonces Prusia, ahora Polonia– el bisabuelo Samuel Jacobi aprendió a usarla, montó un estudio e inició un linaje de retratistas y amantes de los nitratos. «Tenía que ser fotógrafa y ya está», comentó la bisnieta en más de una ocasión, reporta la Redacción de El Confidencial.
Este 17 de agosto se cumplen los 120 años del nacimiento de la fotógrafa alemana, que retrató con sus cámaras –y sin ellas, porque sí, es posible hacer fotos sin cámara– a próceres de su época del calibre de Albert Einstein, Marc Chagall, Alfred Stieglitz, Thomas Mann, Eleanor Roosevelt o Peter Lorre, entre otros. Y con su trabajo natural, intuitivo y cotidiano se convirtió, casi sin quererlo, en una de las figuras más importantes en la revitalización de la fotografía de la primera mitad del siglo XX.
Pero aunque Jacobi fue precoz en su pasión, no la oficializó pronto. Primero se casó, luego fue madre, luego se divorció en 1924 y, ya por fin, estudió Cine en la Universidad de Múnich y Fotografía en la Academia Estatal de Bavaria. Y al salir se montó su estudio, empezó a trabajar en películas y viajó a la Unión Soviética –en especial a Tayikistán y Uzbekistán– para retratar lo que le llamaba la atención de ese mundo desconocido. Pero a su vuelta a Alemania, había nuevo inquilino en la Cancillería: Adolf Hitler, y cuando comenzó la persecueción a los judíos Jacobi huyó en dirección a Reino Unido para acabar aterrizando en Nueva York. Entonces, cuando abrió su estudio en Manhattan, no sólo se convirtió en la retratista de la élite los emigrados, sino que empezó a formar parte de ella.
Jacobi apostó por los retratos en apariencia desenfadados –quería que sus fotografías revelasen la personalidad del fotografiado y no del fotógrafo– por lo que a sus clientes les hablaba y hablaba de temas que les interesasen para que olvidasen la presencia de la cámara. Pero también dominó por las fotos de niños en las calles de la ciudad, los vecinos del campo de Hampshire y el 'summum' de la fotografía experimental: las 'photogenics' o fotografías sin cámara con papel fotosensible en el que creaba figuras abstractas.
A su muerte, en 6 de mayo de 1990, con 84 años de edad, se encontraron más de 46.000 negativos que suponen un archivo histórico del siglo XXI, una radiografía de la cultura del entretenimiento, de la política, de los líderes mundiales, de la 'intelligentsia' y de gente corriente y moliente de la América rural y la Europa de las vanguardias.
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