C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- Amigo, cómplice, «compañero espléndido», hombre entusiasta, «quizá el mejor cuentista en México desde Inés Arredondo», maestro apasionado, escritor multipremiado, un enamorado del lenguaje, de la palabra. La muerte de Ignacio Padilla (1968–2016) consternó ayer al mundo de las letras mexicanas, escribe Virginia Bautista para Excélsior desde la Ciudad de México.
A los 47 años, el cuentista, novelista, ensayista, autor de literatura infantil, catedrático y académico de la lengua falleció la madrugada de ayer en la ciudad de Querétaro, víctima de un accidente automovilístico, minutos antes de tomar la carretera a Guadalajara, donde participaría en la Cátedra Agustín Yáñez.
La Secretaría de Cultura confirmó que el cuerpo del comunicólogo egresado de la Universidad Iberoamericana fue trasladado a la Ciudad de México, donde se comenzó a velar anoche en la funeraria Gayosso Félix Cuevas.
El escritor Jorge Volpi, su amigo y compañero del grupo literario el Crack, que formaron hace 20 años junto con Pedro Ángel Palou, entre otros, se hizo cargo de los preparativos del traslado.
Maestro en Literatura Inglesa por la Universidad de Edimburgo, doctor en Literatura Española por la Universidad de Salamanca y estudioso de la obra de Miguel de Cervantes, Padilla dejó diversos proyectos en preparación.
«Nacho nació con el don de la pluma. Lo que lleva años y lustros aprender, él había nacido con ello: el don de la escritura, del matiz, de la ambivalencia y la belleza literaria... Llevaba la lengua española en el alma», afirma Eloy Urroz vía correo electrónico desde Charleston, Carolina del Sur.
El novelista confiesa que la noticia de la muerte de su amigo, a quien considera «un gran escritor y un excelente padre», lo dejó «triste, perplejo, desconcertado».
Dice que Padilla deja un legado vital en cuento, novela y ensayo. «Escribió Espiral de artillería, que trabajamos juntos, me encanta; luego creó Si volviesen sus majestades, revolucionaria, extraordinaria, y redactó Imposibilidad de los cuervos a mi lado y el de Volpi. Escribimos juntos, separados, felices, enojados, por tres décadas... Gran cuentista, quizá el mejor en México desde Inés Arredondo».
Urroz agrega que el autor de La catedral de los ahogados, con la que ganó el Premio Juan Rulfo para Primera Novela en 1994, amaba a Cervantes. «Lo entendió mejor que nadie. Los mismos colegas y maestros de su Alma Mater, en Salamanca, no lo entendieron, no comprendieron su desplante, su chocarrería, su dislate, su carcajada cervantina, como la llamó Kundera. Nacho fue el mejor continuador de Cervantes, de Fuentes y Kundera, el iconoclasta, el revolucionario...».
Otro de los amigos de Padilla, Pedro Ángel Palou, no quiso responder a preguntas ni compartir reflexiones. «Perdón, no hay palabras hoy. Sólo dolor, mucho dolor. Y coraje». Pero en la mañana, el novelista publicó en su muro de Facebook: «Nada te prepara para esto. Nada justifica el absurdo de una muerte así. Mi admiración siempre crecía por el gran escritor, pero también por el amigo de décadas, el cómplice. Mi vida se queda jncompleta, como la suya. La literatura mexicana pierde a uno de sus grandes y yo a mi compadre, a mi gran amigo. Sigo helado, atónito. Insisto: nada dicen las palabras».
Por su parte, el escritor y editor Felipe Garrido, director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua, evoca al autor de La gruta del toscano (Premio Mazatlán de Literatura 2007) como un «compañero espléndido, un hombre dedicado a la tarea de enseñar y emprender, un gran escritor, con una carrera muy rica, con muchos premios. Su muerte es una desgracia nacional.
«Nos perderemos de quién sabe cuántas cosas en proceso y lloramos a un compañero entrañable, siempre animoso, siempre dispuesto a encontrar la solución a los problemas.»
Escribir por amor
Ignacio Padilla se definía como un «físico cuéntico» cuya nación es la lengua. «Escribo por amor a la palabra y a las historias... Mi vida es un eterno combate entre contar una historia con palabras suficientes y no hacer de la palabra la protagonista de la historia», dijo el escritor en una entrevista que le hizo el INBA hace 20 días para anunciar su participación en el ciclo «Protagonistas de la literatura mexicana».
«Soy un obsesivo tal de la palabra que debí ser poeta y, sin embargo, la vida me empujó al otro aspecto de la literatura, que son las historias», dijo.
En una de sus últimas entrevistas, el autor de La industria del fin del mundo abordó el género que más lo apasionaba. «El cuento es como una piedra basal del género novelístico, destinado a mantenerse al margen, pues es un género utópico, neurótico, y por eso se relaciona tanto con lo fantástico.
«Y la realidad no es ni utópica ni fantástica, la realidad es dura y es distópica. Como autor de cuentos a quien normalmente se le sale de control uno y se le convierte en novela, guión u obra de teatro, qué más quisiera yo que el cuento fuera el género del siglo XXI», aseguró.
En alguna entrevista, Padilla confesó a Excélsior que «el lenguaje es mi amigo y mi aliado, pero también lucho contra él para explorarlo. Adoro el lenguaje en la medida en que soy lector y porque es mi herramienta fundamental para contar lo que quiero. Pero esto no excluye que tenga que meterme en el fango mismo del lenguaje y luchar con todas las serpientes habidas y por haber no sólo de mi propio idioma, sino de otros. Esta lucha contra el monstruo siempre es gratificante. Toda mi obra narrativa es una exposición de mis triunfos, fracasos, heridas y premios de mi idea del lenguaje», comentó.
Ayer, funcionarios y editoriales como Planeta y el FCE lamentaron la muerte de Padilla. El secretario de Cultura, Rafael Tovar, escribió en su cuenta de Twitter: «Lamento el fallecimiento de Ignacio Padilla, un hombre de letras en el más amplio sentido de la palabra». La directora del INBA, María Cristina García, apuntó: «Lamento la muerte en plena madurez creativa del escritor Ignacio Padilla».
El Hay Festival Querétaro anunció que le dedicará un homenaje en la edición que comenzará el 1 de septiembre.
Víctima de un tráiler que huyó
QUERÉTARO.— El accidente vial donde murió Ignacio Padilla se presentó sobre Paseo de la República, a la altura del kilómetro 12 de la Carretera Querétaro–SLP. Viajaba en un auto Honda, con placas de circulación para Querétaro UMG 9727, que fue impactado por un tráiler que huyó de la escena.
El Honda quedó destrozado y el novelista resultó gravemente lesionado, junto con su acompañante Víctor «N». Al lugar acudieron paramédicos de la Cruz Roja, quienes trasladaron a Padilla y a su acompañante a un hospital privado, donde el primero murió.
Este accidente se da en el marco de la petición publicada en el portal change.org, de que no se permita circular a los tráileres con doble remolque.
Algunas obras
Ésta es una parte del legado literario de Ignacio Padilla:
Si volviesen sus majestades, novela.
Amphitryon, novela.
El año de los gatos amurallados, cuento.
Imposibilidad de los cuervos, cuento.
Las antípodas y el siglo, cuento.
El diablo y Cervantes, ensayos.
La vida íntima de los encendedores, ensayos.
Todos los osos son zurdos, literatura infantil.
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