Woody Allen durante el rodaje. (Foto: J. Kamau Buzz)
C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- Woody Allen tenía cinco años cuando empezó a pensar en la muerte. «Mi madre no sabe qué me pasó», dice el director neoyorquino moviendo la cabeza sentado al borde de una silla en el Hotel Martinez de Cannes. «Fui un niño muy dulce los primeros cinco años de mi vida y de pronto algo me pasó que me volvió negativo. Yo creo que, con la edad, la gente es consciente de la muerte y se da cuenta de que todo va a acabar». Reporta Irene Crespo para El País.
Ese pesimismo le ha acompañado toda la vida, pero ha preferido reírse de él, en la realidad y en su cine, que para él son un poco lo mismo. Ahora, a sus 80 años, está un poco más feliz en la realidad y lo transmite en su cine, quizá por eso Café Society, su película número 47 como director y que se estrena mañana en España, sea una de las más románticas.
«He tenido una vida mejor desde que conocí a mi mujer», reconoce. «Eso ha sido bueno para mí y agradable, pero no me ha convertido en un optimista. Porque tienes a tu mujer, tus hijos, y de repente, ya no están: ¿Y si le ocurre algo a ella? ¿Y si les ocurre algo a los niños? La ansiedad se apodera de mí. He vivido dentro de los confines de la fealdad de la existencia humana. Pero he tenido suerte el último par de años, no he sufrido tanto. Tengo 80 y sufrí 60 años de mi vida», concede y se ríe.
Esos debates existencialistas y ese miedo atroz a la muerte lleva años pasándoselos a los protagonistas de su cine. Y Bobby, el galán improbable de Café Society, interpretado por Jesse Eisenberg, no se libra. «La vida es una comedia escrita por un cómico sádico», dice el personaje, a pesar de que a él la vida le acaba sonriendo, atrapado en el amor entre dos bellas mujeres, una en California (Kristen Stewart) y otra en Nueva York (Blake Lively), con el mismo nombre de femme fatale, Verónica.
«Es una película romántica», admite. Además la escribió en forma de novela, con un narrador en off (el mismo Allen). «No solo es romántica por esas chicas. El personaje de Jesse es muy dulce, y esa época en California y Nueva York, los años treinta, también fueron muy románticas», dice con un atisbo de nostalgia, un sentimiento poco frecuente en el neoyorquino.
«Hay que tener cuidado con la nostalgia», continúa él solo. «La nostalgia es una trampa. Te atrapa. Esta película ocurre en ese periodo de tiempo. Y yo, personalmente, siento nostalgia por esa época. Por qué me siento nostálgico es una locura, ya que yo no estuve allí, pero solo de leer sobre ella…», dice. Y de recordar las historias que su padre le contaba. Historias de la mafia que están también en Café Society.
Contra los directores
En aquellos años treinta triunfó su modelo a seguir, Groucho Marx. Allen ve el cine de aquella época con admiración, pero jamás habría encajado en su sistema de estudios que también refleja en Café Society con el magnate Phil Stern (Steve Carell). «Eran dictatoriales e insensibles con los directores. Cogían su trabajo y lo cambiaban. El director no editaba la película, no podía decir nada sobre el guión, les elegían los actores. No era una época de autores», explica contrariado. «Yo siempre he tenido libertad para hacer lo que quisiera. Lo único que se interpone entre la grandeza y yo... soy yo», se ríe. «Si no puedo hacer una buena película es porque no está en mí».
En cuanto a su primera serie de televisión, Crisis in Six Scenes, reconoce que la hizo por dinero. «Yo hago películas, nunca veo la televisión. Sin embargo, siguieron subiendo el precio y no pude negarme porque era demasiado lucrativo». También pensó que sería fácil, pero devino en su «mayor pesadilla». Ahora respira aliviado, a un mes del estreno en Amazon. «Son seis horas y media de comedia pura situada en los sesenta, cuando pensaron que en EE UU estallaría una revolución con Vietnam, los jipis, los Black Panthers», cuenta. «Ya está entregada, he hecho lo que he podido, no quería trabajar duro, tuve que hacerlo, y solo espero que les guste».
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