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Una de las imágenes de la muestra Los mundos fotográficos de Irving Penn, celebrada en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). (Foto: El Mundo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de octubre de 2009. (RanchoNEWS).- Nicanor Cardañosa del portal YODONA.COM asociado al periódico español El Mundo fue uno de los primeros periodistas hispanoamericanos en reportar el falecimiento del fotógrafo Irving Penn y nos ofrece una interesante semblanza, que a continuación reproducimos:
El fotógrafo que nos descubrió los límites de esta disciplina arrinconando a sus sujetos contra una esquina imposible, el que nos mostró el ojo inolvidable de Picasso entre la solapa negra del abrigo y el ala del sombrero nos ha dejado, según ha podido saber YODONA.COM a través de Charlie Churchward, el que fuera durante más de 25 años director de arte y de diseño en Conde Nast América, es decir, una de las personas para las que Irving Penn trabajaría de forma más intensa. Otras dos fuentes cercanas al fotógrafo han corroborado la noticia del fallecimiento, cuyas causas aún se desconocen.
Nacido el 16 de junio de 1917 en Plainfield (New Jersey, EEUU) y alumno del gran fotógrafo Alexey Brodovitch, trabajó en las revistas de moda más importantes de Estados Unidos, y muchas de sus obras han marcado un hito en este campo.
Recuerdo una anécdota que describe el carácter meticuloso del fotógrafo que inmortalizó a la Kate Moss más bella en un desnudo de escorzo y gamas de grises imposibles. Había que fotografiar uno de esos bodegones que hacía de vez en cuando –todos magistrales–, que en ocasiones le aburrían y que cada vez rechazaba más a menudo. Esta vez no, el tema le fascinaba: el pan. Vi en algún sitio los bocetos que hizo y oí en su momento las explicaciones que daba por teléfono al director de arte, que eran totalmente ininteligibles. Nadie entendía muy bien lo que el maestro quería fotografiar hasta que comprendieron la palabra «migas». Para Penn, para Mr. Penn, como oí llamarle siempre en los círculos profesionales, el pan, como la vida, no era más que sus restos. Lo despreciable, aquello en lo que no reparamos y que eliminamos del mantel cuando estamos satisfechos.
Así, las fotos de Penn –inolvidable Jean Cocteau, inolvidable Capote– van evolucionando de la belleza a una «fealdad» sutil que completa el mundo. Su mirada se posó en otros sitios después de haber definido las cotas más altas de la sofisticación en la fotografía de moda. Arpilleras como alimañas hermosas, colillas elevadas al nivel de mito para difuminar en nuestra memoria colectiva la marca imborrable de la modelo con aquel vestido negro escoltada por dos bellísimos elefantes.
Para Charles Churchward, que en estos momentos prepara una biografía sobre otro gran fotógrafo, Herb Ritts, «Penn fue el primer fotógrafo moderno. Su visión hizo que tratara el uso del espacio, la composición y la imaginación como ningún otro fotógrafo». Churchward fue director de arte y diseño de publicaciones como el magazine dominical de The New York Times y otras destacadas cabeceras en momentos en que éstas alcanzaron el cénit de su creatividad e influencia social. Para él, las imágenes de Penn «fueron capaces de construir un puente de unión entre el mundo de las revistas, la publicidad y las bellas artes».
Según el director de arte que más ha trabajado con fotógrafos de la talla de Annie Leibovitz, Helmut Newton, Steven Meisel o Steven Klein, «éste es el momento en el que concluye una era». Finalmente, Churchward, en declaraciones a YODONA.COM, reconoce que para él ha sido «un verdadero honor trabajar con un talento de semejantes dimensiones».
Recientemente, Dolce & Gabbana patrocinó la presentación en Milán de una exposición llamada «Extreme Beauty», que recogía algunos de sus trabajos más espectaculares en la fotografía de belleza, donde sorprendía su inagotable creatividad y su inconformismo con sus propias formas. Perfecto nunca fue suficiente para este maestro, del que han bebido y beberán generaciones de fotógrafos de las tendencias más dispares.
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