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Portada de la publicación. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de noviembre de 2009. (RanchoNEWS).- El libro «John Lennon» escrito por Philip Norman y traducido al español por Fernando González Corugedo, que ha editado Anagrama, merece el siguiente artículo del crítico literario Javier Pérez de Albéniz publicado en la revista El Cultural:
Cuando Mark David Chapman disparó cinco veces su revólver del 38 en la puerta del edificio Dakota consiguió algo mucho peor que acabar con la vida de John Lennon. Le convirtió en un ser inmortal. Ese ocho de diciembre de 1980 el miembro de los Beatles dejó de ser uno de los músicos pop más brillantes e influyentes de la historia para convertirse en una leyenda, con todos los inconvenientes que eso implica. Desde entonces han sido tantos los rumores que han surgido sobre su vida (carácter inestable, egocentrismo, adicción a todo tipo de drogas, vicios inconfesables, turbulentas relaciones personales y con el resto de la banda?), que la biografía escrita por Philip Norman (Londres, 1943) era absolutamente imprescindible. Alguien debía poner orden en la vida idel único hombre en la tierra más popular que Jesucristo.
Norman es un escritor preciso, metódico, minucioso. Un artesano del género biográfico. Justo lo que estaba pidiendo la vida anárquica, estrambótica, desordenada y disipada de Lennon. Juntos han puesto en las librerías la información más amplia, veraz y detallada posible sobre el hombre que escribió Imagine. Un libro ambicioso que nos permite aproximarnos como nunca a la mente de Lennon, puesto que desvela no sólo detalles familiares y personales habituales, la mayoría ya conocidos, sino fascinantes pormenores del complejo proceso creativo, la génesis y el desarrollo de sus ideas, de sus sentimientos, de sus canciones.
Desde las primeras páginas queda claro que Lennon tenía «un talento para la música y la comicidad que iba a llevarle tan lejos de sus raíces como nunca hubiera soñado». El humilde chico de la clase obrera británica ya irrumpió en este mundo de una forma teatral, arropado por el aullido de las sirenas antiaéreas y el estruendo de la metralla: nació el 9 de octubre de 1940 durante un ataque de la aviación alemana a Liverpool. De hecho, cuando una bomba cayó junto al hospital, al pequeño Lennon le envolvieron en una manta vieja y le metieron bajo la cama de su madre. «En torno a cada recién nacido se libraba una batalla», escribió entonces un E.M. Forster que desconocía la historia del niño al que sus padres bautizaron John Winston como homenaje a Churchill, entonces primer ministro británico. Tras una infancia sembrada de recovecos y sinsabores (su padre le abandonó al poco de nacer, su madre murió atropellada por un policía borracho), Lennon estudió bellas artes, aprendió a tocar la guitarra y, con apenas 20 años, se convirtió “de una forma absolutamente natural” en uno de los artistas más influyentes del siglo XX.
Es una larga historia. Philip Norman la cuenta de manera cronológica, con todo lujo de detalles pero de manera sorprendentemente amena. Es capaz de narrar, por poner un ejemplo, el mal beber que tenía Lennon después de describir cada uno de los tragos que tomaba (excelentes vinos, bebidas exóticas, coñacs añejos, whiskies de malta o vodkas rusos): “uno o dos pelotazos convertían al simpático, amable y generalmente razonable John en un John belicoso, malhumorado y cruel, sin percatarse del mucho ruido que hacía, ni de a quién insultaba ni de lo inocente o indefensa que pudiera ser la víctima de su lengua hiriente como un gato de nueve colas”.
Lennon era consciente de su irascibilidad, pero culpaba de ella tanto a los otros miembros de los Beatles como a la presión de la fama. Y a los medios. «Unos hijoputas bien jodidos, eso eran los Beatles», recuerda, «porque tienes que ser un cabrón para triunfar, eso es un hecho. Y los Beatles eran los hijoputas más grandes del mundo. éramos los césares. ¿Quién va a meterse contigo cuando hay un millón de libras a ganar, todos los regalos, los sobornos, la policía y los enrollados?».
El humor del compositor de Julia dependía en buena medida de las sustancias que circulaban por su organismo. Alcohol, marihuana, LSD, heroína... John y Yoko se sometieron a diferentes procesos de desintoxicación, incluido el ingreso en centros especializados. Cuando estaban en la cumbre, y tenían una agenda repleta de compromisos, fue mucho más fácil mantenerse limpios que tras la disolución de los Beatles. Norman recoge el texto de un periodista, Ray Connolly, que en 1970 estuvo con John y Yoko en Londres cuando la japonesa se vió obligada a entrar en una clínica de Harley Street. «Es que es yonqui, ¿sabe?», le dijo John a la enfermera que llevaba las medicinas, seguramente metadona, para acabar con «los rigores del pavo frio» que padecía su compañera.
La buena noticia para los numerosos seguidores de Lennon que odian a Yoko Ono es que el nombre de la japonesa no aparece hasta la página 451. La mala, que tras leer el libro queda confirmado que John la amó sobre todas las cosas, hasta el punto de sacrificar por ella la estabilidad de los Beatles. Su aparición en la vida de Lennon, en el ecuador de esta biografía, acabó con la magia de la banda más importante de todos los tiempos: definitivamente, Ono sustituyó a Paul Mc Cartney en el puesto de la otra mitad creativa de la banda. «Yo junté a la banda. Y yo la deshice. Es así de simple», sentencia Lennon.
Era el final de los Beatles, la banda que la noche del domingo 9 de febrero de 1964 enfiló la carretera del éxito reuniendo delante de la televisión a 73 millones de personas, «la audiencia televisiva más grande que había habido en Estados Unidos», para disfrutar de su actuación en el Ed Sullivan Show. Después llegaron los números 1 en las listas, la popularidad desbordada, las excentricidades y las cifras millonarias: sólo en los años 70 vendieron 400 millones de discos, que en los 80 se convirtieron en más de mil millones. Mucho más que cualquier otro grupo de la historia.
Tras 786 inolvidables páginas es Sean, el hijo de John y Yoko, quién recuerda los cinco años que vivió junto a su padre en un emocionante capítulo final: «se sentía muy inseguro en todo. La gramática y la escritura, sus conocimientos para escribir y leer música, en todos los modos establecidos del conocimiento de las cosas. Y eso que fue un inconveniente que convirtió en una ventaja. Inventó un modo de escribir canciones desde la inseguridad? Para un hombre, sentirse inseguro y cuestionarse a sí mismo del modo en que lo hizo mi padre en sus canciones es un fenómeno postmoderno. Artistas como Mozart o Picasso nunca lo hicieron».
El cierre perfecto para una biografía grandiosa que, pese a ser necesariamente unidireccional, ilumina toda una época, varios géneros musicales y una forma de vida tan creativa como salvaje. Nunca imaginamos las colosales contradicciones y sombras de un artista cuya asombrosa originalidad musical, y un apasionado compromiso social, coexistían con sombríos desequilibrios emocionales. Y nunca lo hicimos porque jamás estuvimos tan cerca de Lennon como después de leer este libro.
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