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La artista recibe hoy el reconocimiento de ciudadana distinguida del DF. (Foto: Luis Humberto González)
C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de noviembre 2009. (RanchoNEWS).- La escultora Helen Escobedo (DF, 1934) pudo haber sido violinista o bailarina. Sin embargo, modelar con plastilina era lo que más le fascinaba. Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
Desde pequeña creaba «animalitos crueles, groseros, feroces; eran los que me picaban los oídos de noche. Sufrí mucho de los oídos».
Ese «talento innato», descubierto por su madre inglesa, quien siempre la encauzó hacia el arte, la ha hecho acreedora al Premio Nacional de Artes 2009 en la categoría de bellas artes, que comparte con el compositor Arturo Márquez.
Una vez que mejoró de los oídos, su progenitora le puso una maestra de dibujo: «Nos paseábamos por los viejos puentes del río de San Ángel, dibujando más bien árboles y paisajitos».
Más adelante, «de pura chiripada me metí al Mexico City College y acabé en la clase de Germán Cueto, quien de inmediato se dio cuenta de que no tenía ningún derecho de estar allí porque apenas tenía 15 años». No obstante, permaneció un año.
Brincos insólitos
Luego, prosigue Escobedo, «tuve la suerte de que llegó a mi casa John Skipping, conocido maestro de escultura del Royal College of Art, de Londres», a quien la madre de Helen contó que su hija tenía «un tallercito en la lavandería y que le hiciera el gran favor de ir a ver. Skipping vino a verme y platicó conmigo como dos horas, de otras técnicas. Dijo que volvería en dos meses de Oaxaca y quería ver lo que había hecho. A los dos meses yo había forrado toda la lavandería con esas nuevas figuras hechas según sus técnicas. Skipping se impresionó y me dijo: ‘no quiero que nadie te eche a perder. Te voy a conseguir una beca de un año para el Royal College. Si te apuras y alcanzas los niveles requeridos te darán la beca de tres años. Me fui, pasé el examen del primer año. Uno de los jueces era Henry Moore. Con el tiempo me dieron la beca completa. Yo en esas épocas era demasiado joven, porque el Royal College es de posgrado, y entré a los 16 años».
Sus primeras esculturas fueron en bronce, pero después de su quinta exposición ya la habían fastidiado. Siguió haciendo lo que la crítica de arte Raquel Tibol llamó «mis muros dinámicos, que eran como paneles de color ya grandes, entre puertas y ventanas, ya más arquitectónicos. Era más diseño, pero me intrigaba mucho la dimensión humana que sobrepasaba las figurillas que venía haciendo en bronce».
Según Escobedo cada tres, cuatro o cinco años daba un brinco. «Me salía de donde estaba, porque ya había terminado ese estilo de lenguaje y me metía a algo nuevo. Toda mi vida he dado unos brincos insólitos, cosa que en mi época mis compañeros de generación me decían: ‘pero Helen, estáte quieta. ¿Por qué no persigues ya un camino?”» Con el tiempo se dedicaría a la instalación in situ.
En México, Inés Amor, su galerista, le pidió que siguiera con el bronce. En la última exposición vendió casi todo. Sin embargo, la entrevistada relata que el tema de la muestra había sido el artista y su público: «El artista era el ser central, que poco a poco era rodeado por un público, que lo hacía crecer hasta que lo rodearon por completo; ellos se quedaron chiquitos y él altote. Se sintió prisionero; entonces rompió la valla circular de admiradores, se salió y se quedó solo. Eso me sucedió en muchas ocasiones, pero nunca me preocupó. De hecho, sí mi preocupación era cómo pagar la renta del taller en San Ángel –que era de Siqueiros–, cuando me ofrecieron ser jefa del departamento de artes plásticas del Museo Universitario de Ciencias y Artes, de la Universidad Nacional Autónoma de México, dije que sí. En mi vida había dirigido un museo. Si me hubieran pedido ser violinista en la sinfónica de México también me meto, porque quería ese dinero, no se lo quería pedir a mi papá».
Senderos por transitar
Escobedo sigue siendo «aventada». Reconoce que hay caminos que no ha transitado: «Hoy día que todo está abierto, cuando las artes se funden y confunden, puedes hacer miles de cosas. Nunca me metí, por ejemplo, al video, a utilizar elementos electrónicos. Será interesante ahora que trabaje en equipo con Alejandro Luna y un joven compositor, cuando hagamos una de las áreas en el nuevo Museo de la Tolerancia».
¿Se acostumbra a que su obra provoque controversia?
Cuando estás donde nadie espera ver algo y de repente amanece una instalación, eso provoca controversia. Sí deseo provocar, pero no en sentido negativo.
Durante medio siglo de trayectoria, ¿qué caminos ha tomado el arte?
Todos los caminos habidos y por haber. Ahora ya no puedes distinguir (gracias, si quieres, a la globalización) el hecho de que a todo mundo se le invite ya a bienales en todos lados. Gracias también a la era de la computación electrónica, hacerte conocer es inmediato.
Helen Escobedo, quien ha sido viajera incansable y ha llevado su arte a innumerables rincones de la Tierra, recibe hoy a las 12 horas el reconocimiento de ciudadana distinguida, de manos de Marcelo Ebrard, jefe del Gobierno del DF, en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento.
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