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El cómic trata sobre la investigación del caso Clearstream. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 12 de abril 2010. (RanchoNEWS).- Después de 10 años, tres libros, dos películas y decenas de procesos judiciales que le tuvieron acorralado, a Denis Robert se le ocurrió desenmarañar aquel follón con viñetas. El periodista que destapó y sufrió en sus carnes el caso Clearstream, que salpicó a media clase política francesa por la presunta evasión y blanqueo de capital en Luxemburgo y que acaba de zanjarse con la absolución de Dominique de Villepin, ha lanzado su última bofetada a los poderosos en forma de novela gráfica: El negocio de los negocios (Astiberri). Claro, directo, transparente y, sobre todo, con las miserias del narrador al descubierto. Ya por el tercer tomo (en España saldrá el segundo en noviembre), el relato destripa la historia de lo sucedido con todo detalle. Una nota de Daniel Verdú para El País:
«Colgaré del gancho de un carnicero a los responsables de esto», soltó en 2004 el entonces ministro del Interior y hoy presidente de Francia, Nicolas Sarkozy. Así empezó el proceso judicial del caso y así arranca el libro de Robert, que contó con la colaboración de Yan Lindingre y Laurent Astier para la parte gráfica. Lo que cuenta el autor es el caso que implicó al actual presidente francés y al entonces ministro de Exteriores, pero también cómo le afectó a él, a su familia y a sus amigos. La tensión narrativa que alcanza es adictiva. «Todas las investigaciones no se prestan a este género. Hacen falta personajes, suspense, diálogos, enfrentamiento... Esto es una ficción gráfica de lo real que coge prestados los códigos del periodismo. Es un periodismo con el que se puede trampear menos, es más honesto, todo se ve enseguida», explica el autor por correo electrónico.
Y todo se ve porque Robert enseña las entrañas de la investigación, sus viajes, sus entrevistas y algunas de sus fuentes. Incluso tiene un pasaje dedicado a la reunión que mantuvo con el ahora asediado juez Baltasar Garzón en Madrid en la que este, al parecer, le alertó de la dificultad de seguir el rastro del dinero sucio y de enfrentarse a los poderosos: «Es como si un mamut persigue a un guepardo». Robert sólo acude a la ficción para proteger la intimidad de su familia. De hecho, tan directo fue que, según él, la multinacional interbancaria Clearstream le amenazó con sentarle de nuevo en el banquillo. «Cada libro que se vende, cada vez que un lector entiende el nefasto papel para la colectividad que tienen estos organismos, es un punto ganado. Los bancos no pueden comprarlo todo. En todo caso, a mí, no», lanza.
Las editoriales se han dado cuenta del potencial de títulos basados en el periodismo. Historias complejísimas (Clearstream es de lo más enrevesado) que, paradójicamente, encuentran una mayor fluidez narrativa en las viñetas. Algunos con repercusión internacional, como las crónicas dibujadas sobre Palestina de Joe Sacco, o más locales, como el trabajo 11-M. Pero el padre de la criatura es, para todos ellos, Art Spiegelman, que se atrevió con el Holocausto y la trágica historia de su familia. «Él abrió la vía», afirma Robert. También lo cree Toni Guiral, coautor de la novela gráfica 11-M. «La historieta, si se utiliza bien, directa y sencilla, plantea las cosas de una manera más eficaz. Es más útil y más clara por la propia idiosincrasia del medio. Y sí, es periodismo», explica Guiral.
Curiosamente, el primer tomo de El negocio de los negocios se publicó en España el día que se zanjaba en Francia el caso Clearstream. Al mismo tiempo, también, que el caso Gürtel y la persecución del juez Garzón alcanzaban su máximo esplendor. Quizá por eso Robert quiso tener un detalle al despedirse en la entrevista: «Hágale llegar una copia de mi parte a Baltasar».
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