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José Luis Ferris (izda.) fue presentado por el escritor Estro Montaña. (Foto: José Lores)
C iudad Juárez, Chihuahua. 15 de abril de 2010. (RanchoNEWS).- F. Franco de farodevigo.es informa que el profesor y escritor dedicó su charla a describir la evolución de la vida del poeta y desterrar los tópicos en que le envolvieron biografías interesadas de uno u otro bando:
«La figura de Miguel Hernández se entendió mal y se difundió entre tópicos. No era un autodidacta, ni pobre, ni pastor de cabras en sentido estricto», dijo ayer en el Club FARO el profesor, novelista y poeta José Luis Ferris. «Miguel Hernández: pasiones, cárcel y muerte de un poeta» fue precisamente el título de su charla, tras ser presentado por el catedrático de Lengua y Literatura española Estro Montaña. Ferris es autor de El sueño de Whitman, con el que obtuvo el Premio Internacional Málaga de Novela (Fundación José Manuel Lara) en su quinta edición
A lo largo de la misma el público pudo ir conociendo esa otra figura que él ha ido rescatando en sus investigaciones, que no es la paniaguada que le hicieron sus biógrafos (y amigos) franquistas ni los que les sucedieron, en sentido contrario, tras la muerte de Franco, que le vincularon absolutamente a la izquierda y al espíritu combatiente de la guerra. En su descripción pudimos conocer al joven adolescente de estilo gongorino que escribió un primer libro, Perito en lunas; al poeta del amor; al autor de libros como El rayo que no cesa; al hombre de la guerra y al de las cárceles. Al que supo decir «no» a las propuestas de los vencedores para permitirle salir de prisión a un hospital cercano para curar su, al final, letal tuberculosis.
Sírvase el que quiera
Piensa Ferris que cada país o bando se apropia del poeta según su situación, como un «sírvase el que quiera». «La gente pensaba en el poeta pastor pobre –dijo–, quien milagrosamente se convirtió en un sabio. No fue un milagro, de iletrado nada. Diez años de escolarización, en aquellos tiempos, era todo un lujo para un muchacho de su estrato social. Su excepcional instinto y un enorme talento le llevó a suplir la formación académica con la lectura de autores clásicos y modernos. Entre 1915 y 1920 fue pastor por prescripción de un padre que cree que escribir son «mariconadas» pero lo hace con los clásicos en el morral, bajo el brazo.
La tesis central del conferenciante, que cree que «la literatura es la forma más eficaz de llegar a la conciencia», es clara: antes era «un héroe perfecto» que murió como tal. Ahora sabemos que tiene sus golpes de héroe, pero también sus golpes de ser humano, con defectos enormes y problemas, como todos. Fue un hombre que decepcionó a amigos suyos del bando ganador que pretendieron salvarle de la cárcel, y ayudarle; pero también el que sabía que dejarse ayudar en esos momentos que le pedían que se convirtiera en una voz del nuevo régimen era contradecir sus principios.
Ferris fue desgranando esas ideas al tiempo que contaba a grandes rasgos su vida. La infancia con un padre exportador de ganado y pudiente pero con una moral estricta respecto a la austeridad en que debían crecer sus hijos. Aquella 1ª etapa poética en su Orihuela natal en la que escribía versos cultistas, retorcidos, gongorinos... «En sólo 10 años –apostilló– pasó de modo magistral de lo retórico a una sencillez que sólo consiguen los maestros».
De esa primera etapa en Orihuela habló del sacerdote Luis Almarcha, que al final de su vida no le perdonaría su «izquierdización» e intervendría para que no saliera de la cárcel. Su amistad también allí con Carlos Fenol, quien le consiguió primeros contactos, con Ramón Sijé, cuya muerte le llevó a componer una de las más grandiosas poesías...
Pasó Ferris por sus idas a Madrid, sus frustraciones iniciales y su vuelta «raído» a Orihuela, el progresivo conocimiento de autores admirados como Bergamín, Aleixandre o Neruda, la consecución de un trabajo allí, por fin, en 1935 en Espasa Calpe... «Se une a las Misiones Pedagógicas de la República –dijo– y le ocurre ya algo definitivo: su alejamiento mental del beaterío de su ambiente natal».
Y sus amores, que tanto influyeron en sus versos. Su novia de Orihuela, Josefina, al final su esposa; su amor pasional con Maruja Mallo y la profundización con ella de su cambio ideológico...
Llega la guerra, se va al frente, acaba como perdedor, le olvidan los suyos y los otros, pasa por 13 cárceles, se muere en la última de tuberculosis.
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