Rancho Las Voces: Libros / México: Tibol revela «el pensamiento geométrico avanzado» de Orozco
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lunes, abril 19, 2010

Libros / México: Tibol revela «el pensamiento geométrico avanzado» de Orozco

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Tibol, durante la presentación del libro. (Foto: María Luisa Severiano)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de abril 2010. (RanchoNEWS).- Cuadernos de Orozco es «único» dentro de la bibliografía del arte mexicano, porque «ningún otro artista escribió un libro para sí», expresó la crítica de arte Raquel Tibol, quien en el volumen, publicado por la Editorial Planeta, reunió seis libretas desconocidas, trabajadas por el muralista entre 1931 y 1934, sobre todo en Estados Unidos, en las cuales el jalisciense revela sus secretos de la pintura y el color. Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:

Al presentarlo ayer en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, Tibol anotó que José Clemente Orozco «va pensando lo que quiere y lo que piensa para sí. Es un libro donde debe de haber tomado muchos detalles de otros libros que estaba leyendo. Era un lector estudioso», y «por lo menos en este libro se nota que apuntaba mientras leía. Lo que asombra de este libro es el pensamiento geométrico avanzado», agregó.

Una de las páginas de Cuadernos de Orozco contiene «el trazado geométrico perfecto del mural de Dartmouth College». A partir de esos estudios, «más profundos que todo lo anterior que había hecho», aplica su aprendizaje en todos los murales.

Orozco, expresa Tibol, «no hubiera podido pintar la cabeza pentafásica del Paraninfo de la Universidad de Guadalajara si no hubiera tenido un sentido de lo geométrico. No hubiera podido ir elevando las distintas composiciones hasta llegar a El hombre en llamas (en el otrora Hospicio Cabañas) si no hubiera tenido justamente esta conciencia de lo geométrico en el espacio». Agregó que «en esta etapa Orozco«inventó imágenes nunca antes hechas en la plástica de ningún país, como un caballo mecánico o las máquinas humanizadas de guerra».

Durante su intervención, Tibol cuestionó el título de un mural de Orozco, Catarsis –en el Palacio de Bellas Artes–, nombre acuñado por Justino Fernández. «En el mural, pintado en 1934, no es posible que se refiera ni a la Primera ni a la Segunda Guerra Mundial, sino a la guerra social entre clases, entre los banqueros y los miserables, entre los propietarios y los que no tienen nada. De modo que, ojalá en algún momento, al revisar los escritos de Orozco, se le devuelva el nombre original para quitar éste tan raro, porque no es una catarsis. Justino Fernández se asustó con las prostis. Era un puritano, por decirlo de alguna manera».

El arquitecto Víctor Jiménez explicó e hizo una demostración de los estudios geométricos del artista. El director de la Fundación Juan Rulfo dijo haber encontrado, «sólo en la página 89 del libro, un rectángulo dinámico raíz de dos. Los restantes ejemplos de sus exploraciones parecen ir más bien hacia principios generales, no numéricos, de fenómenos como el equilibrio y el movimiento, lo cual, para mí, indica que Orozco se conducía con sagacidad y prudencia».

La crítica de arte Avelina Lésper lo calificó de «libro teórico fundamental para la pintura, no sólo la mexicana. Se debería dar a conocer de forma internacional, dado la relevancia que tendría conocer la teoría que hay detrás de una obra portentosa». Preguntó, sin embargo, ¿qué hacer hoy día con un libro como éste?, cuando «el arte se ha alejado del espectador, que vive para las instituciones y para el Estado, que es adicto al marketing y a la moda».

Señaló que el plan de estudios de la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda «obviamente no tiene la clase de gráfica monumental ni de muralismo al fresco». Eso, no obstante que el muralismo se considera «el aporte de México al arte mundial, y los fresquistas mexicanos son considerados, junto con los del Renacimiento, como los grandes virtuosos de esta técnica. Los mexicanos, además, son reconocidos como los renovadores del lenguaje monumental».

En nombre de Editorial Planeta, Braulio Peralta indicó que Cuadernos de Orozco es «el libro más arriesgado, de ésos por los que los editores pueden sentirse orgullosos, más allá de las ventas».


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