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El artista audiovisual, ayer, durante la entrevista concedida antes de presentar su cartel. (Foto: Diario de Sevilla)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de julio de 2010. (RanchoNEWS).- Como si de una estrella de Hollywood se tratara, Peter Greenaway (Gales, 1942) recibe a los periodistas en turnos de quince minutos para charlar sobre el cartel que ha diseñado para la próxima edición del Sevilla Festival de Cine Europeo y sobre el que, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en uno de sus temas favoritos, «la muerte del cine». Elegante e impecable, profesoral y didáctico, el director de El contrato del dibujante no parece dispuesto a renunciar a sus principios, que pasan por abrazar las nuevas tecnologías y la interactividad como vías de salvación (y resurrección) para el arte cinematográfico, dice Manuel J. Lombardo del Diario de Sevilla antes de iniciar la entrevista.
¿Qué concepto, qué idea del cine europeo le ha inspirado a la hora de hacer el cartel?
Le devolvería la cuestión preguntándole ¿qué es el cine europeo realmente? Cuando yo empecé a hacer cine en los 60 teníamos un cine europeo que ahora no existe. Pero para darle una respuesta más útil, le diré que yo empecé mi formación como pintor. El cine se basa en el texto, no en la imagen, lo que creo es una gran tragedia, así que aprovecho cada oportunidad que encuentro para establecer un puente entre 8.000 años de tradición pictórica occidental y 115 de cine, lo que es realmente muy poco.
¿Qué ha pasado entre las décadas de los 80 y 90, en las que usted era un autor de referencia del cine europeo, y el presente, en el que sus películas no encuentran espacio en las salas y se dedica a proyectos multimedia como Las maletas de Tulse Luper?
Yo creo que el cine ha muerto, finito, kaput. Fue inventado por y para nuestros abuelos, vendido y comercializado por y para nuestros abuelos, pero ahora vivimos en la era del ordenador portátil. La mayoría de los jóvenes ya no va al cine. El cine se ha transformado. A lo largo de los últimos 15 años me he dedicado a examinar estos cambios y he estado increíblemente ocupado en diversos proyectos, pero no precisamente haciendo películas aburridas.
Pero ¿qué ha cambiado en el ámbito de la cultura visual de estos 15 años para que usted haya pasado de ser un cineasta de culto a un artista multimedia?
Esta época me parece mucho más excitante, yo ahora estoy haciendo películas para esta pantalla (señala la pequeña pantalla táctil de su teléfono móvil), a través de la que puedo llegar instantáneamente a millones de personas, en Pekín, en Shanghai, haciendo una simple llamada. Si yo hiciera ahora una película en Europa, el proceso llevaría probablemente más de tres años, y sin garantías de que la película pudiera llegar a estrenarse. Vivimos una era de comunicaciones ultrarrápidas y yo quiero involucrarme con modelos de comunicación que funcionen. El del cine ya no funciona.
¿Y por qué sigue acudiendo la gente al cine o, al menos, viendo o consumiendo cine?
Dése la vuelta (señala la gran pantalla de plasma colgada en la pared), ahí es donde se ven ahora las películas.
Pero el lenguaje audiovisual que se consume es básicamente el mismo.
Es el lenguaje de Hollywood. Cuando yo empecé, había muchos tipos de cineastas y muchos tipos de películas en Europa, estaba la nouvelle vague, el cine italiano, pero todo eso ha desaparecido. Ahora, las dos palabras clave para la creación cinematográfica contemporánea son multimedia e interactividad. Los jóvenes pasan seis o siete horas diarias delante de las pantallas de sus ordenadores, así que debemos «atacar» la situación de la literalidad de las imágenes a través de las nociones de interactividad y multimedia, y eso es lo que he estado haciendo en los últimos 15 años.
¿No cree que ha desaparecido el espacio (y el público) intermedio para el cine entre las multisalas y el museo?
Debemos concentrarnos en las nuevas formas de consumir cine. Todavía creo que el lenguaje del cine tiene un poder extraordinario, pero el nivel de imaginación es cada vez más pobre. Ante Avatar podemos deslumbrarnos con su despliegue tecnológico, lo cual no evita que sea una película bastante estúpida. Tenemos que utilizar las nuevas tecnologías en un nuevo modo interactivo.
En su última presencia en Sevilla (Festival Zemos98) con el proyecto Las maletas de Tulse Luper, ¿qué tipo de interatividad se ponía en juego cuando era usted quien controlaba el flujo de las imágenes y sonidos?
Cada show es diferente, es en directo y nunca está fijado del todo. Sin embargo, cada vez que vemos Casablanca es siempre la misma película. El público suele estar de pie, lo que acerca la experiencia a algo parecido a ir a una discoteca, haciendo partícipe a todo el cuerpo y no sólo a los ojos o a los oídos. Se trata de una experiencia sensorial más completa, que también es arquitectónica y ambiental.
Entre la muerte del cine y la tecnología como salvación, ¿en qué lugar queda el regreso a la pintura?
La pintura es eterna, fue inventada hace 8.000 años y aún pervive. El cine va a desaparecer, es complicado y costoso. Creo que el fenómeno cultural más importante que tenemos es la pintura. La primera actividad creativa del hombre civilizado fue la pintura y cuando la civilización desaparezca, la última huella que dejará el hombre será también en forma de pintura.
Ante este panorama, ¿cree que tiene algún sentido un festival de cine europeo?
Los festivales de cine son una pérdida de tiempo. El mundo viene hacia uno, uno no tiene que ir hacia el mundo. Hoy hay cerca de 5.000 festivales de cine europeo que muestran las mismas películas al mismo tipo de público.
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