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La cantante anoche en el concierto que dio en Joy Eslava. (Foto: Carlos Rosillo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 16 de julio 2010. (RanchoNEWS).- Ya lo intuíamos, pero ahora hemos podido constatarlo: Sharon Jones es todo un temperamento. Ella misma se define como «demasiado negra, demasiado mayor y demasiado culona» para que le ofrezcan un contrato discográfico mareante, pero tras asistir a su exhibición de anoche en la Joy Eslava, abarrotada y enloquecida, lo tenemos claro: la preferimos a ella antes que a dos docenas de figurines prefabricados en los despachos de los gerifaltes. Una nota de Fernardo Neira para El País:
Durante hora y media larga se produjo el milagro. La calle Arenal era el corazón de Harlem, en la entrada lucían las bombillas del teatro Apollo y sobre el escenario se desgañitaba alguien muy parecido a James Brown, pero con falda. Jones tiene 54 años, agita el cuerpo como una sirena posesa y canta, berrea, se desgañita como si estuvieran a punto de abrírsele las carnes. Olviden lo sucedido durante las cuatro últimas décadas: esto es soul quintaesencial para sudar la camiseta desde el minuto uno.
No es figurado. Neal Sugarman, un salvaje pirómano del saxo, chorreaba sudor y pasión desde la esquina. Otros seis músicos y dos coristas mecían sus caderas. Y en el centro, Bosco Mann, el hombre que ha hecho fortuna a la vera de Amy Winehouse, ponía en práctica uno de los oficios más excitantes del planeta: bajista en un conjunto de soul. Con media perilla y gafas de sol, para que el estilismo no desentonara.
Jones prendió la mecha con If you call, balada para todos esos corazones acongojados por el teléfono que no suena, y ya no quiso aminorar las dimensiones del incendio. Subió a chicos y chicas a bailotear en escena (memorable la sesión de pelvis dislocadas con Tell me), emuló los movimientos de David Villa, impartió clases de gospel (Mama don't like my man) y regaló el mejor estribillo del año, el de Better things, talismán ideal para amantes despechados.
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