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Poeta, editor y periodista; estudió la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM . (Foto: Ariel Ojeda)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de febrero de 2013. (RanchoNEWS).- Julio Trujillo, el poeta, editor y periodista, sabe que cualquier tema es susceptible de convertirse en poema y esa certeza la ha emprendido con gran desfachatez, con sentido de lo cotidiano y con mucho humor. Así son los poemas reunidos en su más reciente libro La burbuja (Almadía, 2013), en el que confluyen las observaciones simples, los apuntes fugaces, las acrobacias del lenguaje y los altibajos del sonido. Una nota de Yanet Aguilar Sosa para El Universal:
Esos poemas que pueden ser sólo de dos o tres versos o miradas a cosas aparentemente intrascendentes como el whisky, Bob Esponja o un día lunes, son casi postales verbales con una gran carga de humor.
«Es un libro sin rodeos, que quiere ir al grano, los poemas son breves, en una época en que los lectores son prácticamente de 140 caracteres; es un libro que no asusta al lector».
El poeta, que es autor de otros libros como Pitecántropo, Ex profeso y El perro de Koudelka, asegura a El Universal que el hecho de que sus poemas sean breves y sin rodeos, no quiere decir él esté en contra de las buenas lecturas de largo aliento.
«Esta es una propuesta ligera, cuando digo ligera no quiero decir que no sea profundo y que no haya todo un trabajo detrás; pero sí, el resultado son pequeñas postales, como instantáneas, la idea es que el lector entre rápido y con gran confianza hasta la cocina donde está trabajando el chef».
Con el tiempo, el poeta que estudió la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM, ha depurado un estilo con gran sentido del humor y desfachatez, lejos de las modas poéticas.
Trujillo afirma que no hay una sola sensación, paisaje, impresión y momento que no pueda ser transfigurado en poesía, pero claro eso depende de la apertura y del talento del poeta. «Obviamente conocemos los grandes temas que la poesía clásica ha consagrado: la vida, la muerte, el paisaje, el amor, y por supuesto que yo le doy entrada a esos temas, pero quiero expresarlo de una manera que no sea solemne, sino coloquial y al alcance de la mano, y al mismo tiempo abrirle las puertas a todas las otras temáticas que están a nuestro alrededor en la vida cotidiana y el acontecer de todos los días factibles de transfigurarse en poesía».
Es así que escribió un poema que se llama Bob Esponja en el que habla de los dientes como dos lámparas radiantes en Fondo de Bikini (el lugar donde vive), que a Trujillo le parece un personaje fascinante; sin embargo, también hay muchos otros temas, algunos muy duros como el suicidio de la poeta Sylvia Plath, que dice íntegro: «En la casita,/ Sylvia se pliega como un lento/ puño/ y luego se abre toda./ Un beso de butano habla en su boca». «¿Dónde está el reglamento poético que me dice que no puedo hablar de eso?, realmente el juicio último lo tienen los lectores, yo espero que no se escandalicen, sino que al contrario, que entren en confianza rápido con la idea de que la poesía también puede ser también todo eso», afirma Trujillo.
Poesía ingrávida
Los poemas de Julio Trujillo quieren romper el hielo rápido con los lectores, son poemas breves pero completos en sí mismos; son como una especie de burbuja que destaca en medio de su obra poética de manera deliberada porque la quiso hacer así: «ingrávida, redonda y traslúcida, poemas que fueran eso, redondos, ingrávidos y traslúcidos, y que al mismo tiempo se reserven una profundidad que no está en el peso, que está en otras cosas, en lo que están diciendo como poemas».
Aunque niega que su poesía se haya vuelto más breve por el uso de las redes sociales, acepta que se ha vuelto más concisa. Su idea es decir más con menos, ese fue su desafío: decirlo con menos palabras, aunque con todos los recursos y las herramientas retóricas.
De ahí su gran gusto por las palabras y su pasión por los diccionarios. «Soy extremadamente ñoño y adicto al diccionario, pero no a la hora de escribir, es más bien un compañero de lectura que siempre está ahí a la mano, porque me gusta descubrir nuevas palabras y entender otras que no sabía qué significaban, pero ya a la hora de escribir uso el bagaje que ya traía, está bien siempre regresar al diccionario para ver qué significa exactamente una palabra», dice el poeta que acepta que cuando no halló las palabras, creó un par de neologismos.
A nivel profesional «yo me desdoblo en varias facetas», todas tienen que ver con el mundo del libro y del periodismo. Escribe una columna todos los lunes, es editor de la Dirección General de Publicaciones del Conaculta, ha publicado revistas y suplementos culturales desde hace más de dos décadas y escribe reseñas de libros y libros de poesía. También es un gran observador del movimiento poético.
«La poesía se está moviendo mucho, con gran desparpajo y bien. Yo no sé si esto sea resultado de las redes sociales, me parece que no necesariamente, sino de que las nuevas generaciones decidieron de alguna manera asumir la herencia que tenían que asumir, pero también romper con lo que tenían que romper y ha sido para mí una ruptura feliz, un feliz deslinde de los padres poéticos para lanzarse un poco a la prueba y error; eso ha redundado en propuestas frescas, novedosas, con sentido del humor y creo que van a terminar en buenos libros», concluye el poeta nacido en 1969.
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