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La maestra Peña durante la presentación del décimo tomo de Chihuahua Hoy, el 31 de enero en Ciudad Juárez. (Foto: RanchoNEWS)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de febrero de 2013. (RanchoNEWS).- Textos comentados: «Instituciones de asistencia a migrantes colonizadas por el discurso securitario: la Casa del Migrante de ciudad Juárez», de Iban Trápaga; e «Inmigrantes veracruzanos en Riberas del Bravo: espacios, interacciones y construcción de identidades», de Luis Alonso Aguirre.
Buenas tardes y gracias por su asistencia. Agradezco al Dr. Víctor Orozco por la invitación. Me embarga la emoción de participar en esta presentación y festejar los 10 años del Chihuahua Hoy, proyecto que desde el 2000 se empezó a gestar, que se cristaliza con la primera edición del 2003, en la que muchos hemos contribuido a construir y dejar memoria de la historia de nuestro estado. Hoy es una publicación consolidada y que contribuye valiosamente al conocimiento de este Estado, el más Grande de la República.
También, la oportunidad reflexionar en el hecho de «ser migrante» desde dos perspectivas distintas, que para mí, ha sido muy revelador:
1) Desde la óptica del servicio al migrante, que nos evidencia Iban Trápaga con una aguda observación etnográfica de la actividad en la Casa del Migrante de Ciudad Juárez.
2) Y la del migrante veracruzano en una comunidad estigmatizada como lo es Riberas del Bravo, considerada la «colonia más peligrosa de la ciudad… del país» definida así en 2011 desde ámbitos políticos y de los medios, el autor Luis Alfonso Aguirre, nos describe desde la cotidianidad de las familias de Veracruz la vida de las personas que residen en este fraccionamiento.
Inicio con esta idea del migrante en ciudad Juárez, que decide dejar la comodidad de su origen para enfrentar un futuro incierto, a veces novedoso, pero muchas veces limitado, sin vínculos suficientes para que la vida cotidiana sea más fácil.
Ese migrante que en muchos casos anhela alcanzar el «sueño de cruzar a los Estados Unidos» pero que sobretodo, busca mejores oportunidades de vida, sin duda, Juárez es una ciudad que da espacio al progreso, pero que llena de nostalgias y añoranzas, debido a vacíos, tal vez al contraste del paisaje, ya sea un poblado de Durango, y más aun de Veracruz, o Chiapas, son esas sujetos, mujeres, niños que han trascendido a la seguridad en busca de trabajo para sobrevivir.
El autor Iban Trápaga con el tema «Instituciones de asistencia a migrantes colonizadas por el discurso securitario: la Casa del Migrante de ciudad Juárez», nos describe de manera cruda la realidad de las personas que llegan a la casa que fue construida para darles cobijo, para guarecerlos en momentos de desventura, un sitio al retorno a México; sin embargo, debe sobrellevar o tal vez desmitificar su idea de amor, caridad y esperanza que promulga la Iglesia para ayudar al desvalido.
Nos desvela la misión escalabriniana de la organización de la Orden de San Carlos y después operada por los Religiosos Dominicos, que como comenta el autor. «este albergue católico ofrece servicios básicos de refacción y hospedaje, así como servicios adicionales de lavandería, vestuario, atención médica, psicológica y jurídica y consejo espiritual»… (p 325) Misión que seguramente forma parte del discurso.
Señala que los migrantes deben sobrellevar medidas estrictas de supervisión de actividades, adecuarse a un tiempo de estancia bajo el régimen discrecional de sus operadores, de control sobre el número de ocasiones por año para tener derecho a albergue… del adoctrinamiento ideológico, aplicando mecanismos a veces retrógrados y modos de operación securitaria; definido como un ejercicio del poder sobre los individuos para transformarlos en sujetos de respeto.
Ya a finales de los ochenta Leonardo Boff en su texto Iglesia, Carisma y Poder hacia una crítica semejante a estas estructuras de la institución católica, a veces casi militares y hasta inquisidoras, visión que le valió 1 año de silencio total.
Retomando el texto, el autor menciona que la atención se edifica en la «versión cristiana del migrante como el jodido», desvalido (pag 332) cuya práctica de observación y vigilancia irrumpen en lo íntimo y lo personal. El migrante es así, el objeto de una práctica filantrópica y de ejercicio del poder, que se acentúa con la superioridad y distanciamiento sobre los internos, aceptados como objetos pasivos del discurso asistencialista. También discurre sobre «la clasificación del buen migrante vs el migrante malo, dicotomía indispensable del pensamiento cristiano y moralista. En esta preocupación de proteger al desvalido, se justifica un ambiente de seguridad y de la zero tolerance; donde el encierro, el interrogatorio, la expulsión y la clasificación, son prácticas cotidianas y que responden a un plan securitario, así como de una desvinculación y deshumanización con las personas, razón del servicio.
Llama la atención la red de apoyos que vinculan al centro y que se enlazan con grupos de poder de la feligresía local; del Departamento de Estado Norteamericano para el control de trata de personas; del instituto Nacional de Migración; el Gobierno del Estado, y otras organizaciones filantrópicas de USA, Fundación TIDES y OSMA, entre algunas.
Personalmente el artículo me llevó a reflexionar en el distanciamiento que existe entre el discurso y la práctica de la iglesia, que desvirtúa el verdadero sentido del servicio cristiano.
Un migrante deja su lugar de origen en busca de nuevos horizontes, cambia por una vida más digna y próspera para él y su familia. Trae consigo sus costumbres, su religiosidad, su idioma, sus recuerdos, es decir, su identidad. Y tiene la esperanza de que va a ser bien recibido, aceptado y acogido en la nueva sociedad a la que ingresa.
El artículo «Inmigrantes veracruzanos en Riberas del Bravo: espacios, interacciones y construcción de identidades», del Luis Alonso Aguirre, es un escrito a veces romántico, otras realista, que me permitió confirmar e identificar, los sitios y ambientes que han sido parte de mi investigación doctoral (2004 a 2007), de mis visitas esporádicas en 8 años y de mi trabajo intenso estos 2 últimos años, con las actividades de consulta popular del PEV en 2011 y del seguimiento de acciones de equipamiento en 2012. Comunidad resiliente capaz de cambiar sus condiciones de vida a pesar del abandono existente.
En un ambiente de difusión negativa y a veces de ficción de los medios, nuestro imaginario de Riberas del Bravo se relaciona con violencia, inseguridad y abandono de viviendas. Sin embargo, como comenta el autor, las familias viven ahí, donde construyen sus identidades, según «los aspectos básicos de la dinámica sociocultural» y de su vida cotidiana.
Estos 42 veracruzanos que entrevista, visita, reconoce y familiariza el autor, tienen raíces profundas en la estructura familiar de tipo matriarcal que pervive en ellos, como parte de su herencia. Un migrante al cambiar de lugar donde están sus querencias, deja de pertenecer y a la vez, tampoco se adapta en donde está; por ello, el imaginario retoma paisajes, ambientes y murmullos para enriquecer su vida… y culturalmente si bien usan instrumentos de su tierra «el machete que les permite desbrozar el terreno recorrido, remedos de atarraya para una eventual pesca en alguna pequeña hondonada; retazos de tela delgada y cubetas…» menciona el autor… hay otros que su trabajo y contacto con la frontera, conforman su acervo actual.
«jarochos emulando prácticas que eran parte de sus vidas cotidianas en lugares que dejaron atrás, a miles de kilómetros, borrando simbólicamente la distancia que los separa»… que «se posicionan como fronterizos, pues su recorrido ribereño los convierte, por la cercanía con la línea divisoria» en tales… narra Aguirre.
Nos traslada al sitio del fraccionamiento, y describe los trajines propios de las zonas segregadas de la periferia, que aunque se dice que viven en ciudad Juárez, no gozan de los beneficios de su desarrollo; alejados del equipamiento, y teniendo que trasladarse por calles y ambientes con sol inclemente, son anécdotas que no son privativos de Riberas ni de la comunidad veracruzana, sino de miles de habitantes que viven en condiciones de exclusión ó desafiliación, como diría Castels.
El ejemplo de «la niña ambulante» es parte de lo más cotidiano, incluso descrito por mi parte en algunos artículos. La movilidad de los trabajadores en la madrugada y en los 3 horarios de la industria, identifica al 40% de la PEA de esta ciudad. La falta de transporte por la media noche, en el último turno, son los cotidiano del ser juarense, o lo fronterizo.
Sin duda, la identidad que los veracruzanos impregnan en los mercados de segundas con la oferta de «chorizo jarocho, queso fresco y de hebra, chile chilpaya», o con comida típica que lleva hoja santa, tamal de hoja de plátano,… son la expresión de las costumbres y hábitos culinarios que van enriqueciendo a una comunidad, que carece de equipamiento barrial que establezca un sitio donde cohesionar tal diversidad.
Respecto a la traza urbana, y el tamaño de la vivienda, la colindancia con campos de cultivo, ranchos y talleres incompatibles con una zona residencial, muy criticada por los urbanistas, pero que para los habitantes, antes que la racionalidad funcional de lo urbano, surge la emotividad que me vincula más con el sitio de su historia, de sus añoranzas, misma que contrarresta el temor vs el apego al lugar.
Aunque la narración aborda situaciones de violencia e inseguridad vividas por los interlocutores, identificando sitios de riesgo o vulnerabilidad como las casas abandonadas, los baldíos o terrenos de cultivo, que ahora integran parte de su territorialidad común, ya que se ajusta a la apropiación del espacio haciendo brechas, cortando caminos y como sitio expropiado para el momento lúdico de los infantes; menciona el autor que «estos espacios rechazados en el discurso son a la vez apropiados, utilizados y resinificados por los mismos habitantes»… (359) Son habitantes cuya resiliencia les ha hecho permanecer en un ambiente ajeno, hostil, excluyente y precario…
Vale la pena rescatar la narración sobre las «pautas identitarias» que fundamenta la estructura familiar, definida como matriarcal; de los olores y sabores del ambiente de un hogar, con los alimentos típicos de su tierra, de la importancia de los ancestros, con abuelos que fungen de guías y custodios de la prole, de los visitantes temporales, migrante pendular que son el enlace entre el hoy y el ayer.
La comunidad de veracruzanos en Riberas del Bravo, grupo de migrantes que viven la fusión de dos culturas, en la que identificamos lo propio de cada una, pero también, se desdibuja perdiendo la línea divisoria… ya que después de vivir 5, 10, 15 ó 20 años en Juárez… los podemos llamar dignamente «Juarochos».
Gracias a ambos autores, por enriquecer las visiones del Chihuahua hoy, nuestros escritos en esta magna obra después de 10 años, forman parte de la grandiosa obra que amplía nuestra visión de la historia, economía, política y cultura chihuahuense.
(Mayor información sobre la presentación en este enlace)
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