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sábado, septiembre 28, 2013

Fotografía / México: La fotografía documental es la única que nos acerca a la realidad, dice Rodrigo Moya

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Gabriel García Márquez y Rodrigo Moya.  (Foto: Guillermo Angulo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de septiembre de 2013. (RanchoNEWS).-La prensa colombiana destaca el regreso a su natal Medellín de uno de los fotógrafos documentalistas que han captado con su lente, entre otras cosas, el célebre golpe que Mario Vargas Llosa propinó a Gabriel García Márquez en 1977, por un conflicto que a más de 30 años, no se ha esclarecido. Una nota de la redacción de La Jornada:

Se trata de Rodrigo Moya (Medellín, 1934), quien hace unos días habló sobre su oficio durante la conferencia insurrecta, durante la séptima edición de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín 2013, que en esta ocasión tuvo como tema La ciudad y los escritores.

Tener dos patrias

Moya dijo a la prensa local sentirse colmado en este regreso, ya que en toda su infancia y juventud el factor Colombia estuvo presente cada día y en cada rincón.

«Mi madre dejó su patria para siempre, pero trajo partes y siempre las tuvo en su casa mexicana. Así que no en los genes, pero sí en la biosfera donde crecí, tuve dos patrias: una real, y otra mítica, pero más divertida,» publicó el diario El Tiempo.

En entrevista con ese medio, Moya narró cómo surgió su interés por la fotografía documental, ya que dijo, es la madre de todas la fotografías puesto que es la única que nos acerca a la vida, a la gente y a la realidad. También detalló las condiciones en las que Gabo llegó a su casa para que le tomará una foto después de que Vargas Llosa le dejará un ojo morado. «Me costó un huevo sacarle una sonrisa de una fracción de segundo porque tenía la cara como para los funerales de Mamá Grande.»

Al respecto, La Jornada publicó una crónica de la autoría del fotógrafo el 6 de marzo de 2007, con el título La terrorífica historia de un ojo morado, donde calificó a Gabo como «el más popular de los mortales» y de quien dijo las personas sentían hacia él una «familiaridad ficticia.»

«El Gabo quería una constancia de aquella agresión, y yo era el fotógrafo amigo y de confianza para perpetuarla. Claro que pregunté azorado qué había pasado, y claro también que Gabo fue evasivo y atribuyó la agresión a las diferencias que ya eran insalvables en la medida que el autor de La guerra del fin del mundo se sumaba a ritmo acelerado al pensamiento de derecha, mientras que el escritor que 10 años después recibiría el premio Nobel, seguía fiel a las causas de la izquierda (...)

«En una exhibición privada de cine (relata Mercedes Barcha, esposa del Nobel colombiano) García Márquez se encontró poco antes del inicio del filme con el escritor peruano. Se dirigió a él con los brazos abierto para el abrazo. ¡Mario...! Fue lo único que alcanzó a decir al saludarlo, porque Vargas Llosa lo recibió con un golpe seco que lo tiró sobre la alfombra con el rostro bañado en sangre (...) Mercedes y amigos del Gabo lo condujeron a su casa en el Pedregal (...) Es que Mario es un celoso estúpido, repitió Mercedes varias veces cuando la sesión fotográfica había devenido en charla o chisme», menciona el documentalista en su texto.

De igual manera incluye cómo fue que en 1967, mucho antes del derechazo de Vargas Llosa, el autor de El amor en los tiempos del cólera, llegó a su departamento en los edificios Condesa acompañado del fotógrafo Guillermo Angulo para que Moya le tomará una fotos que serían incluidas en la próxima edición de una novela que le había tomado al colombiano más de dos años de trabajo. La imagen no se incluyó en la primera edición, sino hasta la publicada por Penguin Book, que fue la primera en inglés de Cien años de soledad. «Pero nadie sabía, quizás ni él mismo, lo que ese título significaría en la historia de la literatura.»

En su estancia en el encuentro cultural, que concluyó el 22 de septiembre, Rodrigo Moya expresó que debido a su mala visión se le dificulta controlar los operadores de la cámara, ante lo cual indicó: «Con una buena foto que tome de Medellín, me daré por bien servido.»



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