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Noticias / México: A un año de la muerte del escritor Eduardo Galeano

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El futbol fue uno de los temas recurrentes en las letras del uruguayo fallecido en Montevideo. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de abril de 2016. (RanchoNEWS).- Este miércoles la literatura latinoamericana recuerda a un hombre que no paró de opinar sobre política, futbol, sociedad y literatura; se cumple un año de la muerte de Eduardo Galeano. Una nota de la redacción de Excélsior con información de Efe.

Víctima del cáncer de pulmón, que padecía desde el 2007, el uruguayo de los 74 años dejó un destacado trabajo con más de una treintena de publicaciones, siendo Las venas abiertas de América Latina (1971) la más emblemática.

Nacido en Montevideo el 3 de septiembre de 1940, Galeano, un amante del futbol que plasmó su pasión por este juego en el libro El futbol a sol y sombra (1995), debutó en el periodismo con tan sólo 14 años de edad, dibujando caricaturas políticas.

Fue redactor jefe del semanario Marcha (1961-1964), director del diario Época (1964-1966) y director de publicaciones de la Universidad de Uruguay (1964-1973).

Ese último año se exilió en Buenos Aires debido a la situación política que se vivía en su país, donde fundó la revista Crisis, que también dirigió. En 1976 continuó el exilio en Barcelona, España.

Su regreso a Uruguay se produjo en 1985, una vez restaurada la democracia.

Era autor de una amplía obra que los críticos literarios consideran está influenciada por los italianos Pavese y Pratolini, los estadunidenses Faulkner y Dos Passos, y españoles como Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado y Luis Cernuda.

Eduardo Galeano fue miembro del jurado del Tribunal Permanente de los Pueblos (1988), que juzga la política del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y uno de los promotores de la Comisión pro-referéndum de su país contra la ley de punto final (16 abril 1989).

El último acto público de importancia en el que participó el también ensayista fue la inauguración de la II Bienal del Libro de Brasilia, en febrero de 2014.

Desde entonces, sus apariciones fueron muy pocas, aunque no dejó de escribir hasta el último momento y de mostrar sus opiniones políticas, futboleras o literarias, cuando le eran requeridas.

Tras su deceso, los restos del narrador fueron velados en el palacio legislativo, sede del Congreso en Montevideo y el Gobierno uruguayo llevó a cabo un velorio público para despedir al escritor.

La editorial Siglo XXI publicó recientemente El cazador de historias, obra que concluyó meses antes de fallecer, pero debido a su delicado estado de salud optaron mantenerla guardada.

El libro incluye su reivindicación de la dignidad de las personas que viven en los márgenes, su defensa de la naturaleza agredida, el futbol o «la prepotencia con la que el eurocentrismo trata a los pueblos originarios», temas que Eduardo Galeano envuelve con su sutil ironía.

Fútbol por delante

Suele considerarse que el mundo de la literatura está en las antípodas del universo deportivo, como si no hubiera grandes escritores que han dedicado sus letras a disciplinas como el fútbol o el atletismo. Y el uruguayo, que cumple hoy un año de fallecido, fue sin duda uno de los más destacados.

Procedente de esa escuela suramericana que tantos literatos interdisciplinares ha dado, el autor hizo hueco entre sus páginas para otra de sus pasiones: el fútbol.

 «Es algo tan importante que no se puede charlar sólo unos minutos sobre él, sino que hay que dedicarle horas y horas», sentenció en una ocasión en Madrid ante la petición de unas rápidas declaraciones en los momentos previos a una lectura pública de su obra Bocas del tiempo.

Uruguay disputaba la fase de clasificación para el Mundial de Alemania 2006 y su opinión era lo suficientemente relevante como para pedírsela en un acto literario. Pero él hizo saber a la periodista que, además de estar contrariado por otro motivo, el fundamental para rechazar esa charla era que la relevancia del balompié en su vida era tal como para dedicarle apenas unos minutos.

«Todos los uruguayos nacemos gritando gol y por eso hay tanto ruido en las maternidades, hay un estrépito tremendo. Yo quise ser jugador de fútbol como todos los niños uruguayos» es el comienzo de El fútbol a sol y sombra.

Y esa importancia era compartida con su compañera, Helena Villagra, protagonista de tantas de sus letras, como confesó en 2009, con motivo de la entrega de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, cuando contó que las puertas de su casa se cerraban siempre que había alguna competición importante (Mundial, Copa América, entre otras) y cada uno se dedicaba a «hinchar» por su selección: Uruguay y Argentina, respectivamente.

Acérrimo seguidor de Nacional, uno de los dos clubes más importantes del fútbol uruguayo, por las páginas de ese tratado literario del balompié, El fútbol a sol y sombra, pasaron personajes de la talla de los brasileños Pelé o Garrincha y el argentino Alfredo Di Stéfano.

Y a un nacimiento bien especial, el de Diego Armando Maradona, dedicó su relato «El parto», incluido en Bocas del tiempo (2004). El «astro» futbolístico tiene su metáfora en el texto, en el que Eduardo Galeano explica que doña Tota «encontró una estrella, en forma de prendedor», en el suelo del hospital al que acudió para dar a luz.

«Esa estrella de plata y de lata, apretada en un puño, acompañó a doña Tota en el parto. El recién nacido fue llamado Diego Armando Maradona», concluye el cuento.

Como  «mendigo de buen fútbol», como él se autodefinió, lo buscaba en las botas de todas las ligas del mundo y admiraba juego por encima de colores (excepción hechas, claro, de Nacional y de la selección de Uruguay).

En 2012, llegó a alabar el juego del Barcelona de Pep Guardiola y a criticar las malas formas del que, en aquel momento, era entrenador del Real Madrid, José Mourinho. Y declaraba a O Estado de Sao Paulo que el argentino Lionel Messi y el brasileño Neymar eran «verdaderos milagros» en un mundo lleno de intereses como el balompié profesional.

 «Los deportistas actúan por el placer de jugar, lo que es importante. Ruego a Dios para que los jugadores no pierdan ese placer, pues, en los últimos años, ellos vienen siendo condicionados apenas para ganar, lo que resulta en más dinero. No apruebo esa identificación del balón como fuente de lucro», apuntaba.

Su relato «El estadio», integrado en El futbol a sol y sombra, comienza así:

«¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. (...) El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del fútbol uruguayo».

Aunque él, que se decía  «el peor pata de palo», está feliz por reencontrarse con su admirado Obdulio Varela, el «negro jefe», gran protagonista de la victoria de la selección de Uruguay en el Mundial del 50, el famoso «Maracanazo», seguro que las gradas del Centenario suspiran más tristes que nunca.

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