El escritor mexicano Sergio Pitol, en Madrid en 2012. (Foto: Samuel Sánchez)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de abril de 2018. (RanchoNEWS).- Sergio Pitol solía decir en las entrevistas que ser un lector de tiempo completo le salvó la vida. La frase, que en boca de un escritor podría sonar a un lugar común, era verdad. Su infancia dickensiana –a los cinco años había perdido a su padre, su madre y su hermana menor- estuvo marcada por la enfermedad. Su salud quebrada por un paludismo lo mantuvo postrado en la cama por largas temporadas. Las fiebres le impidieron asistir a la escuela. Solo encontró una medicina eficaz: los libros.
«Leí todo lo que cayó en mis manos. Llegué a la adolescencia con una carga de lecturas bastante insoportable», escribió en El arte de la fuga. Pitol creció en casa de su abuela en un ingenio azucarero de Córdoba (Veracruz) expuesto a las aventuras escritas por Julio Verne y Robert Louis Stevenson. Allí escuchó las historias que contaban las casi centenarias amistades de su abuela, que describían el México anterior a la Revolución. Desde ese entonces comenzó a viajar a través de la palabra.
Luis Pablo Beauregard reporta desde la Ciudad de México para El País
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